lunes, 27 de marzo de 2017

En busca del multiverso. Alex Riveiro. Astrobitácora.com

En busca del multiverso... ¿Acaso existen realidades alternativas? 

¿Hay vida inteligente en otros planetas? ¿Se puede viajar en el tiempo? ¿Existen realidades alternativas?  Estas y otras preguntas, así como son expuestas en los libros cómicos, también son objeto de la ciencia. 

La primera vez que supe de la probabilidad de las existencias alternativas, fue por medio de una caricatura llamada Buzz Lightyear (Disney Studios) y, siendo sincero, las cosas me dejaron un mal sabor de boca, sobre todo cuando descubrí que la realidad a la que había viajado por medio de un agujero negro que, por accidente, se encontró en el espacio era totalmente distinta y distorsionada con respecto de la cual venía. Cuando el personaje llegó a esa realidad resultó que las cosas eran diferentes para mal.  Hace unos meses atrás vi en otra serie norteamericana la misma situación; hace unas semanas leí un artículo sobre el tema en cuestión, y hoy quiero hablar de esto.


SMALLVILLE 10X10 (Luthor) [1]

“Según mi Clark, es como una realidad paralela. Es aún la misma historia. Es solo reescrita con una clase de… corte más oscuro”. Lutessa Luthor a Clark Kent.[2]

Esta historia, contada ya en los últimos episodios de la serie en televisión, nos cuenta que Clark Kent (el protagonista de la serie) supo de una caja de espejos kriptoniana que había adquirido Lionel Luthor (padre de Lex) y que, en esos momentos, estaba en posesión de su amiga Tess. Al enterarse de que ella se lo había ocultado, Clark reaccionó de manera airada y se lo reprochó. En un momento determinado, éste la activó y aquel dispositivo lo trasladó, por accidente,  a una realidad alternativa y su contraparte quedó ubicada en su realidad. Después de percatarse de que estaba en un lugar diferente y de que Lionel se encontraba vivo, Clark Kent estaba completamente confundido: había despertado en una cama con dos mujeres en la mansión Luthor; su contraparte (Clark Luthor) fue a dar al mundo de Kent… en esta realidad alternativa, Kent se dio cuenta de que no había sido encontrado por Jonathan y Martha Kent sino por Lionel Luthor y criado y convertido en un ser despreciable por Lionel (aquí la historia de Superman es alterada desde el principio, sin mencionar todavía que Clark Luthor, Ultraman, es otro personaje del universo de DC comics). La gente que Kent conocía en su mundo (Tierra 1) lo odiaba, al menos los que alcanzó a conocer ahí, pues los que vimos Smallville dedujimos, entonces que nada o muy poco de lo que había ocurrido en la serie, que es contada en ‘Tierra 1’, ocurrió en esa realidad paralela.

La pregunta clave en este momento es: ¿Qué es paralelo? Paralelo es un conjunto de líneas que aunque crecen simultáneamente en un mismo espacio nunca llegan a intersectarse, es decir, encontrarse.

Pues bien, en esta historia podemos ver que diferentes realidades se desarrollan simultáneamente que no se encontrarían o se ignorarían  si Clark Kent no activase aquel dispositivo de su mundo. La contraparte de Tess Mercer le dice que es la misma historia, pero con un ojo más oscuro:

“Según mi Clark, es como una realidad paralela. Es aún la misma historia. Es solo reescrita con una clase de… corte más oscuro”.

Ahora bien, los personajes entre uno y otro universo son bastantes parecidos a sus contrapartes, pero con algunos detalles que los diferencian entre sí (aquí también valdría decir que grandes detalles hacen grandes diferencias). Si alguna vez viste las diez primeras temporadas de la serie, podrás darte cuenta que muchas de las cosas que ocurrieron en ‘Tierra 1’ nunca pasaron en ‘Tierra 2’.
¿Qué dice la ciencia al respecto?  No dice que no, pero tampoco dice que sí. Al igual que otros temas de gran atención, afirma que existen probabilidades.

De lo anterior podemos deducir dos cosas: la importancia del libre albedrío y las repercusiones que eso genera. Haciendo un paralelo entre Tierra ‘1 y 2’, podemos darnos cuenta que una sola acción, por pequeña que parezca, puede determinar nuestro rumbo en la vida, nuestro destino y con ellos muchas de las cosas que son accidentales en nuestra vida (amigos, sitios que frecuentamos, hábitos o destrezas que hemos adquirido, etc) pueden ser distintas en uno y otro mundo o en el mismo mundo, pero con acciones que, de una u otra forma, repercutirían en nuestra realidad. Solo basta que un factor de la ecuación sea cambiado y enseguida toda una realidad difiere de las otras (en el dado caso que existan); esto lo podemos ver en Smallville, que es mi serie favorita. Puesto que Lionel fue el que encontró a Clark (Kal-El), este no conoció a algunos personajes que vimos en la serie y los conocidos tenían un rol desemejante en su vida. Más aun, las cosas en un mismo mundo pueden ser distintas como quedó comprobado en la ‘Tierra 1’ de Smallville si Clark Kent hubiera actuado de distinta manera con respecto a Jor-El, su padre biológico.

Como si fuera poco, en un capitulo posterior, Smallville nos cuenta que existen muchos mundos desemejantes entre sí por diversos acontecimientos ocurridos en ‘Tierra 1’ si hubieran llegado a éxito.

Por otra parte, más que afirmar la existencia del multiverso, pero sin poder negarla tampoco,  podemos descubrir que cada día tenemos muchas opciones que elegir, muchas acciones cuyas consecuencias podemos asumir y así. Lo importante no es saber si existen otros mundos; lo importante realmente es actuar de la mejor manera que podamos en esta vida que tenemos. De los errores solo se puede aprender y de los éxitos podemos mejorar aún más.     

jueves, 16 de marzo de 2017

¿Hay vida extraterrestre? Alex Riveiro. Astrobitácora.com

¿Hay vida extraterrestre? 


En una entrada anterior, había escrito algo sobre el descubrimiento de tres planetas similares a la tierra que probablemente serían habitables. Estos tres exoplanetas (los llamamos así porque se encuentran fuera de nuestro sistema solar, y esto en sí mismo es relativo. Usamos nuestras categorías y nuestro lenguaje humano para hablar) se caracterizan por orbitar una estrella enana roja. La noticia del descubrimiento se dio en agosto del año pasado, y en días recientes (hace poco menos de un mes) se han ampliado nuestros conocimientos sobre el sistema solar de Trappist-1, que es la estrella de la que hablamos. Pues bien, se ha dicho que alrededor de esta estrella no solamente hay tres planetas rocosos (y, por ende, parecidos al nuestro) sino que su número ascendió a siete mundos similares al nuestro, tres de los cuales se encuentran en la zona habitable de la enana roja; estos son Trappist d, e y f. También había hablado de una manera vagamente sustentada, pero no por eso mal sustentada. Hoy quiero hacerlo de un modo más sustentado en argumentos científicos. 

Resulta muy interesante para los astrónomos la amplia variedad de sistemas estelares que se han encontrado hasta el momento. Desde sistemas binarios hasta sistemas con una sola estrella, como el de Trappist- 1 y el nuestro, con la característica de que abundan las estrellas enanas rojas en nuestra galaxia y en nuestro universo, pero esto no agota las posibilidades de que exista vida en otras partes de lo que conocemos como el universo. La cuestión sobre la posibilidad de vida en otros planetas es uno de los grandes interrogantes de la astronomía actual; cabe destacar que, hace unos 50 años, existía la teoría de que no había más planetas orbitando las estrellas que desde entonces se conocían. Actualmente sabemos que esta teoría probó ser errónea, pues se han encontrado ya más 1700 planetas en otros sistemas solares como el caso mencionado arriba y el descubrimiento de próxima b, un planeta que orbita la estrella más cercana al sol llamada Alfa centauri. Con toda esta información a nuestro alcance, nos acercamos lentamente a dar una respuesta. Nadie puede asegurar que no encontremos vida inteligente en unos años teniendo en cuenta que las teorías sobre la presunta inexistencia de otros planetas ha sido revocada evidente y definitivamente con los conocimientos actuales. Esto quiere decir que, si hay estrellas, necesariamente hay planetas tanto habitables como inhabitables...

Tengo que decir que esta es una pregunta que me ha dado vueltas por la cabeza en las últimas semanas, y se me vienen a la mente tantas cosas que he visto en series de televisión. Alguien pensó que, si estamos solos en el universo. sería un lamentable desperdicio un espacio tan grande como éste si solamente fuera para nosotros. En los cómics y en las películas este ha sido un tema sino recurrente fundamental para dar vida a muchos personajes por nosotros bien conocidos como Superman, el Marciano detective, entre otros. Es más, los conspiranoicos han sostenido y creído firmemente que se ocultan pruebas fehacientes de la existencia de vida extraterrestre, pero si somos objetivos nos daremos cuenta de que estas afirmaciones carecen de fundamentos sólidos para demostrar que eso sea así. De hecho, he leído más de un artículo de esos y por eso es que afirmo esto. Por eso me gustaría hablar de eso de una manera más objetiva en el presente escrito.  

Para empezar, hay que decir que los ingredientes que formaron la vida en la Tierra se encuentran en toda la galaxia en la que nos encontramos y, por ende, también en todo el universo. Con el descubrimiento diario de exoplanetas, las posibilidades de encontrar vida en ellos (como la conocemos, claro está) son muy grandes, pero en cuestiones así es mejor ir prudentemente recopilando datos y sacando conclusiones. Yo pienso que, con este dato y la grandeza del Universo resulta imposible que no la haya, pero lo sabremos mejor con el tiempo. Se tiene que decir que, cuando se habla vida extraterrestre no se habla únicamente de seres parecidos a los que nos cuentan los medios sino también de formas de vida similares a las nuestras, pero oriundas de otros mundos. Cosas que soportan una respuesta afirmativa a esta pregunta las encontramos en que en Marte, en el pasado, pudo haber vida (no salimos aún del sistema solar)  y se dice que en Titán y Encédalo también la hay.  Los partidarios de la teoría de la conspiración afirman sin pruebas que en Marte hay seres vivos y que en otros mundos lejanos también los hay, pero eso parece más bien una historia de ficción, y de eso ya tenemos bastante. Sin embargo, el hecho de que no lo sepamos no significa que no exista, necesariamente hablando. Así que el primer argumento para pensar que sí hay vida en otros planetas es este: La receta para la vida es común en todo el universo.  Esto es comprobado si comparamos las similitudes entre los planetas que orbitan Trappist-1 y los planetas interiores de nuestro sistema solar. 

Un segundo argumento sería el hecho de que la vida no tiene por qué ser igual o diferente en otras partes del universo. Si nos damos cuenta, nuestro lenguaje astronómico lo usamos en relación a nuestro planeta, es decir, hablamos desde categorías humanas; hacemos las mediciones de los planetas con referencia al nuestro (tamaño, longitud, órbitas alrededor del sol, etc).  Por lo tanto, no hay ninguna garantía de que haya vida que sea antropomorfa, pero tampoco se puede garantizar eso. (No hay ningún motivo por el cual los extraterrestres sean pequeños hombres verdes con una antena o algo parecido en sus cabezas).  De hecho, tampoco podemos exigirles que actúen de la misma forma que nosotros así como cuando conocemos personas de otras culturas y costumbres diferentes a las cuales no les podemos pedir que se ciñan a nuestros parámetros.  Por otra parte, creer en teorías como la de la Tierra rara  sería limitarse demasiado y hablar demasiado pronto de una manera absoluta en un asunto complicado como este teniendo presente el primer argumento por el cual podría haber vida extraterrestre presentado en estas líneas. De ser cierto que hay vida en otros mundos o no, nuestra concepción del Universo (y, por supuesto, de la astronomía) cambiarían rotundamente, del cielo a la Tierra. 

miércoles, 15 de marzo de 2017

La astronomía contra la religión. Alex Riveiro. Astrobitácora.com

La astronomía contra la religión 



En este apartado quiero hablar de algo totalmente diferente, llamativo y, por demás, muy presente en los últimos 2000 años de historia humana; esto es la contraposición entre astronomía y religión o, para ser más específicos, la disputa entre fe y razón. A primeras luces, el asunto parece más bien una discusión filosófica que científica si tenemos en cuenta que el origen de todas las ciencias se dio en la filosofía, pues ella parte del asombro que todos tenemos como un método altamente urgente para alcanzar la verdad, la cuestión última de las cosas. No hay que olvidar que los seres humanos tenemos siempre la costumbre de explicar o de encontrar una explicación a todas las cosas que nos suceden alrededor y que la ciencia nos ha ayudado grandemente a entender todo lo que sucede partiendo de nuestro planeta y en las afueras de él como lo hace, en nuestro caso, la astronomía. 

 Pues bien. Entrando en materia, hay que recordar que la pugna entre la fe y la razón empezó (astronomía y religión, en este caso) empezó con la corriente filosófica Ockhamista. Este filósofo inició la ruptura entre los dos factores que realizado el filósofo cristiano Tomás de Aquino. Quitó las intersecciones entre ellas. Es decir, la ciencia y la fe no siempre han estado enfrentadas como algunos piensan. Esta ruptura se dio por factores más que todo por factores filosóficos como los que acabo de aducir. Primeramente se separaron las ciencias de la filosofía y empezaron a tener sus propios derroteros. Luego la filosofía fue hecha esclava de la teología y después recuperó su propio estatuto. Tampoco hay que pasar por alto que, cuando la religión católica tuvo el poder en muchas ramas de la vida humana, intentar cambiar esos presupuestos era algo muy difícil, sino imposible, de realizar. Lo comprobamos con la quema en lo hoguera de Giordano Bruno, la amenaza que sufrió Galileo Galilei por parte de la Iglesia en aquel momento en la voz de san Roberto Belarmino y la de todo aquel que descubriera o intentara rectificar los los conceptos astronómicos que se tenían hasta el momento, como la postulación del sistema geocéntrico de Ptomoleo cuando Kepler propuso sus leyes  y Copérnico demostró que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol y no al revés. Aquí se puede ver que el desarrollo de una ciencia como la astronomía fue algo lento, y se tuvo que redescubrir lo que ya sabíamos con respecto de las estrellas. La cuestión, para ser sinceros, no era ideológica sino que era, ante todo, política, pues si la Iglesia admitía errores en lo que ellos admitían como verdaderos significaba que su poder como institución menguaba por obra de la ciencia. Para mí decir que la Tierra está en el centro del Universo significa que "el hombre es la medida de todas las cosas" o que los seres humanos se creían en ese momento dueños del universo: el antropocentrismo. Esto era una cuestión floreciente en la Edad Moderna. Se ponía aquí el segundo componente del triángulo epistemológico: el hombre. Se podría decir, inclusive, que el antropocentrismo era algo soterrado en ese momento y salió a flote en la edad histórica mencionada arriba. Con el paso del tiempo, las ciencias fueron adquiriendo su campo propio cada vez más distinguiéndose unas de las otras. Aristóteles, cuya filosofía era difícil de asimilar por la Iglesia a principios del medioevo, se convirtió en una de las razones para rechazar los argumentos que íbamos asumiendo en los siglos XVII y XVIII.  

No hay ninguna razón para decir que ser científico y creyente sea algo contradictorio. De ninguna manera. De hecho, para entender las realidades de la fe hace también que pongamos un cimiento racional a lo que creemos; de lo contrario nuestra fe sería como un paseo de ciegos con riesgo de caer en un precipicio sin fondo. Por eso santo Tomás de Aquino necesitó pruebas racionales para demostrar la existencia de Dios como lo son sus cinco vías. Hay mencionar que estas cinco vías son la recopilación de sus pruebas y las de filósofos árabes y él las sintetizó en el postulado como las cinco vías para la demostración de la existencia de Dios.  Volviendo al tema principal, la ciencia no debe ser despreciada ni menoscabada en nuestra concepción de la realidad lo mismo que la fe, pues una y otra se complementan. Lo que debemos evitar es juzgar con los criterios de la fe la ciencia y viceversa, pues es como querer jugar fútbol en una piscina o en mar abierto. Ese es el error que, desde el principio, caracterizó el pensamiento del filósofo medieval Guillermo de Ockham. Los que no admiten la ciencia junto a la fe son los protestantes, que dan una interpretación exageradamente literal de un texto como la biblia.      

¿Por qué debería importarme la astronomía? Alex Riveiro. Astrobitácora.com

¿Por qué debería importarme la astronomía? 


"La astronomía es, quizá, la ciencia cuyos descubrimientos deben menos al azar, en la que la comprensión humana aparece en toda su magnitud, y a través de la que la Humanidad puede aprender lo pequeña que es."

Georg Christoph Lichtenberg

1742 - 1799

Físico alemán

Muchos de nosotros, en la cotidianidad de nuestra vida, tenemos muchos problemas de los cuales ocuparnos y que, de una u otra forma, nos afectan como seres particulares. Eso es innegable si nos damos cuenta  del papel que juegan las estrellas en este trasegar de nuestra vida: es cierto que comprender la grandeza del Universo puede hacernos sentir pequeños e insignificantes, pero hay que percatarnos de que somos parte de algo mucho más grande, de algo tan perfecto... No somos extraños para el universo, sino que hacemos parte de él. De hecho, gracias a la astronomía podemos conocer y entender muchas cosas sobre el origen de nuestra vida. Interesarse por la astronomía es algo que nos ocurre desde niños cuando observamos la noche clara y llena de estrellas y nos preguntamos ¿por qué? Esto es producto de la curiosidad que sentimos, es la curiosidad del filósofo. 

Asimismo, cuando descubren planetas presuntamente habitables, no podemos dejarnos de preguntar sobre cómo sería la vida en otros mundos... Tantas ideas nos vienen al respecto. La astronomía, a medida que va develando unos misterios nos interpela con otros tantos. Los últimos descubrimientos en esta cuestión nos han dejado boquiabiertos ante la enorme diversidad que cada día se va descubriendo. La astronomía es el cimiento de la ciencia ficción. Sin ella se quedarían sin fundamentos tantas historias como las que disfrutamos hoy en día desde hace mucho tiempo y, aunque parezca irónico, nos hace valorar y entender cada vez mejor nuestra casa común, que es la Tierra. Gracias a ella podemos descubrir la unicidad de nuestro mundo; es más, nos ayuda a tener mucho sentido de ubicación. Con todos estos argumentos, podemos considerar que la astronomía sí es útil en nuestra vida cotidiana. En la antigüedad, esta ciencia tenía muchas aplicaciones prácticas que llevó a nuestros ancestros a realizar cosas como los calendarios y los tiempos de siembra y cosecha  y rutas para la navegación. Hay muchas herramientas, que en principio se hicieron para la astronomía, cuya utilización es muy versátil para nuestra vida cotidiana. Por un lado, para entender cómo se comporta el ser humano en el espacio; por otro lado, para entender cómo podemos tratar las enfermedades que nos afectan aquí en la Tierra.      

¿Por qué debería importarte la astronomía? Porque eres parte del Universo. Porque responde a las grandes preguntas que siempre nos hemos planteado, y nos hace plantearnos nuevas cuestiones. Porque nos recuerda que siempre hay algo nuevo por descubrir, algo nuevo que nos haga sentir esa fascinación e inocencia que perdimos cuando dejamos de ser niños. Porque, al menos una vez en la vida, deberías observar el cielo estrellado en un lugar muy oscuro. Verás los brazos de la Vía Láctea, miles de estrellas que no puedes ver desde tu ciudad y las siempre espectaculares lluvias de estrellas… ¿Necesitas más motivos?

Ahora bien, sería muy interesante saber cuáles fueron los primeros pasos de la humanidad en este campo. Hay testimonios del antiguo Japón, del imperio Azteca, de los babilonios y de todas las grandes civilizaciones antiguas de las que conocemos su legado. Empecemos por nuestro continente. Los aztecas usaban de la astronomía muy parecidamente a como se hace hoy en día: calcular el ciclo lunar, el ciclo solar y el movimiento de los planetas y también para determinar los ciclos rituales. En conclusión, los aztecas utilizaron la astronomía para soportar sus creencias rituales y religiosas. No avanzaron, como veremos más adelante, como las otras culturas en este aspecto. 

Nuestro siguiente escalón es la cultura egipcia. Para empezar, hay que decir que los egipcios, junto a los aztecas, tenían un calendario de 365 días (como el que usamos actualmente cada año, exceptuando los bisiestos). Como otras culturas antiguas, la astronomía sirvió a los egipcios por la necesidad de registrar el momento del año para poder determinar los períodos propicios para la agricultura (quizá sirviese también para la navegación, algo común en el desierto). Manejaron calendarios como el calendario "errante", otro basado en el orto helíaco de una estrella que ellos llamaron Sopdet (y que, por la información que tenemos hoy, se correspondería con Sirio). Esto está fundamentado, entre otras cosas, en que el orto helíaco de Sirio sucedía poco antes de la crecida anual del Río Nilo. Curiosamente, también mantuvieron otro calendario ceremonial, de 360 días, que se usaba al mismo tiempo que los otros dos. Estos calendarios coincidían cada 1461 años, lo que era visto como un momento de gran celebración, y el comienzo de una nueva era.  Otra prueba del conocimiento astronómico de los antiguos egipcios es la alineación de las pirámides con el Cinturón de Orión(igualmente ocurre eso en uno de los templos aztecas.  Además, hay que mencionar que Egipto fue la cuna de Claudio Ptomoleo, promotor de la teoría geocéntrica, es decir, la Tierra era, en su concepto, el centro del Sistema Solar y del Universo. Además, fue el redactor del Almagesto, que es el catálogo estelar más antiguo conocido hasta el momento. 

En la Edad Media, la astronomía retrocedió severamente en Europa, pero no así en la Península Ibérica. Esto se debió gracias a la presencia de musulmanes en ese territorio. Durante el siglo X, la astronomía avanzó notablemente gracias a la creación de precisas tablas astronómicas. Entre los astrónomos destacados se pueden mencionar a Maslama Al-Mayrity y Abu Ishak Ibrahim Al-Zarqali, que fue el inventor de la azafea, una especie de astrolabio mejorado. También trabajó en las tablas astronómicas mencionadas arriba convirtiéndolas en las Tablas de Toledo. Se enfrentó, además, con los sistemas astronómicos de Aristóteles y Ptolomeo, poniendo yuxtaponiendo las contradicciones de uno y otro. Las Tablas Alfonsíes, que fue un trabajo de astrónomos basado en los trabajos de Azarquiel (Al-Zarqali) sirvieron de trampolín para el avance de la geografía. 

Volviendo a la Antigüedad, llegamos a China. Para empezar, hay que anotar que los principios predominantes en la astronomía de este país eran muy distintos a los de la astronomía occidental (así como su filosofía) dando lugar a sus propios métodos y particularidades.  La astronomía en China tiene una historia muy larga. Tanto, que los historiadores indican que fueron los más persistentes (y certeros) observadores de fenómenos celestiales antes de los árabes…  A diferencia de otras culturas, en China los astrónomos estaban diferenciados de los astrólogos, y su trabajo era interpretar los sucesos y augurios que anunciaba el firmamento. A medida que los astrónomos comenzaron a anotar los eventos regulares, tales como eclipses lunares, fueron siendo apartados de los astrólogos (a quienes los emperadores consultaban antes de tomar cualquier decisión importante).   Los antiguos chinos tenían un calendario lunar de doce meses, y calcularon que la duración de un año era de 365,25 días. Convirtieron este número “mágico” en una unidad de grados (es decir, un círculo en la antigua china se componía de 365,25 grados, a diferencia de los 360 de occidente). También dividieron el cielo en cuatro secciones, con siete casas en cada una (28 casas lunares en total) que eran usadas para cartografiar la posición de la Luna en su viaje a través del firmamento.
 o mejor de esta civilización es que, desde muy temprano, fueron meticulosos a la hora de registrar fenómenos astronómicos tales como cometas, manchas solares, novas y llamaradas solares, comenzando mucho antes que cualquier otra cultura. Es más, intentaron catalogar todas las estrellas observables, definiendo sus constelaciones por una estrella principal, a la que llamaban rey, y rodeándola con el resto de estrellas, los príncipes. Se cree que el astrónomo Shi Shen (siglo IV antes de nuestra era) llegó a catalogar 809 estrellas en 122 constelaciones, aunque ignoró los planetas, a diferencia de los griegos y los mesopotámicos. También realizó la observación más antigua conocida de una mancha solar.   Para poder hacer unas mediciones tan precisas de la posición en el cielo, creemos que los antiguos chinos usaban una esfera armilar (también llamada astrolabio esférico), una esfera de metal consistente de círculos escalonados que interseccionan, permitiendo que un observador pueda asignar una coordenada a una estrella. 

El primer registro de un eclipse fue en el año 2.136 antes de nuestra era, y durante cientos de años de observaciones celestes, perfeccionaron la predicción de estos fenómenos. Pero no se quedaron ahí. Una de las observaciones más famosas de los antiguos astrónomos chinos fue la de una supernova en el año 1.054 (a la que hoy damos el nombre de SN 1054) que fue observada por astrónomos chinos y árabes de la época. Llegó a ser visible durante 23 días, así como 653 noches, desde el 4 de julio de ese año. Los astrónomos chinos llamaron a este fenómeno “estrella invitada” y  registraron que siguió brillando durante más de un año antes de desaparecer. SN 1054 fue la supernova que creó la espectacular Nebulosa del Cangrejo. La explosión no fue sólo registrada por chinos y árabes, si no también por los Indios Anasazi en el sudoeste de Estados Unidos. Por algún motivo, sin embargo, no hay registro de este fenómeno en las culturas europeas. Dentro de la Tinastía Tang destacaron dos astrónomos por la precisión con que pronosticaban los fenómenos celestes. Estos son: Zu Chongzhi (429-500) y  un monje, llamado Yi Xing (683-727), que estudiaba los métodos y creencias de la astronomía y las matemática de la India, fue el primer astrónomo que intentó determinar la longitud de un grado de una línea de meridiano, diciendo que era de 123,7 kilómetros. No se quedó muy lejos de nuestra medición actual (111 kilómetros). Yi Xing fue el principal impulsor de crear una esfera armilaria que se moviese en conjunción con el cielo.   La Dinastía Song (que duró desde el año 960 al 1279) fue testigo de la construcción de enormes observatorios, bajo una serie de precisos mapas estelares. Con uno de estos mapas, se construyó un planetario que contenía nada menos que 1.434 estrellas y 28 constelaciones. Además, al final de este período emergió otro de los grandes astrónomos chinos: Guo Shoujing (1.231-1.316), que creó un enorme reloj de sol con el que pudo medir la longitud del año con un margen de error de tan sólo 30 segundos.

En general, la astronomía china, como habrás podido ver, no fue especialmente meritoria en la creación de nuevas teorías o de intentar mejorar el entendimiento del cosmos, si no que se dedicaron a refinar sus mediciones hasta alcanzar un grado de precisión de lo más llamativo. Es muy posible que, por este mismo detalle, sus contribuciones hayan pasado más desapercibidas, en favor de las realizadas por el Islam, India y los antiguos griegos. 
Yendo más al norte, al Japón, hay que mencionar que es muy interesante. Poco sabemos de la astronomía japonesa antigua (entre otras cosas porque la escritura se introdujo relativamente tarde en el país), pero desde el principio algo es evidente. Los japoneses han sentido especial predilección por la constelación de Orión, Con el nombre de Yotawashi Boshi (que se traduciría a algo parecido a “estrellas que atraviesan la noche”, hasta donde he podido averiguar) los japoneses describían a todos aquellos astros que aparecían por el este con la puesta de sol, y se ponían con la llegada del amanecer, de entre las cuales destacaba, muy por encima de las demás, como no, Orión. No sólo en Japón, en casi todas las culturas, es muy fácil de reconocer (especialmente por su cinturón), e incluso hoy en día sigue llamando la atención de niños y adultos en las largas noches invernales.
A diferencia de otras culturas, los nipones no formaban asociaciones con las estrellas por medio de dioses, héroes o criaturas mitológicas que pudiesen identificar en las constelaciones, si no con iconos de conocimiento común o como símbolos de valores específicos de la cultura japonesa: no hay una interpretación única para los patrones de las estrellas que se pueda aplicar a todos los japoneses (en nuestro caso, por ejemplo, asociamos las constelaciones con formas, muchas veces de personajes mitológicos o relacionados con deidades), si no que hay objetos, acontecimientos, señales de temporadas, símbolos religiosos y hasta leyendas basadas en una región geográfica en particular para asignar los nombres de las constelaciones niponas. 
Movámonos un poco más al Oriente Medio. Mesopotamia, esa tierra entre los ríos Tigris y Éufrates, en lo que hoy en día conocemos como Irak, es la cuna de la civilización. En la antigua Sumeria podemos encontrar los registros más antiguos del estudio de la astronomía. Ellos fueron los pioneros, pero los babilonios y los asirios (que ocuparon la misma zona geográfica) heredaron sus tradiciones astronómicas, mitos y leyendas, y desarrollaron su propia cultura astronómica que, con el tiempo, pasaría a los griegos y llegaría hasta nuestros días. De todas estas civilizaciones, los babilonios fueron los que nos dejaron el mayor legado de la astronomía occidental. Tanto es así, que todavía usamos algunas de sus constelaciones, e hicieron predicciones sorprendentemente acercadas a nuestra comprensión del mundo actual… Los usos para los que la astronomía era dedicada eran similares en la cultura mesopotámica, como son las siembras, las cosechas, entre otras cosas y también para las leyendas de tipo religioso y para la medición del tiempo. Entre los astrónomos que destacaban en la antigua Babilonia podemos mencionar a Seleuco de Seleucia, que defendía el sistema heliocéntrico de Aristarco de Samos, matemático y astrónomo griego. Además, Seleuco fue el primero en afirmar que las mareas eran debido a la atracción de la Luna, y que la altura de éstas dependía de la posición de la Luna en relación al Sol.  Por desgracia, ninguna de las escrituras originales de Seleuco, ni sus traducciones al griego, han sobrevivido hasta nuestros días. Pero es inevitable pensar hasta donde hubiera podido llegar el conocimiento de nuestro mundo si los antiguos babilonios, y los griegos, hubieran prestado más atención a la imagen del cielo que tenía Seleuco de Seleucia. 
Como última cultura astronómicamente llamativa, dirijamos nuestra atención en los Mayas. Es imposible no mencionar la supuesta profecía del fin del mundo que ocurriría en 2012. (Sin embargo, esto ya fue objeto de discusión en un artículo precedente. Por lo tanto, no hablaremos de eso aquí). El elemento común de civilización con otras culturas es que también utilizaban los ciclos estelares para realizar mediciones, ciclos de la naturaleza, determinar las temporadas y crear su propio calendario.  Sin duda, la contribución más enigmática a la astronomía por parte de los mayas es su calendario, un sistema complejo de ciclos que controlaban el tiempo de una manera más precisa que los nuestros. Los dos calendarios principales eran el ceremonial (el Tzolk’in), un calendario de 260 días de 13 números y 20 nombres de días, y el calendario ambiguo (el Haab), de 365 días. Este calendario tenía 18 meses de 20 días, con un mes de 5 días al final del año. El motivo por el que usaban 20 días para el mes es que se basaban principalmente en su sistema numérico vigesimal, es decir, de base veinte, en lugar de nuestro sistema decimal, que es de base diez. Además, tenemos evidencias de que los mayas eran conscientes de que el año no duraba 365 días, pero no hicieron nada por corregirlo (probablemente porque no encajaba con su sistema de base 20).  Ellos se interesaron, más que todo, en los astros cercanos como la luna, el sol la tierra y algunas nebulosas y algunas otras estrellas. Además, carecían de instrumentos complejos como las otras culturas y por eso realizaban las observaciones a simple vista. Su precisión era tal que se acercaron mucho a nuestras mediciones con respecto a planetas como Marte, Venus, Mercurio y Luna.  
Los mayas, al igual que la astronomía hoy en día, dieron mucha importancia a los eclipses, pero de una manera más mítica. (Hay que recordar que, antiguamente, todo era relacionado con la religiosidad). 

A modo de conclusión, podemos decir que el hombre de la antiguedad, indistintamente a su cultura utilizaba la astronomía para las mismas cosas: carácter religioso y también como una forma para determinar cuál era el momento más oportuno para sembrar y cosechar. En estas líneas se ve, de manera admirable, la unidad del género humano con respecto a estas cuestiones a pesar de que el progreso en la materia se realizara en ritmos completamente distintos el uno del otro. Hoy los esfuerzos de las naciones se dirigen hacia el espacio con cada una de las agencias espaciales de los respectivos países.