LA MALDICIÓN DE TUTANKAMÓN:
¿Quién protege la tumba del faraón?
En
1922, el arqueólogo inglés Howard Carter realiza un descubrimiento
extraordinario al encontrar intacta la tumba del faraón Tutankamón. Sin
embargo, los obreros le advierten que pesa una maldición sobre la sepultura y
que los que la violen, morirán. Poco tiempo después, la prensa anuncia que los
miembros de la expedición son atacados, uno tras otro, por extrañas
enfermedades... Joven diseñador y acuarelista inglés, Howard Carter tiene
diecisiete años cuando entra a trabajar en el Museo Británico. Está encargado
de hacer copias de los jeroglíficos y, en 1891, es enviado a terreno y
desembarca por primera vez en El Cairo. Llega a ser ayudante del famoso
egiptólogo Flinders Petrie y, no contento con su trabajo, aprende rápidamente
la escritura jeroglífica y se transforma en un investigador y en un egiptólogo
competente. Lleva nueve años en Egipto, cuando Gastón Maspero, conservador del
museo de El Cairo, le confía el cargo de inspector de antigüedades. Sin
embargo, renuncia al año siguiente. Aunque está sin empleo, Carter no se decide
a regresar a Inglaterra.
¿QUÉ PASÓ CON TUTANKAMÓN?
En 1906, Maspero le presenta a lord Carnarvon,
un hombre acaudalado apasionado por la egiptología. Carnarvon consigue una
concesión para realizar excavaciones y contrata a Carter. En la primera
temporada, los dos hombres y su equipo descubren la tumba de un príncipe de la
XVII dinastía. Aunque había sido saqueada, contiene todavía algunos objetos
interesantes. Este primer descubrimiento aumenta el entusiasmo del mecenas, al
que Carter expone entonces su raciocinio; todos los soberanos de la XVIII
dinastía fueron enterrados en el Valle de los Reyes y todas las sepulturas han
sido encontradas, a excepción de una, la del joven rey Tutankamón, quien
sucedió por breve tiempo al célebre Akenatón, llamado también Amenofis IV. Los
arqueólogos piensan que debido a su escasa importancia y a la brevedad de su
reinado, Tutankamón está enterrado en otro lugar. Pero Caner está convencido
que no es así y cuando el americano Davis anuncia que ha finalizado sus
excavaciones en el Valle de los Reyes, Carter encarece a Carnarvon que pida la
concesión. Sus investigaciones y cálculos le permiten circunscribir las
excavaciones a un perímetro determinado, pero cuando ambos están listos para
lanzarse a la aventura, estalla la Primera Guerra Mundial. Los dos hombres
deben esperar hasta 1918 para retomar la tarea. Miles de metros cúbicos de
tierra deben ser removidos a mano, ya que el lugar escogido por Carter está
situado en una zona que los demás arqueólogos habían utilizado para depositar
sus escombros. Pasan muchas temporadas de excavaciones y los investigadores
encuentran algunos objetos, pero no la tumba. Finalmente, en noviembre de 1922,
los obreros encuentran unos escalones que se hunden en la tierra y conducen
hacia una puerta: es una tumba y Carter avisa a Carnarvon, quien se encuentra
en Londres.
LA ADVERTENCIA DEL CANARIO
Desde
hace algún tiempo, Carter posee un canario, con el cual su equipo se ha
encariñado, ya que piensan que el "pajarito de oro" trae buena
suerte. Pero algunos días antes de la apertura de la tumba, el canario sufre
una tragedia: una cobra se desliza en su jaula y se lo traga. La cobra es la
serpiente de los faraones, símbolo de la realeza. Los obreros ven en este
asunto un mal presagio y, cuando Carter y Carnarvon se preparan a abrir la
primera puerta, un contramaestre les advierte que morirán como el pájaro si
violan el descanso de Tutankamón. Los arqueólogos no toman en cuenta la
advertencia y junto a Evelyn, la hija de Carnarvon, y el egiptólogo Callender,
quien realiza sus propias excavaciones a algunos kilómetros del lugar, entran
en la sepultura. Una primera cámara les revela un tesoro fantástico: un trono,
estatuas, muebles, carros, armas, todo reluce de oro y piedras preciosas. En
otro cuarto, recubierto de cerámica azul y oro, están encerrados los tres
sarcófagos, encajados uno dentro del otro, de Tutankamón, y una última cámara contiene
estatuas y cofres llenos de joyas. Carter y Carnarvon acaban de realizar el
descubrimiento arqueológico más importante de todos los tiempos: la tumba
intacta de un faraón, milagrosamente preservada de los saqueos.
¿LA OBRA DE LA MALDICIÓN?
El
año siguiente, después de ser picado por unos mosquitos, lord Carnarvon contrae
fiebre y su estado empeora rápidamente. Es trasladado a El Cairo, donde muere
el 5 de abril de 1923, a las dos de la madrugada. En ese preciso instante,
todas las luces de la ciudad se apagan, la electricidad acaba de cortarse, La
prensa, que había oído los rumores acerca de la advertencia hecha al momento de
la apertura de la tumba, ve en Carnarvon la primera víctima de la maldición.
¿Acaso no era el socio principal, el verdadero responsable de haber violado el
descanso real? Los acontecimientos siguientes dejan felices a los periodistas,
ávidos de sensacionalismo. Jorge Benedite, egiptólogo que trabaja para el
Louvre, muere después de haber visitado la tumba y su homólogo norteamericano,
Arturo Mace, sufre la misma suerte; luego siguen el hermano y la enfermera de
lord Carnarvon, el secretario de Howard Carter... Se llega a contar hasta
veintisiete muertes "misteriosas", la mayor parte de ellas debido a
enfermedades.
La prensa habla entonces de un virus que permaneció cautivo en la tumba durante tres mil años. Pero los exámenes efectuados no revelan la presencia de ninguno. ¿Tal vez el mal fue traído por los murciélagos...? Los periodistas siguen cada pista adicional sobre la maldición, llegando incluso a inventar la existencia de una inscripción en la tumba: "los que entren a esta tumba sagrada serán muy pronto tocados por las alas de la muerte", que nunca existió. Sin embargo, estas muertes en cadena no son suficientes para apoyar la idea, por más seductora que fuese, de una venganza del faraón sobre los que turbaron su descanso eterno. Además que el clima de Egipto es particularmente malsano, hay que reconocer también que, entre los principales actores del drama que penetraron en la tumba, sólo lord Carnarvon tenía cincuenta y siete años cuando murió y hacía años que su salud estaba deteriorada. Howard Carter, Evelyn Carnarvon y el arqueólogo Callender, que participaron con él en la apertura de la sepultura, terminaron apaciblemente sus días, muchos años más tarde.
EL
DESCUBRIMIENTO DE LA TUMBA
...Cuando llegué a la obra un
silencio poco común me hizo comprender que algo acababa de suceder. Enseguida
me avisaron que bajo la primera choza que se había derribado, se acababa de encontrar
un escalón tallado en la roca. Era demasiado estupendo para ser verdad. (...)
Ahora avanzábamos más rápidamente y, al llegar el crepúsculo, cuando habíamos
desenterrado el décimosegundo escalón, vimos la parte superior de una puerta
sellada, bloqueada por piedras enyesadas. (...) Al principio no vi nada, el
aire caliente que se escapaba de la cámara hacía temblar la llama de la vela.
Luego, a medida que mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, lentamente
comenzaron a aparecer formas de extraños animales y de estatuas y por todas
partes el oro relucía. Durante algunos segundos, que parecieron durar una
eternidad a mis acompañantes, permanecí mudo de estupor. Y, cuando lord
Carnarvon preguntó finalmente, usted ¿vio algo?', sólo pude responder ‘‘¡Sí, cosas
maravillosas!”. Entonces ensanché todavía más la abertura a fin que los dos
pudiésemos ver. Primero, justo frente a nosotros, se encontraban tres grandes
lechos funerarios dorados, que habíamos visto desde el principio sin poder dar
crédito a nuestros ojos... Luego, a la derecha, dos estatuas atrajeron nuestra
atención. Dos estatuas del rey, hechas de madera, de tamaño real, que se
encontraban frente a frente, cual centinelas, vestidas con un paño y sandalias
de oro y armadas con una maza y un largo bastón, llevando en la frente la cobra
sagrada...
"Extracto
de una entrevista a Howard Carter, aparecida en el Times en 1922”
Muy interesante.
ResponderEliminarGracias, Natalia.
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