EL ORO PERDIDO DE LOS CONQUISTADORES:
Los
naufragios de los galeones españoles
Durante el siglo XVI,
la explotación de las minas de oro del Nuevo Mundo permitió una afluencia
considerable del metal precioso en Europa. Sin embargo, muchos galeones
desaparecieron al atravesar el océano. Hoy en día, sus restos, sumergidos bajo
el mar, continúan alimentando los sueños de fortuna de muchos aventureros. Las
perspectivas de descubrimiento son tanto más prometedoras, puesto que los
galeones de los Reyes Católicos no viajaban en forma aislada, sino, la mayoría
de las veces, en convoyes. Esta organización incrementaba las pérdidas en caso
de desastre marítimo y también brinda más oportunidades de éxito a los buscadores
de tesoros de hoy.
UNA
EXPLOTACIÓN ORGANIZADA
El motivo principal de
las expediciones españolas hacia el Nuevo Mundo, empezando por la de Cristóbal
Colón, es la búsqueda del metal precioso para llenar las arcas del estado. El
descubrimiento de las extraordinarias riquezas de los reinos indios provoca
entonces rápidamente (desde 1503) la creación de un organismo gubernamental,
encargado de reglamentar el tráfico marítimo entre el pueblo de Cádiz y lo que
en esa época se llamaba las Indias Occidentales. Este organismo es la Casa de
Contratación. Para luchar contra la inseguridad que reina en los mares, la Casa
de Contratación decide organizar un convoy anual de galeones, llamado la plata
flota (la flota de la plata, ya que ese metal constituye, en realidad, la mayor
parte de los cargamentos). La flota se preocupa de encaminar los productos de
la metrópoli y de transportar las riquezas sustraídas a los indios o extraídas
de las minas explotadas en las colonias En cuanto se anuncia la llegada de los
galeones a Cartagena, sale de El Callao, sobre la costa peruana del Pacífico,
un convoy que sube hacia el istmo de Panamá para descargar allí sus valiosos
cargamentos, que son luego transportados a lomo de mula hacia la costa del
Atlántico. La flota de Tierra Firme se reúne con la de Nueva España en La
Habana, y el convoy reinicia su viaje para estar de vuelta a fines de año en
Cádiz.
CONVOYES
ENTEROS SE PIERDEN
El sistema de viajes en convoy se muestra
eficaz para luchar contra los piratas, sin embargo, las pérdidas son aún
mayores cuando las tormentas tropicales alcanzan a toda una flota. A su partida
de España, entre 30 y 40 galeones, naves mercantes y naves armadas, constituyen
la plata flota. Una decena de barcos más livianos, destinados al transporte del
correo y de mercancías de escaso valor, acompañan a estos barcos. Durante el
viaje, el convoy se somete a la velocidad del navío más lento y la menor avería
en cualquiera de los barcos retrasa al resto. Además, un error de apreciación
del jefe del convoy, sobre todo en el mar dei Caribe, puede tener consecuencias
desastrosas, como ocurrió en 1641. Ese año, el general español a cargo de la
misión decide embarcar todo el oro y la plata únicamente sobre dos galeones en
mal estado. Uno de ellos se va a pique a la cuadra de Santo Domingo, después de
haber escapado a un ciclón que ya había hundido a ocho naves de la misma
expedición. El segundo prosigue su ruta, pero se hunde al divisar las costas
españolas...
UNA
FORTUNA BAJO EL MAR
A partir de la mitad
del siglo XVI, cada flota sufre algunos desastres. El año 1567 ocurre uno de
los peores. Un huracán se abate sobre el convoy a la cuadra de las Antillas: la
mayoría de los galeones se hunden o encallan en las costas de la isla de la Dominica.
Para colmo de males, esta isla que aún no ha sido colonizada es habitada por
caníbales Y los sobrevivientes terminan por ser devorados. Los puertos
construidos por los europeos sólo ofrecen una protección precaria, ya que siete
naves son destruidas por la tempestad en el llamado Nombre de Dios, en el
actual Panamá, durante 1563 (otros cinco son luego despedazados en los
arrecifes del Golfo de Campeche), y quince en el puerto de Veracruz, en 1590.
Cuando las maltratadas flotas terminan por volver a atravesar el Atlántico, el
calvario aún no ha terminado.
Así, dieciséis barcos
se van a pique en las Azores en 1591 y, en 1702, diecinueve galeones son
atacados por una fuerza anglo-holandesa, por lo que sus tripulaciones intentan
hundidos en la bahía de Vigo (en España), donde se refugian. Por fin, las naves
separadas de su convoy a causa de una tempestad se convierten en fácil presa de
los corsarios y piratas que las esperan cerca de las costas de España en la
ruta de regreso. Algunas son atacadas casi frente a Cádiz. Para los doce
primeros años, la Casa lleva estadísticas: sobre 391 naves que parten, sólo 269
vuelven, por lo que las pérdidas alcanzan en el siglo XVI a más del 30%. Esta
situación no mejora durante los años siguientes. Si se toma en consideración
que los galeones sólo transportan piedras y metales preciosos, que una parte de
las pérdidas se debe a los piratas y corsarios y que algunos cargamentos de
navíos extraviados han podido ser recuperados, aún queda una hermosa fortuna
durmiendo bajo las aguas. No obstante, no está perdida para todo el mundo. Así,
algunos buscadores de tesoros han ganado varios millones de dólares, una suma
para vivir sin problemas, incluso después de haber pagado los gastos de
búsqueda extremadamente elevados y los onerosos impuestos que existen en
ciertos países.
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