miércoles, 17 de noviembre de 2021

EL ORO PERDIDO DE LOS CONQUISTADORES: Los naufragios de los galeones españoles

EL ORO PERDIDO DE LOS CONQUISTADORES:

Los naufragios de los galeones españoles

Durante el siglo XVI, la explotación de las minas de oro del Nuevo Mundo permitió una afluencia considerable del metal precioso en Europa. Sin embargo, muchos galeones desaparecieron al atravesar el océano. Hoy en día, sus restos, sumergidos bajo el mar, continúan alimentando los sueños de fortuna de muchos aventureros. Las perspectivas de descubrimiento son tanto más prometedoras, puesto que los galeones de los Reyes Católicos no viajaban en forma aislada, sino, la mayoría de las veces, en convoyes. Esta organización incrementaba las pérdidas en caso de desastre marítimo y también brinda más oportunidades de éxito a los buscadores de tesoros de hoy.

UNA EXPLOTACIÓN ORGANIZADA

El motivo principal de las expediciones españolas hacia el Nuevo Mundo, empezando por la de Cristóbal Colón, es la búsqueda del metal precioso para llenar las arcas del estado. El descubrimiento de las extraordinarias riquezas de los reinos indios provoca entonces rápidamente (desde 1503) la creación de un organismo gubernamental, encargado de reglamentar el tráfico marítimo entre el pueblo de Cádiz y lo que en esa época se llamaba las Indias Occidentales. Este organismo es la Casa de Contratación. Para luchar contra la inseguridad que reina en los mares, la Casa de Contratación decide organizar un convoy anual de galeones, llamado la plata flota (la flota de la plata, ya que ese metal constituye, en realidad, la mayor parte de los cargamentos). La flota se preocupa de encaminar los productos de la metrópoli y de transportar las riquezas sustraídas a los indios o extraídas de las minas explotadas en las colonias En cuanto se anuncia la llegada de los galeones a Cartagena, sale de El Callao, sobre la costa peruana del Pacífico, un convoy que sube hacia el istmo de Panamá para descargar allí sus valiosos cargamentos, que son luego transportados a lomo de mula hacia la costa del Atlántico. La flota de Tierra Firme se reúne con la de Nueva España en La Habana, y el convoy reinicia su viaje para estar de vuelta a fines de año en Cádiz.

CONVOYES ENTEROS SE PIERDEN

 El sistema de viajes en convoy se muestra eficaz para luchar contra los piratas, sin embargo, las pérdidas son aún mayores cuando las tormentas tropicales alcanzan a toda una flota. A su partida de España, entre 30 y 40 galeones, naves mercantes y naves armadas, constituyen la plata flota. Una decena de barcos más livianos, destinados al transporte del correo y de mercancías de escaso valor, acompañan a estos barcos. Durante el viaje, el convoy se somete a la velocidad del navío más lento y la menor avería en cualquiera de los barcos retrasa al resto. Además, un error de apreciación del jefe del convoy, sobre todo en el mar dei Caribe, puede tener consecuencias desastrosas, como ocurrió en 1641. Ese año, el general español a cargo de la misión decide embarcar todo el oro y la plata únicamente sobre dos galeones en mal estado. Uno de ellos se va a pique a la cuadra de Santo Domingo, después de haber escapado a un ciclón que ya había hundido a ocho naves de la misma expedición. El segundo prosigue su ruta, pero se hunde al divisar las costas españolas...

UNA FORTUNA BAJO EL MAR

A partir de la mitad del siglo XVI, cada flota sufre algunos desastres. El año 1567 ocurre uno de los peores. Un huracán se abate sobre el convoy a la cuadra de las Antillas: la mayoría de los galeones se hunden o encallan en las costas de la isla de la Dominica. Para colmo de males, esta isla que aún no ha sido colonizada es habitada por caníbales Y los sobrevivientes terminan por ser devorados. Los puertos construidos por los europeos sólo ofrecen una protección precaria, ya que siete naves son destruidas por la tempestad en el llamado Nombre de Dios, en el actual Panamá, durante 1563 (otros cinco son luego despedazados en los arrecifes del Golfo de Campeche), y quince en el puerto de Veracruz, en 1590. Cuando las maltratadas flotas terminan por volver a atravesar el Atlántico, el calvario aún no ha terminado.

Así, dieciséis barcos se van a pique en las Azores en 1591 y, en 1702, diecinueve galeones son atacados por una fuerza anglo-holandesa, por lo que sus tripulaciones intentan hundidos en la bahía de Vigo (en España), donde se refugian. Por fin, las naves separadas de su convoy a causa de una tempestad se convierten en fácil presa de los corsarios y piratas que las esperan cerca de las costas de España en la ruta de regreso. Algunas son atacadas casi frente a Cádiz. Para los doce primeros años, la Casa lleva estadísticas: sobre 391 naves que parten, sólo 269 vuelven, por lo que las pérdidas alcanzan en el siglo XVI a más del 30%. Esta situación no mejora durante los años siguientes. Si se toma en consideración que los galeones sólo transportan piedras y metales preciosos, que una parte de las pérdidas se debe a los piratas y corsarios y que algunos cargamentos de navíos extraviados han podido ser recuperados, aún queda una hermosa fortuna durmiendo bajo las aguas. No obstante, no está perdida para todo el mundo. Así, algunos buscadores de tesoros han ganado varios millones de dólares, una suma para vivir sin problemas, incluso después de haber pagado los gastos de búsqueda extremadamente elevados y los onerosos impuestos que existen en ciertos países.

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