miércoles, 21 de noviembre de 2018

Walter Benjamín: o la historia a contrapelo


Walter Benjamín o  la historia a contrapelo

Una frase que es oportuno traer a colación en este ensayo es aquella que dice: “quien no conoce la historia, está condenado a repetirla”. Con esta expresión, se nos da a entender que la historia, y también el pasado, debe servir como una enseñanza para que aquella no se algo que se dé en forma cíclica sino de una manera lineal. Incluso a nivel personal, esta es una lección que debemos aprender: no hay que mirar el pasado como una colección de eventos negativos y fracasos que, de una u otra manera, han determinado nuestro presente, nuestro hoy. El pasado ha de mirarse como una fuente de sabiduría para tomar mejores decisiones y, así, poder construir el futuro que queremos. En ese sentido, quiero evocar la figura del ángel que mira los escombros de la historia y, estando impedido de hacer algo al respecto, es llevado al cielo por la corriente de un impetuoso huracán. A los tiempos pretéritos se les ha de mirar con ese sentido pedagógico y no en un sentido anacrónico, como lo hacen muchas personas al considerar ciertas épocas históricas como “oscuras e improductivas”. Por esa razón, también considero como anacrónico el hecho de criticar el pasado cuando las cosas no pudieron ser de otra manera. Por ejemplo, decir cosas como: ¡“cuan equivocada estaba la gente de otras épocas cuando creían esto o lo otro con respecto a este mismo tema”! no se puede criticar al pasado porque, en su momento, este fue el presente de los que nos precedieron en el tiempo y no podían ellos hacerse cargo de nuestro presente porque, para ellos, ese era su futuro. Sin embargo, ellos también supieron ser previsores colocaron los cimientos sobre los que ahora estamos caminando nosotros, sobre todo en materia de conocimiento.
El pasado sigue teniendo vigencia como pedagogo que es, pero algunas personas parecen vivir en él al criticarlo comparando los criterios de ahora para hacer las cosas con los criterios de aquel entonces. Cada persona ha de vivir en su propio tiempo, y esto es lo que hace que su pensamiento sea un enorme contribuyente para la posteridad y, en cierto modo, se adelantaron a su tiempo para contribuir a ese futuro que ahora es nuestro presente.   
Cuando apreciamos un fenómeno histórico que se repite en distintas regiones del mundo, nos da la impresión de que la historia se hace cíclica, no lineal. Otra cosa que nos puede hacer creer este tipo de fenómenos es que no estamos avanzando sino retrocediendo con los tiempos. Por ejemplo,  esto sucede cuando un gobierno pretende asumir la filosofía de otro o cuando un gobernante pretende destruir lo que su predecesor ha hecho con tanto esfuerzo (eso solamente para dar unos pocos ejemplos).
Obras como la de Benjamín se presenta como una  resistencia y constituyen el compromiso emancipatorio a fenómenos representantes de la barbarie como el fascismo y el socialismo que, brevemente, sedujeron al mismo Benjamín. Las tesis de filosofía de la historia se consideran como un documento fundamental porque en ellas convergen, en una “afinidad electiva” y dialéctica, los dos caminos por los que Benjamín había realizado su búsqueda filosófica: la teología judía y el materialismo histórico. Desde la perspectiva benjaminiana, el conocimiento de la historia no es solamente una forma de hacer historia sino la forma de hacer historia. Para él, el pasado es una inspiración para superar los obstáculos del presente porque se toma como una enseñanza para vencer las dificultades propias del presente. Para todo esto,  “hay que hacer un giro copernicano en la forma de entender la historia”, es decir, hacer la historia a contrapelo.
Para muchos de nosotros es sabido que la teología es un herramienta muy útil en la vida civil de los judíos hasta el punto en que estas dos realidades se funden en una sola, y Benjamín no es la excepción a esta regla porque vemos que la teología y el materialismo histórico se unen para tratar de solucionar los problemas de su tiempo como lo son la socialdemocracia alemana, el fascismo, el historicismo y el stalinismo.
En esta figura filosófica (como lo es Walter Benjamín) podemos encontrar un ejemplo preclaro de la actitud a tomar con miras a la resolución de los diversos problemas que se presentan en nuestra vida tanto en una esfera pública como en una esfera privada (es decir, a nivel personal y de sociedad). La filosofía, sobre todo en la época actual, es una disciplina tan amplia que posee los medios necesarios para afrontar los problemas ideológicos y políticos que no escasean en ninguna parte del globo terrestre. De hecho, es ahora cuando la humanidad más necesita de  ella porque, al parecer, ideologías que creíamos y considerábamos como superadas han vuelto a emerger en formas variadas de política que no buscan tanto el interés y el bien común sino el bien personal y particular. En ese sentido, cabe preguntarse algo: ¿ha cambiado la humanidad o ha sido la misma a lo largo del tiempo? Como puede suponerse, no es posible dar una respuesta definitiva a la cuestión sino que la respuesta es, cuando menos, parcial porque, a pesar de que la humanidad ha logrado unas mejores condiciones y calidad de vida respecto a otros tiempos, no logrado adquirir una madurez que lo lleve a no vivir la historia de una manera cíclica sino lineal. ¿En qué puedo basarme para responder esto? Pues bien. Hay un factor, fundamental y sencillo al mismo tiempo, para contestar esa pregunta: a pesar de que las tecnologías evolucionen a pasos de gigante cada día, seguimos siendo, como en los primeros tiempos, unos lobos para nosotros mismos aunque hayamos hecho miles de resoluciones para mejorar o cambiar un poco este problema. Los sistemas políticos siguen siendo tan vulnerables como siempre porque el hombre se ve abocado al mal, y la corrupción política es una tentación frecuente en las administraciones por mucho que se haya o se pretenda hacer una u otra reforma política que, a la postre, no surte los efectos esperados por sus promulgadores.
Otra pregunta que surge, entonces, es la siguiente: ¿para qué sirve la filosofía? La filosofía sirve como una fuente de educación moral para las personas que desean ser buenas: ¡ahí tenemos la ética aristotélica! Ella nos sirve como una manera de mejorar y progresar en la virtud, que es tan necesaria tanto en la vida pública como en la privada.

“jamás se da un documento de cultura que no sea un documento de barbarie”. Para los que hemos estudiado un poco la historia, los grandes acontecimientos que han marcado la historia universal han sido preparados y determinados en su totalidad por las corrientes de pensamiento, que han engendrado todo tipo de barbaridades de las cuales el objeto principal ha sido, en todos los casos, el ser humano. Esta consigna, y la misma historia,  es una diáfana evidencia de que el progreso moral no se corresponde con el progreso en la técnica y la tecnología, que han avanzado mucho y con la que también se corre el peligro de poner al ser humano al servicio de la tecnología, y no al revés.
Las grandes catástrofes que marcaron el siglo XX no han hecho más que demostrar lo anterior. Dos guerras mundiales casi llevan a la extinción a la raza humana y, como si fuera poco, tuvo lugar la guerra fría que casi lleva a una tercera guerra junto con las amenazas que, constantemente, se vislumbran cada vez que chocan los intereses de las potencias mundiales. Podría pensarse que somos piezas de ajedrez o el campo de batalla de los países más desarrollados. En ese sentido, la filosofía puede ser la luz que a la humanidad le falta, la guía que la humanidad necesita para que el desarrollo moral se vea correspondido con el desarrollo tecnológico y técnico que vivimos cada día en nuestra sociedad, que está interconectada gracias al fenómeno de la globalización.  
Hay que saber, por demás, que existe una relación entre historia y metafísica. ¿Cuál es esa relación o, mejor, donde podemos encontrarla? Esta relación podemos hallarla en la rama de la metafísica que se llama teleología. ¿Qué es la teleología? Etimológicamente, la palabra teleología, se compone de dos raíces griegas. Una de ellas es téleos, que significa ‘fin, final’ y la otra, que es muy conocida, es lógos, que significa  ‘tratado, estudio, argumento’. Como se dijo arriba, la teleología es la rama de la metafísica que nos habla del fin[1] de las cosas, refiriéndose, específicamente, a su razón de ser y de lo que se quiere alcanzar, es decir, el propósito de algo. Dentro de las causas aristotélicas, podemos asociarla a la categoría de la causa final, que alude a aquello para lo cual se hace una cosa determinada. Pues bien. Benjamín ofrece una perspectiva muy clara sobre los acontecimientos de línea temporal, la cual podría aplicarse a lo que estamos viviendo en nuestros días: hay una pugna en los intereses de muchas minorías que toman como campo de batalla a los pueblos y regiones menos favorecidos. Incluso esto pudo verse en fenómenos como la Guerra fría: Estados Unidos y la Unión Soviética mantuvieron un conflicto diplomático que hizo que el mundo estuviera al borde de la catástrofe (cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, aclaro yo) y las preguntas que formula Benjamín y el camino que toma con respecto a la historia son tan validas hoy como ayer de tal manera que uno puede preguntarse, teleológicamente hablando: ¿acaso el finalidad de la historia humana es la autodestrucción? ¿Existe y evoluciona el ser humano solo para demostrarse que, junto a los avances tecnológicos logrados por el mismo, también tiene el potencial de autodestrucción? ¿Cuál es el papel del libre albedrío en todo esto? Hasta el momento, por cada avance tecnológico que el ser humano ha logrado también se ha hallado una nueva forma de dañarse a sí mismo. Lo cierto es que aquí, en esta cuestión, el ente que tenemos como objeto de estudio ya no es algo material sino algo tan abstracto y, al mismo tiempo, tan intrínseco al hombre como lo es la historia. Está fuera de nosotros pero, al mismo tiempo, hace parte de nosotros en cuanto que somos sujetos históricos, seres que hacemos la historia con cada una de nuestras acciones al intervenir en ella de manera directa o indirecta, de manera anónima o de forma muy explícita.        


[1] Fin de finalidad, de objetivo al cual se tiende.

domingo, 14 de octubre de 2018

Lógos: Heráclito y los orígenes de la filosofía.

En el siguiente escrito se intentara dilucidar el papel del filósofo Heráclito de Éfeso y relación dentro la historia del pensamiento occidental. También se intentará argumentar por qué la filosofía anterior a Heráclito también puede considerarse como tal. Se busca, por demás, intentar explicar un poco el pensamiento heraclitiano y su incidencia en el concepto mismo de la filosofía tanto posterior como contemporánea al pensador mismo.  

Al hablar del puesto que ocupa Heráclito de Éfeso en la filosofía occidental, hemos de referirnos a una de las figuras más importantes de la filosofía antigua pero, más precisamente, de la presocrática. Al igual que muchos pensadores, tanto los que lo precedieron y sucedieron inmediatamente, el filósofo de Éfeso intentó y propuso una nueva explicación sobre el origen de todas las cosas (arjé) pero, a diferencia de los demás, Heráclito propuso como origen de todas las cosas al Lógos.  Otro de los aspectos interesantes que posee esta figura dentro de la historia de la filosofía, así como de tantas otras, es que se opone a un origen mitológico de las cosas al decir que Homero y Hesíodo no saben nada al respecto de los orígenes de todas las cosas; lo que empezó con los pensadores anteriores a él, en Heráclito toma su continuación, pues él va en contra de una explicación poco racional del origen de las cosas de acuerdo a lo que estaban acostumbrados a oír sus contemporáneos.
Estos pensaban que los dioses eran los creadores y los orígenes de todo y daban un carácter divino a todas las manifestaciones de la naturaleza tales como los truenos y las tempestades, etc. Pero Heráclito, al hablar de la verdad, daba a entender que no bastaba con la mera explicación cosmogónica de las cosas, de la realidad misma.
Volviendo al pensamiento heraclitiano, hay una expresión que llama profundamente la atención y esta es: “todo fluye” y también: “nadie se baña dos veces en el mismo río”. Con estas reflexiones y consignas nos daba a entender que nada permanecía idéntico a sí mismo sino que, en el transcurso del tiempo, todo cambiaba, pero sin perder nada de su esencia. Heráclito es el filósofo del devenir de las cosas; los filósofos inmediatamente posteriores y anteriores a él se ocupaban del final de las cosas y de su origen respectivamente. Sin embargo, nadie se ocupaba de la distancia entre ellos, lo cual es el devenir. A pesar de su relativismo, Heráclito también nos dice que hay armonía en todas las cosas y que, precisamente por eso, nosotros podemos hacer de las cosas, de la realidad misma, objeto de nuestro estudio y nuestra razón. Nosotros, a pesar de que somos los mismos, seguimos cambiando y no permanecemos inmutables ante el paso del tiempo, y eso lo podemos comprobar en nuestra propia vida. Nacemos, crecemos, nos desarrollamos y envejecemos y, con todo eso, seguimos siendo nosotros; a esa misma armonía es a la que hace referencia Heráclito de Éfeso como soporte que hace todo sea objeto de estudio.
A pesar de todo esto, hay pregunta muy interesante que debemos hacernos al respecto: ¿podemos decir, con toda verdad, que el origen de la filosofía tiene como punto de partida el pensamiento de Heráclito o que empezó desde los primeros intentos de los pensadores presocráticos al dar un origen racional de las cosas, apartándonos de la mitología? Pues bien, tenemos que decir que sí porque, teniendo en cuenta a Tales de Mileto, aquellos primeros filósofos dieron un origen racional a las cosas; incluso podríamos decir que ellos hacían una reflexión metafísica sobre el ser y que Heráclito, a su vez, preguntaba por el ser y el devenir de las cosas aportándonos, desde ya, una categoría metafísica que se predica de todo ser: los accidentes, que siempre son inseparables al ser.
Para decir que Heráclito empezó con la filosofía o no, basta que tengamos claro qué es lo que entendemos nosotros por aquel vocablo. Algunos piensan que con Heráclito, empezó la filosofía, pero tal afirmación se aleja de la verdad porque, como cualquier otro filósofo, Heráclito (como cualquier otro filosofo en la historia universal) toma el argumento de su predecesor para rebatirlo, y aquí vemos que él toma dos cosas: en primer lugar, la mitología como origen de todo y, en segundo lugar, el problema del ser, que es la columna vertebral de la filosofía primera, cual es la metafísica.  Aunque la ciencia y la filosofía eran sinónimos, al principio de la historia del pensamiento, con el tiempo cada una de ellas adquirió su campo de estudio y status. Por eso se puede hablar de filosofía de la ciencia. No solamente Heráclito sino también los otros filósofos pusieron en tela de juicio los  orígenes mitológicos de la realidad. Heráclito de Éfeso es el primer filósofo que no es naturalista porque sabemos que sus predecesores colocaban como arjé de las cosas el fuego, el aire, el agua, la tierra y los átomos como lo hiciera, en su momento, Demócrito de Abdera y Leucipo. Todo esto, por supuesto, sin mencionar que los átomos se encuentran como los constituyentes de la materia en todos sus estados como lo sabemos gracias a la física. Sin embargo, no es momento ni lugar para hablar de las ciencias naturales sino de recalcar lo que una y otra tienen en común: ambas parten del principio de curiosidad que es innato en el ser humano. Si las ciencias se preguntan el porqué de las cosas y buscan explicarlas también lo hace la filosofía y viceversa, y es por esta razón que filosofía y ciencia iban de la mano en otrora y, de hecho, todavía lo hacen, pero de una manera distinta al principio. También podríamos decir que Heráclito consideraba como sofismas aquellas explicaciones  que se basaban en el mito y que buscaban dar una respuesta satisfactoria a los interrogantes al ser humano de aquel tiempo. Acudir al mito en esos momentos era, para los filósofos, buscar una respuesta demasiado simple a las cuestiones existenciales que, tanto ahora como en aquel entonces, hacían que el hombre se preguntara por el hecho y sentido de la existencia. Tampoco podemos argüir sin más que aquellos que buscaban en la mitología una respuesta a las preguntas del hombre eran sofistas dado que la sofistica, en la historia filosófica, aparecería mucho tiempo después, casi al inicio de la filosofía helenística.   

La inevitable conclusión a la que nos lleva todo esto es la siguiente: Heráclito de Éfeso no es el único pensador que propende por un cambio en la mentalidad de su tiempo. De hecho, cada pensador, en una etapa distinta de la historia, se propone hacer esto. De algunos, sencillamente, se podría decir que están “adelantados a su tiempo” y por eso su sociedad siempre los mira como un fenómeno o como algo que no encaja en los criterios de la humanidad de ese momento. Sin embargo, cada pensador nos deja un rastro de luz el cual nos invita a seguir adelante cada vez que nuestro horizonte parece oscurecer llegando a su final; es ahí cuando nos damos cuenta que todavía nos queda camino por recorrer. Aquí también se vale decir que subimos a los hombros de los gigantes para mirar más allá y expandir nuestro conocimiento.

jueves, 30 de agosto de 2018

¿Estaremos solos en la tierra porque la vida empezó muy temprano en la Tierra? Elpensante.com


¿Estaremos solos en la tierra porque la vida empezó muy temprano en la Tierra? [1]

Para empezar, no es la primera vez que se plantea la posibilidad (ahora se hace de una manera más creíble gracias a la existencia y descubrimientos de miles de exoplanetas en los últimos 20 años) de que exista vida en otros rincones del Universo, pero intentaré hacerlo desde una perspectiva cosmológica; en ese orden de ideas, hay datos que tenemos que poner en la mesa. El primer dato que nos importa en este momento, es la edad calculada que tiene el Universo, esto es, 13.800 millones de años. El segundo dato que tenemos es la edad de nuestro planeta y, por ende, de nuestro sistema solar que es de unos 4.500 millones de años. Astronómicamente hablando, nuestra estrella se encuentra en la edad de una persona de 45 años de vida, es decir, en la mitad de su existencia; la diferencia de tiempo entre el Universo y la Tierra es de 9.300 millones de años. Pues bien, la pregunta es ¿acaso hemos llegado demasiado temprano? Para responder ese interrogante, un científico japonés ha propuesto un estudio en el que plantea que nuestra galaxia, la Vía Láctea, está en su segunda vida, es decir, se encuentra en la segunda etapa de formación estelar[2]. Antes de continuar, es importante que tengamos en cuenta la edad de nuestro hogar cósmico (nuestra galaxia) tiene unos 13. 510 millones de años (en ese entonces, el Universo era mayor unos 290 millones de años con respecto a nuestra galaxia). Entre los postulados que nos formulan esta pregunta se encuentra la Paradoja de Fermi[3], que, resumidamente, nos cuenta que aunque existen los elementos para la vida en todo el universo no hemos podido hallarla en otros rincones del cosmos. ¿Qué es lo que sucede? Se plantean tres escenarios:
a)    Existen civilizaciones más avanzadas que la nuestra y están evitando el contacto.
b)    Existen civilizaciones menos avanzadas que la nuestra y su tecnología es, apenas, incipiente.
c)    Somos los únicos y no hay nada más que decir.
¿En cuál de estos escenarios nos encontramos? Lo más probable es que nos encontremos en el segundo escenario porque, si existen otras civilizaciones en otros planetas, estas no han sido capaces de lanzar mensajes al espacio o, en consecuencia, explorarlo y observarlo. Desde la astrobiología, podemos decir que hay muchos factores que debemos tener en cuenta para calificar a un cuerpo celeste como habitable. En primer lugar, pensamos en el tipo de estrella, su masa, su edad, su etapa vital, el tamaño de la zona habitable de la misma y luego nos fijamos en el tipo de planetas que esas mismas estrellas son capaces de ‘crear’, por decirlo de alguna manera (utilizo la palabra ‘crear’ porque la mayoría de veces los discos de acreción planetaria se forman alrededor de las estrellas). No solo se habla de planetas habitables sino también de estrellas habitables (estrellas que sean lo suficientemente tranquilas como para permitir la vida en los planetas que las orbiten) y de también de la zona habitable galáctica[4], es decir, la distancia a la que una estrella se encuentre del centro galáctico para que permita que la estrella sea cree planetas habitables. Actualmente, nuestras observaciones en el universo observable nos han permitido encontrar exoplanetas de todas las clases: desde planetas gigantes calientes hasta super-tierras, es decir planetas rocosos como la tierra, pero con una masa varias veces más grande que ella. Con todos estos datos en consideración, hay que decir que nuestro universo (en caso de que existan otros, claro está) es un universo muy joven, pero no se puede decir que seamos los únicos seres habitantes del universo. De hecho, nuestras mismas observaciones se inclinan más en ese sentido que en la posibilidad de que estamos solos. Por otra parte, surge varios interrogantes: ¿Qué hay con la primera etapa de formación de estrellas en la Vía Láctea? ¿Pudo crear, en el pasado, sistemas estelares habitables como lo hace ahora en todos sus rincones? Más aun, ¿sucede lo mismo en la galaxia de Andrómeda y en todas las galaxias del universo observable? ¿Puede aplicarse este mismo interrogante en todas ellas, teniendo en cuenta que todas las galaxias poseen las mismas características que la nuestra? ¿Acaso hubo planetas habitables en la primera etapa de formación de estrellas de nuestro vecindario cósmico? Y, de haberlos, ¿Se preguntaron lo mismo la civilizaciones que florecieron en aquella época tan remota? Como decía aquel: no sabemos si estamos solos o acompañados en el universo, pero cualquiera de las dos posibilidades es igual de inquietante.  

En conclusión, debemos tener en cuenta que la astronomía es una ciencia y, como tal, su conocimiento es verificable y rectificable pero, cada vez más, nos encontramos nos acercamos a una respuesta definitiva (y, también, positiva) a la cuestiones de marras: ¿estamos solos en el universo? Si no estamos solos en él, entonces ¿Por qué no hemos encontrado algún indicio inequívoco de vida? ¿Dónde está todo el mundo? ¿Dónde está todo el universo?







[1] https://www.elpensante.com/estaremos-solos-en-el-universo-porque-la-vida-empezo-muy-pronto-en-la-tierra/
[2] https://www.astrobitacora.com/segunda-vida-de-la-via-lactea/
[3] https://www.astrobitacora.com/por-que-no-hemos-encontrado-vida-inteligente-la-paradoja-de-fermi-y-el-gran-filtro/
[4] https://astrobitos.org/2015/11/23/buscando-la-zona-de-habitabilidad-galactica/

miércoles, 8 de agosto de 2018

Sergio Fajardo: Acabar la polarización es el gran reto de Ivan Duque(Caracol Radio)

Sergio Fajardo: Acabar la polarización es el gran reto de Ivan Duque(Caracol Radio) 

La palabra clave en este contexto es polarización. En este contexto, la palabra polarización alude a la dispersión y oposición a las ideologías que, de turno, se encargan de la administración de la máxima autoridad pública: la presidencia. Lo que pretende este candidato es acabar, de manera sutil y sin violencia, con la oposición; no obstante, hay una pregunta que salta a la vista a la que, ineludiblemente, nos aboca al siguiente interrogante: ¿se hace viable una homogeneidad en el panorama político e ideológico en el país? ¿Funcionaría que, en un país, todos pensaran de la misma manera? Basta con que lo miremos desde el ámbito interpersonal para percatarnos que, evidentemente, eso se ve escasamente: a pesar de que hemos de convivir con nuestros semejantes, siempre advertimos que nuestros pensamientos difieren el uno del otro, pero siempre procuramos agruparnos y reunirnos con aquellos que tienen una afinidad con nuestra concepción, con nuestra manera de ver la realidad que todos compartimos. Asimismo, proponer a un presidente el objetivo de acabar con la polarización resulta un poco ambicioso porque atenta contra la tolerancia, que es el respeto que les debemos a los demás por su manera de pensar y de concebir la realidad. Es como si se quisiera condicionar y exigir al otro a que piense, actúe y tenga las mismas expectativas que nosotros, lo cual resulta, a todas luces, un intento soterrado de autoritarismo por la vía política. 
A ese respecto, la pluralidad, la democracia, la descentralización y la participación están amparadas desde el título primero, artículo primero, de nuestra Constitución política colombiana. Lo que nos importa aquí es la cuestión de la pluralidad; por esa razón, tenemos que advertir la homogeneidad política e ideológica no funciona en ninguna parte del globo terráqueo: los países que se hallan bajo esta premisa se encuentran abocados a las dictaduras y a los regímenes autoritarios que pretender absolutizar el poder. Estas maneras de gobernar se encuentran obsoletas, y un ejemplo preclaro de todo esto es el hecho de que el pueblo francés, en 1789, se haya rebelado contra el Antiguo Régimen, que era la monarquía absoluta de Luis XVI de Francia. Sin embargo, no basta con remontarnos a algo acaecido en el siglo XVIII; hay que mirar las situaciones contemporáneas que están más cerca de nosotros: estos panoramas evidencian que los intentos y los estados dictatoriales tienen, como medio de conservación, la represión y otras formas de ir contra lo que se oponga o difiera con la ideología dominante en el gobierno. 
Unificar al país no significa pretender que todos pensemos igual en el ámbito de la política o en otro que venga al caso, sino todo lo contrario: ejercer y vivir la tolerancia en medio de la diferencia. En ese sentido, la historia de Colombia (desde que es tal, por supuesto) nos ofrece muchas pruebas y acontecimientos que nos refieren que siempre se recurre a la violencia como un método de imposición ideológica: el primer acontecimiento que se puede mencionar, a este respecto,  es la guerra entre federalistas y centralistas, dirigidos por Camilo Torres y Antonio Nariño respectivamente. Mirando esa absurda pugna, podemos darnos cuenta de que lo que necesitaba nuestro país en ese momento era el esfuerzo mancomunado de estos dirigentes para quebrar el yugo español en una época conocida como la Patria boba. Este título es concedido a un período en que nuestros desacuerdos personales  primaron sobre el bien común de nuestra patria, y lo mismo se vio reflejado en la pugna acontecida en los siglos XVIII y XIX entre liberales y consevadores. Es lastimoso que solo para el fútbol seamos capaces de decir: UNIDOS POR UN PAÍS cuando ni siquiera podemos respetar a nuestro semejante si lleva la camisa de otro equipo futbolístico. Colombia es el único país en toda la faz de la tierra en que se presenta este problema de la intolerancia, en el que la vida de las personas es puesta a merced de una afición mal llevada por muchos. Esto solamente es uno de tantos puntos a los que sí debería prestarle atención nuestro nuevo presidente: el procurar que la tolerancia sea el verdadero motivo de unión de todos los colombianos, no el pretender que todos pensemos igual solo porque él esté con la sartén por el mango en este momento.      

jueves, 24 de mayo de 2018

La hermenéutica y el constructivismo


LA HERMENÉUTICA Y EL CONSTRUCTIVISMO

La cuestión que nos ocupa en este apartado es la siguiente: ¿Qué relación existe entre la hermenéutica y el constructivismo? Y, de aquí, surge otra pregunta: ¿Cuál es el elemento vinculante entre algo teórico y algo práctico? En ese sentido, y para responder estos interrogantes hay que traer a colación otra pregunta: ¿Qué es la hermenéutica?
En la mitología griega existía un personaje llamado Hermes, que era el mensajero de los dioses olímpicos. Este ser se encargaba de transmitir los mensajes y la voluntad de los dioses a los hombres y a otros seres con alguna relevancia en las narraciones míticas (Circe, Calipso, entre otras). Un ejemplo de lo anterior lo encontramos en el paisaje de la odisea en el que los dioses decretan el regreso de Odiseo a su patria, Ítaca, después de la guerra de Troya y se lo hacen saber a Calipso, que lo retuvo, a pesar de la voluntad del mismo, en su isla durante siete años (Odisea, canto I, 10- 100; VII, 240-300) también existe una figura de similar papel en la Ilíada, llamada Iris. En las obras homéricas como la Ilíada y la odisea hay, al parecer, una confusión entre una y otra entidad por la función que, en ambos casos, desempeñan estas entidades divinas. En todo caso, este mensajero (Hermes, o Mercurio y, en menor atribución, Iris) tenía en sus pies algo como alas, las cuales le permitían cumplir su encargo con toda prontitud.  
Volviendo al quid de este tema, es pertinente que nos remitamos a la etimología de esta palabra; dos palabras son las que componente este vocablo. Hermes y Techné las cuales se traducen, en su acepción primigenia, como el arte de Hermes, la técnica del que interpreta, intermedia, comunica, el que da a conocer.
El acto de interpretar y de buscar sentido y comprensión a la experiencia está presente, implícita y explícitamente, desde los registros históricos más remotos de la humanidad, particularmente en las culturas antiguas donde se observan las primeras manifestaciones de administración social del sentido, ya sea de los mitos, los oráculos o los textos sagrados (Mayos Solsona, 1991).  Sin embargo, en una línea más sistemática y consistente como disciplina intelectiva, según Ricoeur (2008), al referirse al origen de la hermenéutica, ya en Aristóteles el término Hermeneias (Ερμνειας), empleado en su Órganon  atañe no solo a algunas modalidades particulares de contenidos (e.g. miticos, esotéricos), sino a todo discurso significante, e incluso más, ya que en sí mismo:

El discurso significante es hermeneia, es decir, ‘interpreta’ la realidad, en la medida en que dice ‘algo de algo’; hay una hermeneia porque la enunciación es una captura de lo real por medio de expresiones significantes, y no un extracto de supuestas impresiones provenientes de las cosas mismas (Ricoeur, 2008, p. 10).

Al principio de su existencia, la hermenéutica era auxiliar, sobre todo, a la hora de la interpretación de los textos sagrados como solía mencionarlo san Agustín en su libro Las confesiones y también en su tratado De doctrina cristiana con respecto de la interpretación netamente escriturística. No obstante, ya sabemos que la hermenéutica tiene diversos campos de estudio. La hermenéutica bíblica o, como se conoce en el ambiente judeo-cristiano, exegesis hermenéutica sacra. La hermenéutica aplicada al derecho se conoce como hermenéutica juris y la hermenéutica, con respecto a la filología, es conocida como hermenéutica profana.

En Gadamer y Ricoeur, esta ciencia comienza a ser entendida como la teoría (o práctica teórica) que se encarga de interrogantes tales como: ¿Cómo es posible explicar y entender textos históricos? ¿Qué debemos hacer para comprender lo que el otro dice? ¿Cómo será posible comprender el mundo de ese otro si nunca hemos estado ahí? ¿Qué debemos hacer para no interrumpir al otro? ¿Qué debemos hacer para evitar que en ese dialogo estemos escuchando siempre el eco de nuestra propia voz?   

Gadamer, por su parte, incorpora la connotación positiva en la distancia histórica entre el texto y el lector actual, pues para este el significado profundo de un texto va más allá de lo momentáneo y contingente, ya que un texto no dependería solamente del momento del autor histórico y su auditorio, sino que también la situación del lector actual seria constitutiva del mensaje, ya que comprender no sería nunca re-producir, pues siempre implicaría un proceso productivo (o constructivo), pues a través de la distancia histórica el sentido verdadero de un texto podría llegar a surgir, de tal modo que comprender un texto seria descubrir la pregunta que el texto quiere responder, la cuestión que el texto problematiza directa o indirectamente (Cf. Gadamer, 1993).
Ricoeur añade a la actitud existencial de Gadamer ante el texto, el uso de los resultados de la lingüística y la semiótica, logrando desarrollar un modelo hermenéutico muy interesante e integrador, que parte de la misma premisa de apropiación que Gadamer, planteando que el texto escapa al horizonte finito vivido por su propio autor, de tal modo que lo que el texto significa para el lector actual importa más que aquello que el autor quería decir consciente y deliberadamente cuando lo escribió. Es por ello que para Ricoeur el análisis del texto debe pasar por una actividad que el describe como “un arco hermenéutico” que va desde la comprensión ingenua inicial (existencial), pasando por la “explicación” (exegesis), para
Llegar al saber comprensivo (re-lectura) (Cf. Ricoeur, 2002).

Habiendo dado todos estos presupuestos, es necesario detenernos un poco y tomar la otra relevante cuestión que nos ocupa en este momento. ¿Qué es el constructivismo? En palabras sencillas, consiste en la aplicación práctica de los asuntos teóricos contando con los medios necesarios para llevarlos a cabo. La otra pregunta es, y ya la resolveremos inmediatamente,  ¿Qué relación existe entre algo teórico como la hermenéutica y algo practico como el constructivismo? Pues bien. El constructivismo, al menos en este caso, se podría encargar de poner en práctica (o, mejor, aplicar) los interrogantes planteados en renglones más arriba para dar una respuesta, más o menos atinada, a la búsqueda de la intencionalidad que tienen los autores a los que recurramos en el momento de redactar sus obras. Otra pregunta sería: ¿es viable la relación entre la hermenéutica- constructivismo y la hermenéutica existencial, propuesta por muchos filósofos contemporáneos? Sabiendo que la filosofía es un conocimiento que debe ser llevado a la práctica, la respuesta seria un sí pero, en ese caso, nos encontraríamos ante el siguiente dilema: si la hermenéutica fuese llevada a otro ámbito, como el de la existencia, estaríamos de parte de este presupuesto posmoderno. ¡Tal cosa seria cierta si excluyéramos la finalidad primigenia de la ciencia de la interpretación, que se da en ámbito textual! entonces, ¿Qué es lo que propone el constructivismo a la hermenéutica? A mi parecer, el constructivismo no pretende hacer de la hermenéutica algo propia de la posmodernidad sino que busca que esta ciencia tenga una perspectiva más práctica y eso se ve, implícitamente, en ciencias como la astronomía para conocer su historia y explícitamente, en la exégesis bíblica donde se tiene que interpretar el texto para una vivencia correcta del mensaje recibido; en la hermenéutica juris, para una correcta interpretación de las leyes; en hermenéutica profana para tener unos adecuados presupuestos filológicos.
De acuerdo a lo anterior, parece que las relaciones entre hermenéutica y constructivismo parecen haber empezado apenas y que hay mucha tela por cortar en todo este asunto que, por demás, no deja de ser interesante para muchos de nosotros y habrá que ver  cuánto se avanza en ese sentido.

lunes, 21 de mayo de 2018

El concepto del hombre en el pensamiento oriental

¿QUÉ ES EL HOMBRE?

Para muchas culturas a lo largo y ancho del mundo, uno de los interrogantes más recurrentes ha sido, desde siempre, sobre el lugar y el papel del hombre en el mundo, sobre su misma esencia y también de sus límites en cuanto que es un ser consciente de su propia mortalidad. Hablar del hombre (es decir, del ser humano) es uno de los temas que tienen en común todas las culturas humanas: todas tienen, cada una a su manera, una antropología que los identifica y distingue de las demás culturas y que la hace particular y única. Los griegos, encabezados por Platón e influenciados por los tracios, decían que el hombre era, esencialmente, un “alma encerrada dentro de un cuerpo mortal, sometido a pasiones y deseos que van en contra del alma” dándole, así, un sentido trascendental a la existencia humana. Sin embargo, el concepto filosófico del hombre no termina ahí. San Agustín, siguiendo las líneas platónicas, también dirá que el hombre es, esencialmente, alma.   Aristóteles, en cambio decía que el hombre es un animal político, que crece y convive junto con los demás hombres, los cuales son semejantes. Este pensador también creía que el hombre es un ser ético, pues aducía en los primeros renglones de la ética a Nicómaco “que toda acción y libre elección parecen tender a algún bien; por esto se ha manifestado, con razón, que el bien es aquello hacia lo que todas las cosas tienden (EN 1,1). Por otra parte, Aristóteles difería con su predecesor y maestro filosófico en su opinión sobre el hombre: el hombre es un compuesto de alma y cuerpo, y este será el concepto definitivo del hombre que ha llegado hasta nuestros días. Sería oportuno, por demás, mencionar que filósofos modernos como Descartes también hablaron del hombre como cuerpo y alma.
No obstante, aquí está latente un interrogante ¿a qué se refiere la filosofía cuando habla del hombre como un ser que ocupa un espacio en el mundo? ¿Se refiere, exclusivamente, a los individuos del sexo masculino? Afirmar tal cosa seria un mero reduccionismo filosófico, pues la antropología (y también la filosofía) alude al ser humano en general, es decir, al hombre y a la mujer. Ahora bien, aparece otra incógnita no menos importante en este asunto ¿Cuál es concepto del hombre (ser humano) en oriente? ¿Qué papel desempeña el ser humano en estas culturas?

¿CUÁL ES EL CONCEPTO DEL HOMBRE EN LA FILOSOFÍA NO OCCIDENTAL?
En este apartado merecen especial mención la cultura egipcia, la cultura árabe y la cultura hindú.


CULTURA EGIPCIA

La población egipcia es muy mezclada. Al parecer, llegaron unos grupos camitas a través de Libia, semitas procedentes de Asia y nubios procedentes de Nubia y Sudán. Con el tiempo se creó un tipo bastante homogéneo que constituyó al pueblo egipcio. El egipcio tenía cráneo redondeado o ligeramente alargado, rostro un tanto oval, ojos negros y brillantes y cabello negro; era más bien alto, esbelto y musculoso. Las mujeres eran esbeltas, se preocupaban mucho por su apariencia y sabían utilizar todo tipo de perfumes, cosméticos y ungüentos. Un aspecto de la cultura y la religión del antiguo Egipto era la firme creencia en la vida de ultratumba. La muerte no era más que la transición a un nuevo modo de vivir. Se creía que la personalidad estaba formada por cuatro elementos, dos materiales-el cuerpo y la sombra- y dos espirituales -el ka y el ba.


CULTURA ÁRABE

El concepto del hombre en la cultura árabe está íntimamente influenciado por la filosofía aristotélica, gracias a que en medio oriente se tradujeron al árabe todas las obras de este filósofos para su posterior transmisión al occidente, lo cual se logró porque santo Tomás de Aquino estudió y cristianizó la filosofía del estagirita. ¿Qué pensaba Aristóteles del ser humano? Que era un compuesto formado por cuerpo y alma. El hombre, para él, también era un ser ético y un animal político, idea siempre contrapuesta al pensamiento platónico.     


CULTURA HINDÚ

La variedad y riqueza de la experiencia humana, capaz de experimentar los dolores más abyectos y las afinidades más sublimes, sitúa al hombre en una posición privilegiada en todo este entramado. Dentro de esas capacidades para la acción, la tradición budista establece una jerarquía de los seres en función de su sensibilidad, que sirve de teodolito para clasificar las complejidades de lo vivo. Larvas que sólo gustan, gusanos que únicamente palpan, peces que oyen pero no huelen, espíritus que sólo ven lo invisible, seres capaces de reflexionar el universo…  Cuanto mayor es el número de sentidos disponibles, más capaces son los seres de conocer la naturaleza del mundo. Cuando, en el hombre, esta sensibilidad se refina, entonces se hace posible el tránsito a ámbitos más allá de la forma. Paradójicamente, la sublimación de la sensibilidad es el puente para la superación de lo sensible.


Como se puede ver en este escrito, el concepto del hombre tiene muchas semejanzas ya sea entre países de una misma región o entre las diversas regiones de todo el planeta. La cuestión que todas las culturas del mundo tienen en común es que el ser humano es, a diferencia de los otros seres, un ente trascendente y con un alma inmortal y espiritual. Preguntarle a la humanidad sobre el hombre es encontrar diversas opiniones que confluyen en los diversos puntos que se han mencionado arriba. El ser humano, a lo largo de su devenir histórico, siempre se ocupado en tener una autoconsciencia de sí mismo y del lugar que tiene en el cosmos. En ese sentido, los descubrimientos que se van haciendo con el paso del tiempo hacen que el hombre vaya descubriendo su lugar a medida que avanza en estudio del cosmos: el hombre ya no se cree un ser especial pues ha descubierto que los procesos de la vida que se han dado el planeta también se pueden dar y, de hecho, se dan en regiones descubiertas (cercanas o lejanas) del cosmos que apenas están descubriendo. Si relacionáramos al ser humano y el cosmos, surge una pregunta: ¿Por qué debería importarme la astronomía? ¿Cuál es la relación entre el hombre y la astronomía? Los astrónomos dicen que el hombre, al estudiar el universo, puede descubrir que pertenece a algo más grande que él; la astronomía nos dice que el hombre pertenece al universo y que no se puede desvincular del mismo, y eso nos lanza o, mejor dicho, coloca frente a nosotros interrogantes como: ¿de donde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuál es el sentido de nuestra existencia como especie y como individuos? Para poder responder estas preguntas, basta con mirar un poco la realidad de nuestro tiempo: por una parte, buscamos y tratamos de fomentar la paz pero, al mismo tiempo, nos encontramos con rumores y actitudes que ponen en peligro la paz y los buenos intentos para que el ser humano sea cada vez mejor persona y no sea un lobo para el propio hombre.      

lunes, 30 de abril de 2018

Hermenéutica e interpretación


¿CÓMO LA HERMENÉUTICA ANALÓGICA PUEDE EVITAR LAS FALLAS TANTO DEL UNIVOCISMO COMO DEL EQUIVOCISMO EN LA INTERPRETACIÓN?

El presente ensayo, sobre hermenéutica y analogía,  pretende demostrar la viabilidad de los múltiples puntos de vistas a la hora de interpretar un texto. El autor piensa que es necesario tener en cuenta la intencionalidad del autor para hacer una correcta interpretación del texto. Aquí surgen preguntas como: ¿Quién escribió el texto? ¿A quién va dirigido? ¿Por qué lo escribió? ¿Cuándo lo escribió? En ese orden de ideas, hay que decir algo muy importante: en un mundo mediatizado por las tecnologías es necesario intentar recordar estos interrogantes a la hora de interpretar un texto, ya sea sagrado o profano. Estas preguntas, y el arte de interpretar un texto cualquiera, son los principios elementales para la lectura crítica; es como si la hermenéutica y la lectura crítica fueran de la mano. De hecho, tanto una como otra están relacionadas entre sí. No se puede hablar de lectura crítica sin interpretar un texto ni se puede interpretar un texto sin la indispensable herramienta de la lectura crítica.
Así como en el ámbito moral es muy importante la intencionalidad de los actos de los sujetos morales, la intencionalidad al momento de escribir, por parte del autor,  es muy importante. Para la lectura crítica y, por ende, la interpretación es necesario tener en cuenta el momento en que se escribió el texto. Cuando tenemos en cuenta este factor, descubrimos que el autor nos comenta cómo eran las cosas en su tiempo y en su cultura. Por ejemplo, si consideramos el escrito aristotélico De caelo podemos saber cómo era el concepto que el hombre de aquella época tenia del universo y por qué se creían aquellas determinadas cosas en la antigüedad y nos permite entender, de mejor manera nuestro concepto actual sobre un tema en especial como el universo, en este caso particular. En la antigüedad creíamos que la tierra era el centro del universo, que el sol y los planetas giraban en todo de ella, que no podría haber planetas en torno a otras estrellas y ni siquiera nos preguntábamos si podría haber vida en otros mundos; a día de hoy, sabemos  que la tierra no es centro del universo, que es la tierra la que gira alrededor del sol, que hay planetas orbitando otras ellas (en astronomía, los conocemos como exoplanetas), que existen muchísimas otras galaxias a diferencia de la nuestra y, ahora mismo, nos preguntamos cómo sería la vida (en caso de que exista, claro está) en otros planetas o es si ella es tal y como la conocemos en la tierra.
Este mismo ejemplo de interpretación y lectura crítica podríamos aplicarlo a textos de muy diversa índole pues, aun dependiendo de cada particularidad, se presentan los mismos elementos. En cuanto más se sepa del autor, así mejorará la calidad de la interpretación de sus obras.
Enfocándonos más en la interpretación textual en sí misma, es preciso tener en cuenta el criterio de verdad o de validez interpretativa para poder determinar el nivel de validez de una interpretación dada. Es decir, cuánto puedo acercarme a la verdadera intencionalidad del autor cuya obra trato de interpretar o allegarme. Con respecto a que cualquier interpretación es válida, tengo mis reservas porque no es posible que alguna persona escriba algo solo porque quiso hacerlo; todo autor refleja en su obra una intencionalidad determinada y sería una injusticia textual creer lo contrario. Para poner otro ejemplo, recuerdo la ética a Nicómaco.  Esta obra, como su título lo dice explícitamente, se dirigía a Nicómaco, que era hijo del filósofo y le enseñaba lo que era la virtud y cómo podía aplicarla en su vida diaria. La intencionalidad del autor, aquí, se deja ver con toda claridad: Aristóteles escribió este libro para que su hijo supiera cómo ser virtuoso y la mejor y más correcta manera de conseguirlo. Y lo podemos aplicar a nosotros mismos. Además, un texto tan específico como ese no da pie para ninguna duda en cuanto a intencionalidad de parte del autor se refiere. A pesar de que puede haber una claridad a este respecto y como en las palabras en una conversación diaria, las obras escritas también tienen una tendencia a la tergiversación de la intencionalidad con que es redactada cada palabra de un escrito cualquiera, pero esto se debe a una aproximación marcadamente subjetivista con respecto a la obra seleccionada para su posterior interpretación. Es reduccionista considerar las cosas exclusivamente desde el punto de vista del sujeto cognoscente (el intérprete de una obra) sin tener en cuenta el objeto del cual se hace la interpretación (el autor, su obra y la intencionalidad con que escribe); es como si no se quisiera captar verdaderamente lo que el autor quiere decirle al sujeto interprete y solo se enfocara en sí mismo, como no debería ser…
Algunas personas afirman que, para poder aprehender e interpretar correctamente  un texto en concreto, hay que leer el documento más de una vez. Según ellos, esto sería conveniente para que podamos captar la magnitud del pensamiento del autor que estemos consultando en un momento determinado.  
Como lo decía más arriba, la intención con que se escriben muchas cosas en una sociedad tan mediática como la nuestra tiene mucho que ver en cuanto a credibilidad se refiere: el flujo de información, verídica o falsa, es más rápido que antes de la existencia del internet. Ahora tenemos mayor acceso a cualquier tipo de información que en otrora, y por esto se hace más imperiosa la interpretación la objetividad con toda la información a la que podamos recurrir.
Entonces, ¿tienen que estar contrapuestas, necesariamente, interpretación textual y lectura crítica? Para poder responder a esta pregunta como es debido, es necesario recordar qué es lectura crítica. Cuando hablamos de lectura crítica hablamos de un tipo de lectura que tiene en cuenta muchos factores que también usa la interpretación textual o hermenéutica pues, para una y para otra, se necesita saber quién era el autor, cuando escribió su obra, cuál era su intencionalidad y por qué escribió eso. ¿Por qué se puede caer en esa contraposición? Sencillamente porque en la hermenéutica o interpretación textual solo necesitamos entender qué era lo que quería decir el autor; mientras que en la lectura crítica, además de tener en cuenta lo que nos dice el autor, es necesario considerar nuestra postura con respecto a lo que se nos presenta o al objeto de nuestro conocimiento. Ahí es cuando entra en acción el subjetivismo adecuadamente: se trata de ejercer una posición, ya sea de asentimiento u oposición, argumentada y claramente con respecto a un tema en particular.  He aquí la clara diferenciación entre una y otra cosa, aunque tengan mucha relación cuando se trata de afrontar un texto determinado.  

viernes, 16 de marzo de 2018

J. Grodin. ¿Qué es la Hermenéutica?


¿QUÉ ES LA HERMENÉUTICA?

En el presente escrito intentaremos dilucidar que es la hermenéutica y los diversos conceptos que, a lo largo de la historia, le son atribuidos por los diversos pensadores que caracterizaron cada época histórica en particular. Además, es importante que contrapongamos estas opiniones para advertir la situación de la hermenéutica a lo largo de la historia que, al igual que otras disciplinas filosóficas, se ha visto influenciada también por las ideologías que surgieron en cada momento.

En este sentido, la pregunta que, necesariamente, surge como asunto principal es: ¿Qué se entendía originalmente como hermenéutica? Y también ¿Cómo ha cambiado este concepto a lo largo de los siglos hasta nuestros días? Para empezar, hay que decir que la misma hermenéutica es objeto de interpretación pues, para unos, significa una cosa y para otros, otra como lo veremos a continuación:

Ø  En el sentido clásico del término, la hermenéutica designaba en otro tiempo el arte de interpretar los textos. Esto se ha visto en ciencias como la teología, la hermenéutica del derecho, y la filología.
Ø  Para Dilthey, la hermenéutica sigue teniendo el mismo significado, pero añade algo más: esta ciencia puede servir como fundamento metodológico para todas las ciencias del espíritu.  La hermenéutica se convierte, entonces, en una reflexión metodológica sobre la pretensión de verdad y el estatuto científico de las ciencias del espíritu.
Ø  La tercera concepción de la hermenéutica adopta la forma de una filosofía de la interpretación. Su idea fundamental es que la comprensión y la interpretación no son únicamente métodos que es posible encontrar en las ciencias del espíritu, sino procesos fundamentales que hallamos en el corazón de la vida misma. Sin embargo, Heidegger piensa que la hermenéutica, en principio, no tiene nada que ver con los textos sino con la existencia misma, henchida ya ella misma de interpretaciones, pero que aquella puede iluminar. La hermenéutica, entonces, se encuentra al servicio de una filosofía de la existencia, llamada a despertarse a sí misma. Se pasa así de “una hermenéutica de los textos” a una “hermenéutica de la existencia”.        



Como se mencionaba anteriormente, la hermenéutica ha cambiado de acepción para los diversos pensadores a lo largo de la historia, pero vale preguntarse: ¿es posible pasar de una hermenéutica textual a una hermenéutica existencial?


Antiguamente, la ciencia hermenéutica era, simple y exclusivamente el hecho y el arte de interpretar textos sagrados, como lo propuso san Agustín en su obra De doctrina christiana y también como lo mencionó en su libro las Confesiones, especialmente en los capítulos alusivos al hecho de la creación. Esta ciencia de la interpretación tomó el nombre de Hermenéutica en el siglo XVII gracias al teólogo de Estrasburgo Johann Conrad Dannhauer.  
Sin embargo, hay que mencionar que una de las características sobresalientes del medioevo era que todo giraba en torno a la idea de Dios, la naturaleza religiosa del hombre, pero en armonía completa con la razón. De modo que la fe y la razón estaban armonizadas; de hecho, se dice que en ese periodo de la historia existió una armonía que no se ha visto en otro periodo dentro de  ella. Este hecho anterior nos evidencia la conexión existente entre la antigüedad y el medioevo: lo que en la primera se sabía, en la segunda se empezaba a analizar e interpretar para dar una visión más completa de la realidad en la que el hombre de aquel tiempo vivía.

Cuando llegó el Renacimiento, también hizo su aparición el antropocentrismo. Era una época en que el hombre se redescubría a sí mismo, empezaba a tener otro concepto de si más amplio que solamente ser criatura de Dios y también empezó la pugna entre la fe y la razón.   El hombre empezó a ocuparse de sí mismo y ciencias como la hermenéutica, que eran solamente aplicadas a los textos sagrados, empezaron a tener un objeto de estudio más amplio y universal sobre todo a partir del siglo XIX. Gracias a las continuas aportaciones de Schleiermacher, la hermenéutica dejó de ser una ciencia auxiliar para convertirse en una ciencia con método propio. Viendo todos estos antecedentes, podríamos creer que la hermenéutica estaba atrapada en un reduccionismo porque solamente se aplicaba en la interpretación de los textos sagrados, como se sigue haciendo ahora. Volviendo a la universalización de la hermenéutica, se puede decir que ha ganado más terreno en este tiempo que antes; la lectura crítica es una herramienta muy preciada para la hermenéutica, pues nos proporciona elementos importantes para una correcta interpretación del texto que nos encontramos.

Llegados a este punto, emerge una pregunta ineludible: ¿estuvo bien que el hombre y la hermenéutica comenzaran a tener una visión más universal de la realidad? Yo pienso que si porque ciencias como la hermenéutica tienen ámbitos más amplios a los que puede llegar. Es más, podría pensar que el hombre, sobre todo a partir de la edad moderna, ha podido volver la mirada sobre sí mismo cuando el tema predominante de la edad media era la idea de Dios. Sin embargo, no estoy excluyendo esa idea de la mente de los hombres sino que quiero incluir el resto de la realidad; el hecho de que consideremos la idea de Dios no significa que debamos fijarnos exclusivamente en él, pues el hombre es un ser que se encuentra en el mundo  y que, por demás, hace también parte del mismo: basta con despertar todos los días y ver que el sol nace y también que se pone en el ocaso cuando llega la noche. La realidad, y el mundo que lo compone, nos rodean innegablemente.

Todo esto se encuentra presentado organizadamente, pero también hay que tener en cuenta la incidencia de la filosofía contemporánea teniendo como representante principal el posmodernismo o posmodernidad. ¿Qué es esto de la posmodernidad? Para empezar,  tenemos que señalar que posmodernidad es un periodo que está viviendo la filosofía en estos últimos tiempos. Se caracteriza por un cuestionamiento de todas nuestras posiciones a nivel artístico, filosófico e histórico que propugna por la deconstrucción de todo lo que se ha ido construyendo a lo largo de la historia y, como no podía ser de otra manera, también la hermenéutica ha sido alcanzada por esta nueva ideología. ¿En que afecta esto a la hermenéutica? No podemos pasar por alto que Heidegger pensaba que la hermenéutica no tiene nada que ver con lo que sabemos hace parte esencial de esta ciencia: los textos, que son el objeto y campo de trabajo de ella. Pero eso no es todo. Nietzsche ya había dicho: “no existen hechos, sino solo interpretaciones”.  Esta parece ser la frase que anima todo el trabajo de esta ideología contemporánea como lo es la posmodernidad. Claramente se ve que esto atenta contra la razón de la misma hermenéutica textual para convertirse, de esta manera, en una hermenéutica de la existencia. Esto quiere decir que no hay verdades absolutas y que todo es relativo de acuerdo a la óptica desde la que se mire la realidad. Aquí vemos que el relativismo de los profetas de la sospecha ha tocado también a la hermenéutica porque nos vemos abocados a cuestionar nuestros valores y principios de nuestra relación con el mundo y con nuestros semejantes. Sin embargo, la posmodernidad no es un efecto o consecuencia de nuestra realidad sino un reflejo de la época en que nos ha tocado vivir: nos encontramos en unos tiempos marcados por corrupción política y problemáticas sociales que nos aquejan e interpelan como seres humanos. Seria de locos intentar negar la crisis en que nos encontramos, pero tampoco es cuerdo que tengamos un sentimiento de derrotismo creyendo que esta situación es irreversible, pero esta cuestión es algo que pertenece a otros escritos.

La hermenéutica, como acabamos de ver, se ha visto alcanzada por la ideología característica de nuestros días por parte de los existencialistas que, olvidando los textos, quieren hacer una implicación directa entre la existencia y la hermenéutica pasando por alto la esencia de esta ciencia: el texto escrito. Por lo tanto, digo que una hermenéutica existencialista no es viable porque el texto es algo intrínseco y esencial para la hermenéutica.
  

martes, 6 de marzo de 2018

La hermenéutica y la astronomía


La hermenéutica y la astronomía 


En primer lugar, hay que tener claro qué significa hermenéutica.  Sabemos, por trabajos anteriores, que la hermenéutica tiene su origen en la Grecia Antigua. Etimológicamente hablando, viene de Hermes, el mensajero de los dioses olímpicos porque este dios era el encargado de dar a los hombres los mensajes que provenían de los dioses. En la actualidad, de manera mucho más clara, nos vemos abocados a cuestiones que tienden a ser interpretables. Un ejemplo claro de ello puede ser  la época electoral en un país, un descubrimiento astronómico importante como un planeta potencialmente habitable o el hallazgo de planetas en otras galaxias del universo, entre otros.
           
Detrás de todas estas noticias, se encuentra el significado que tienen todas estas cosas. En ese sentido, cabría preguntarse: ¿Qué significa haber descubierto un planeta habitable en nuestra propia galaxia? O ¿Qué significa que hayamos descubierto planetas extra -galácticos[1]?
Cada vez que los astrónomos encuentran algo como un planeta alrededor de otra estrella, fenómenos como los agujeros negros, estrellas de neutrones y cosas parecidas nuestro conocimiento del universo mejora y, en cierta medida, verifica o confirma lo que ya sabíamos con respecto a un tema astronómico en particular. Por ejemplo, hace más o menos 100 años, Einstein predijo la existencia de las ondas gravitacionales  y ahora, en tiempos recientes nuestros telescopios en todo el planeta han podido detectarlas y también observar los fenómenos que las causan: el choque de estrellas de neutrones y los agujeros negros. Con respecto a la verificación de nuestro conocimiento del universo, se contrapone la cantidad de estrellas enanas rojas (las más abundantes del universo)  y los problemas que una estrella como esta, si es inestable y peligrosa para la vida, puede causar. Con respecto a eso, siempre existen los extremistas o las personas que hablan muy precipitadamente, olvidando un principio científico vital: el análisis y la observación. Hay muchos que se aventuran a decir que por haber encontrado un planeta en la zona habitable de su estrella vamos a encontrar vida alienígena ya sea simple o compleja: nada más alejado de la verdad. No es queramos negarlo sino más bien intentar ser objetivos con la noticia y con los resultado que de ella, puedan derivar, las implicaciones que una u otra respuesta puedan ofrecer a todas las personas interesadas en ese asunto. Es como si hubiese una predisposición hacia la realidad de encontrar extraterrestres. De encontrarlos algún día, nuestra concepción del universo daría un giro astronómico. Además, muchos de nosotros consideramos (incluso yo, dicho sea de paso) que el universo es tan grande como para que seamos nosotros los únicos que lo habitemos. De hecho, las similitudes que hemos  encontrado en otros sistemas solares, con respecto al nuestro, nos hacen pensar que la vida debería ser algo habitual y común en el universo. Una de las razones por las cuales el ser humano se ha creído un ser especial en su existencia en el universo es precisamente eso: hasta ahora no hemos hallado inequívocamente una evidencia que afirme o, en su defecto, niegue por completo una u otra cosa. Hasta hace unas décadas solamente creíamos que no podría haber planetas en torno a otras estrellas y, en cambio, a día de hoy hemos descubierto miles de ellos con nuestros telescopios en otras regiones de nuestro hogar cósmico. Ese es el panorama de esta ciencia sin añadir que hemos descubierto planetas en otras galaxias; eso ayuda, como dije más arriba, a confirmar y verificar lo que ya sabíamos del universo: teorizábamos que, como la nuestra, debía haber galaxias que tuvieran planetas que orbitaban otras estrellas parecidas o distintas a nuestro sol, galaxias que tuvieran los mismos objetos astronómicos como los que existen en la nuestra. Esto me constriñe a pensar que la vida debe ser algo más común y frecuente de lo que nuestros telescopios han podido detectar hasta el momento. Considerando este asunto, es más probable que la respuesta a la pregunta sobre la existencia vida en otros mundos se incline más hacia la evidencia que a la duda. Aunque las probabilidades de que esto vayan en aumento, solamente el tiempo nos dirá quién tiene la razón: hace poco tiempo creíamos que no había más planetas y hoy hemos descubierto mucho más que solamente planetas ¿Qué nos deparara el futuro? Es algo que, queramos o no, vamos a descubrir en los años posteriores.     


[1] Se llaman extra-galácticos aquellos planetas que se encuentran ubicados en otras galaxias diferentes a la Vía Láctea. Véase: https://www.astrobitacora.com/primeros-exoplanetas-extragalacticos/