Alteridad y reconocimiento del otro.
¿Qué es el lugar desde el punto de vista
sociológico?
El
sociólogo portugués Boaventura aborda el lugar
r retomando, de manera crítica y creativa, el viejo planteamiento de la
retórica aristotélica de los topoi,
para elaborar una hermenéutica diatópica como método para el diálogo
intercultural. Su propuesta interesa por dos razones específicas que se
desarrollan puntualmente, sin entrar en el conjunto de la sociología de De
Sousa Santos.
Primero,
plantea el concepto de lugar, no desde los enfoques geográficos o
materiales-territoriales, psico-ambientales y fenomenológicos, como es el
análisis de John Agnew; tampoco desde la teoría sociológica de la producción
social de Henri Lefebvre (ambos citados por Oslender 2008); mucho menos desde
la analítica de los espacios del capitalismo global de David Harley (Oslender
2008; Páramo 2011).
Por
otro lado, dichos universos de significados están hechos, según el sociólogo
portugués, de topoi, que constituyen
“lugares comunes retóricos ampliamente extendidos de una determinada cultura,
autoevidentes, y que, por lo tanto, no son objeto de debate” (Santos 2014, 74).
Lugares que, sin embargo, se vuelven vulnerables e incluso problemáticos cuando
entran en contacto y en contraste con otras culturas. El establecimiento del
diálogo entre los topoi, entendidos
como valores, concepciones, saberes y todas aquellas prácticas de significados
constitutivas de cualquier cultura (abierta y consciente de su incompletitud),
constituye una de las principales finalidades de esta hermenéutica de
Boaventura de Sousa Santos.
Esta concepción de los topoi del autor portugués tiene un
inconfundible origen aristotélico que ha impregnado la clásica definición de
lugar. Aristóteles, en su Retórica (1998), define los topoi como líneas de razonamientos con base en las cuales el orador
(acusador o acusado en una batalla legal) o ciudadano (en una batalla política
en la Asamblea o Ágora) fundamenta su argumentación para convencer a los
oyentes. Los topoi aristotélicos
constituyen unos recursos discursivos que permiten argumentar en una
exposición, es decir, presentar los hechos como verdaderos o probables para
persuadir a los oyentes. El filósofo griego ofrece varios casos de topoi que fueron utilizados en la
historia griega. Un ejemplo dado por el pensador es: “si la guerra es el motivo
de las actuales desgracias, es necesario hacer la paz para que se arreglen”
(Aristóteles 1998, 209). Los topoi eran
en la polis griega herramientas retóricas con fines políticos y jurídicos, tal
como lo evidencian Aristóteles y algunos autores contemporáneos (Mas Torres
2003).
Todo lo anterior nos
ayuda a inferir que el concepto de lugar ha ido cambiado poco a poco en el
decurso de los siglo conservando, sin embargo, la influencia aristotélica
original, aplicándose a contextos culturales y adaptándose a las circunstancias
y retos particulares de nuestros días, de nuestro siglo XXI
El
reciente surgimiento de gobiernos totalitarios a medida que terminaba el siglo
XX y a medida que avanza el siglo XXI, ha traído consigo el florecimiento de
muchas realidades adversas que han ocasionado el desgaste y la progresiva
desaparición de muchos tejidos sociales que, con su diversidad, enriquecían a
las distintas sociedades que constituían y de las que hacían parte. un ejemplo
muy evidente de lo mencionado es el continuo flujo de inmigrantes que se da
desde países que se encuentran en crisis económica, política, social y
humanitaria hacia países que, aparentemente, han logrado superar o evitar todo
este tipo de crisis debido a la transparencia de sus gobiernos. Muchos
inmigrantes de esas sociedades se han visto en la penosa y difícil tarea o
éxodo que implica dejarlo todo y desinstalarse de sus lugares de origen y
buscar, muchas veces después de recorrer grandes distancias, nuevos horizontes
para sus vidas y lugares estables donde instalarse y empezar una nueva vida con
las personas que los acompañan en su azaroso camino. Tal es el caso, para
mencionar una realidad muy cruda y al mismo tiempo cercana, de los inmigrantes
venezolanos que se han visto obligados a dejar su tierra de origen y buscar
nuevos caminos no solamente en Colombia sino también en otros países de
Suramérica y de las demás américas luego de que su país, por la incompetencia e
ineficacia de sus gobernantes (o más precisamente de la corrupción de los
mismos) ha llevado a un país al colapso total de sus instituciones en todos los
ámbitos de la sociedad civil al punto de hacer insostenibles las vidas de sus
mismos ciudadanos que han tenido que irse a otras latitudes para buscar un
futuro mejor para los suyos. Sin embargo, pese a lo crudo de esta situación,
esta situación de la inmigración de personas de un país a otro no es algo
nuevo. Hemos de recordar que, gracias a la gran crisis ocasionada por la
primera guerra mundial, muchos europeos (españoles, italianos y alemanes)
dejaron sus tierras para buscar nuevos horizontes en américa, especialmente en
el cono sur, y empezaron a mezclarse con la cultura americana que ya se había
establecido en el continente desde las primeras décadas después de la
independencia con respecto al dominio español. En estas dos situaciones,
distantes entre sí por el tiempo, pero iguales en sus causas y sus posteriores
consecuencias, vemos que la situación continental y nacional de un país siempre
repercute en las decisiones que tome una colectividad al momento de buscar una nueva
ruta para su subsistencia en medio de las diversas circunstancias que la misma
tenga que afrontar. Algo que también ha sucedido, y que ha perdido relevancia
en el reporte de los noticieros diarios, es el continuo flujo de inmigrantes
desde el continente africano hacia las costas de la Europa insular y
continental mediterránea en busca de mejores condiciones para sus vidas y
también el continuo flujo de inmigrantes mexicanos y americanos insulares hacia
el sur y el suroeste de los estados unidos persiguiendo el mismo cometido: una
mejoría en sus condiciones de vida para sí mismos y para los que los acompañan
en esos viajes, que muy a menudo son muy peligrosos y que muchas veces no se
pueden realizar sin perder la vida en el proceso y, aun así, estas fatales
estadísticas no hacen que los gobiernos de una y otra parte no busquen
soluciones mancomunadas hacia este tipo de situaciones. Sin embargo, también es
cierto que muchos de esos gobiernos no están ni capacitados ni dispuestos a
solucionar estas desavenencias porque los ocupan otras situaciones, que por lo
general son cuestiones políticas, para que estas situaciones se terminen o para
llevarlas a una conveniente solución.
Otro
detonante de toda esta situación anómala que amenaza el sano pluralismo
existente en las diversas regiones del globo terrestre es el fundamentalismo
religioso que ataca a todas aquellas sociedades, instituciones, grupos e
individuos que no comulguen con las ideas de los dominadores atacándolos y
acabando con todo aquello que diverja de las ideas que los dominadores quieren
imponer al resto de los individuos que conforman estas sociedades. Por momentos
he llegado a pensar que hemos llegado a un retroceso anacrónico poniendo de
moda nuevamente un fenómeno que sucedía mucho en la tardía edad antigua y en
toda la extensión de la edad media: la intolerancia hacia aquel individuo que tuviera
unos valores o creencias religiosas distintas a la mía y que, por lo tanto,
debía ser evangelizado o aniquilado porque sencillamente no existía aquella
apertura que da lugar a la tolerancia y al respeto necesarios que dan origen a
la diversidad y a la riqueza de una sociedad pluralista. Por un momento llegué
a pensar que se había olvidado la declaración de los derechos humanos de 1948
en la que se establecía como derecho intrínsecamente humano la libertad de las
creencias de cada quien. En la experiencia de muchos países hemos descubierto
lo efímero y poco estables que resultan estos sistemas totalitarios porque
siempre el poder de las decisiones recae en una sola persona y sabemos que
“quien mucho abarca, poco aprieta”. Volviendo al tema de las intolerancias
contra las personas que profesan una fe distinta a la musulmana, hay que
mencionar algunos hechos que lograron llamar la atención del mundo por las
zonas en que estos se dieron. Hay que mencionar, por ejemplo, el atentado
sucedido el 15 de noviembre de 2015 en parís, que dejó decenas de personas
muertas contra denigrantes de las ideas musulmanas y que, en el fuego cruzado,
mataron a civiles que no tenían nada que ver con disputas sobre la fe; de
hecho, lo que este grupo buscaba era la aniquilación completa de cualquier
minoría divergente. No justifico el ataque de los musulmanes ni tampoco la
intolerancia manifestada por ellos sino que busco condenar y reprobar estas
atrocidades porque van en contra de la dignidad y de la libertad de las
personas como seres integrantes de una sociedad.
Entre otros acontecimientos de esta misma índole
podemos mencionar los continuos ataques y persecuciones que padecieron las
minorías religiosas de estos países por culpa de los hostigamientos de los
grupos islámicos. Estos asedios tomaron la forma de ataques a templos y lugares
de culto cristianos que quedaron arrasados y desaparecidos en su totalidad
durante 2016 y casi hasta finales de 2017 cuando el ejército sirio había
recuperado por completo las ciudades que el estado islámico había logrado
conquistar en su pasajero y tiránico dominio en las tierras sirias. La
conclusión que podemos sacar de todo esto es que, como en la edad media, la
igualdad y el respeto tiene como precio la guerra y el poderío militar que una
nación pueda adquirir sobre otra. Entonces, la pregunta es: ¿realmente el
hombre ha logrado convertirse en un ser civilizado capaz de evitar el peor
conflicto de todos que es la guerra o solamente está buscando y esperando una
oportunidad para ocasionar otro conflicto de características o proporciones
similares a los que se vivieron en el pasado siglo XX? Anochecerá y veremos qué
sucede, esperando siempre que suceda lo mejor para el ser humano de estos
tiempos.