miércoles, 2 de octubre de 2019

Breve historia de la Metafísica

Generalidades de la Metafísica 



METAFÍSICA- definición y término de la disciplina
La metafísica es la ciencia filosófica que se encarga de estudiar la realidad y  cuestiones que no pueden ser tratadas por otras ciencias al estar por fuera de los criterios de la experimentación. Esta ciencia es llamada por Aristóteles como la primera filosofía y estudia la naturaleza, la estructura y los componentes de la realidad, es decir, va a su misma raíz. La metafísica filosófica se contrapone a una corriente esotérica relativamente reciente y carácter  fundamentalmente oriental y que ha surgido en las últimas décadas.
Si toda ciencia es ciencia del porqué, es evidente que la sabiduría más elevada será aquella que se ocupara de “las primeras causas y de los principios”.
En el plano de la teoría de los “primeros principios”, pues es así como se presenta inicialmente, y de una manera casi tautológica, la filosofía primera, Aristóteles reprocha a Platón no haber distinguido bien dos cosas:
1.      Los sentidos del ser, cuyos principios pretendía descubrir.
2.      Las acepciones mismas de la noción de causa, distinción que, no obstante, parecía esencial al tratarse de las primeras causas.   
LA TEORÍA DE LAS CAUSAS
Aristóteles se sentía particularmente orgulloso de su teoría de las cuatro causas, que el mismo ha presentado como su contribución más importante a la elaboración de una filosofía primera. Lo que hay que explicar es, según él, la physis. Lo que la naturaleza es tan compleja, que únicamente es posible hacerlo distinguiendo varios sentidos de la noción de causa:
1.      La causa designa ante todo la materia (hyle) de que están hechas todas las cosas. La materia de Aristóteles no existe nunca en estado bruto, porque toda materia tiene ya su forma, pero no es menor verdad que encarna un principio que se encuentra en la base de todas las cosas. Si el estagirita la nombra en primer lugar, no es sólo porque la materia es la causa más elemental de todas las cosas, sino también porque es esta la especie de causa material que los primeros fisiólogos habrían buscado. Se requiere un principio distinto al de la causa material si hay que explicar de dónde viene el cambio.
2.      Este principio será el de causa eficiente, que designa literalmente el principio o inicio del movimiento. El movimiento que intentará explicar esta causalidad es el de los cuerpos celestes, un movimiento eterno que, por tanto, no tiene comienzo (arché). La causa del movimiento eterno de los astros sólo se puede explicar en términos de finalidad.
3.      La tercera causa, la formal, era la más conocida en el seno del platonismo, porque el estagirita la llama muy a menudo eidos (aunque también ousía). Según Aristóteles, los partidarios de las ideas, fueron, de hecho, los primeros en tomarla en cuenta. De acuerdo a este mismo filósofo, no es posible explicar por qué una materia de madera ha adquirido la forma de una mesa si no se tiene en cuenta la causa eficiente en este caso del artesano o del arte de la carpintería, que ha dado forma a esa materia. Pero hay una cuarta manera de decir el porqué de las cosas, muy apreciada por Aristóteles:
4.      La causa es, en efecto, muy a menudo “ese para qué” (hou heneka) o el fin de una acción, como atestigua el uso de la lengua, que a Aristóteles le agrada mucho seguir: “y en otro sentido causa es el fin, esto es, aquello para lo cual es algo. Por ejemplo, el pasear respecto de la salud. Pues ¿Por qué paseamos? A lo que respondemos: para estar sanos, y al decir esto creemos haber indicado la causa. Ese teleologismo es esencial a todo el pensamiento de Aristóteles, incluida su ética: es en virtud de la misma teleología por lo que puede decirse tanto que los cuerpos se dirigen por naturaleza hacia abajo como que los hombres aspiran a la felicidad.

HAY UNA CIENCIA QUE TRATA DEL SER EN CUANTO SER
Dice Aristóteles:
Hay una ciencia que estudia el ser en cuanto ser, y los atributos que esencialmente le pertenecen. Esta ciencia, por lo demás, no se confunde con ninguna de las denominadas particulares, porque ninguna de estas ciencias se ocupa en general del ser en cuanto ser, sino que, tras seccionar una parte del ser, estudia solamente los atributos de esta parte.
LA PERSPECTIVA ONTO- TELEOLÓGICA DE LA METAFÍSICA.
Aristóteles distingue, en ese contexto, tres ciencias teóricas (o teoréticas, si queremos seguir el texto griego), es decir, ciencias a las que uno se dedica por simple amor al saber, a diferencia de las ciencias prácticas o técnicas que se practican con otro fin. Son la física, la matemática y la ciencia teológica (theologiké).
1.      La física, escribe Aristóteles, trata de los seres móviles y no separados, es decir, aquí, no separados de la materia. Las sustancias físicas, en efecto, están sometidas al movimiento, sin estar separadas de la materia.
2.      En cuanto a la matemática, trata esta de los seres inmóviles, pero probablemente inseparables. Aristóteles quiere decir que las entidades matemáticas no se hallan como tales sometidas al movimiento, pero no existen de manera separada, es decir, autónomamente.
3.      La ciencia primera trata, por su parte, de los seres a la vez separados (de la materia) e inmóviles. A esta ciencia, Aristóteles la llama “teológica” (theologiké). Y es, como explica Aristóteles, que si lo divino está presente en alguna parte, estará presente en esta naturaleza inmóvil o separada, y la ciencia más elevada tiene que tener por objeto el género más elevado.
EL SER SE ENTIENDE EN MÚLTIPLES SENTIDOS
Se trata de una declaración que se encuentra frecuentemente en Aristóteles, de no escasa importancia filosófica. Pero si Aristóteles mismo va a la búsqueda de una ciencia, ontológica o “principal” del ser, no puede ignorar esta polisemia del verbo ser. Destaca cuatro grandes acepciones:
1.      “Ser” se dice primero del ser por accidente: se trata literalmente del ser que “accede” o deviene en alguna cosa. Este ser no existe de manera autónoma, como la sustancia, pero se predica de una sustancia.
2.      “Ser” puede decirse también, prosigue el estagirita, de acuerdo con los esquemas de la categoría. Las categorías son para Aristóteles las grandes secciones según las cuales es posible decir y pensar el ser y enumera por lo general diez: la sustancia, la cualidad, la cantidad, la relación, el lugar, el tiempo, la posición, la posesión, la acción y la pasión.
3.      “Ser” también se dice según el acto y la potencia. Generalmente se percibe en esta tesis una respuesta al inmovilismo de Parménides, que negaba la existencia del movimiento del cambio por la razón de que implicaba un paso del no-ser al ser y, por lo tanto, de la existencia al no-ser.
4.      Ser se dice, por último, en el sentido de “ser verdadero”. Acepción que nos parece bastante menos evidente que las otras, pero que lo debe todo al genio de la lengua griega.
LA FILOSOFÍA PRIMERA COMO OUSIOLOGÍA   
1.      La sustancia designa en primer lugar la “quididad”. El término es todavía más extraordinario en griego que en castellano o en latín. La quididad, en el griego aristotélico, es literalmente “que algo es lo que siempre fue”. 
2.      La sustancia puede designar el universal (el katholou). Aristóteles fue el primero en utilizarla y, literalmente, significa “lo que se toma según el todo” entendiendo así –porque se trata de uno de los sentidos de la sustancia- lo que vale por “todos” los seres de tal o cual tipo, de tal o cual especie: todos los hombres tienen en común, por ejemplo, la misma “sustancia universal” y las propiedades que la acompañan. Esta acepción de la noción de sustancia, o de “lo que verdaderamente es”, sabe de nuevo a platonismo.   
3.      La sustancia podría ser también el género (genos) dice Aristóteles. Acepción que nos hace pensar inmediatamente en “las sustancias segundas” del tratado de las Categorías, que reconocía un estatuto de sustancia a los géneros y a las especies.
4.      Por último, la sustancia puede designar el sujeto o el sustrato (hypokeimenon). La expresión, que también es propia de Aristóteles, designa literalmente aquello que esta (lo que subyace) debajo o sirve como fundamento de… (idea que conservaran los términos latinos de substantia y de subjectum, sujeto).
LA TEOLOGÍA DE METAFÍSICA A
Se ha comprobado que el término theologiké era extraordinariamente raro, y hasta sospechoso, en el corpus aristotelicum, por más que metafísica E le reconociera un lugar de preferencia, y lo mismo sucede con el término teología. Serviría para designar todas las historias que se suelen contar a propósito de los dioses, con el sobreentendido de que no son creíbles. La teología aristotélica no será propiamente un relato sobre los dioses, sino un discurso de inspiración esencialmente física sobre el primer motor (proton kimonoun literalmente, el primer moviente) que se requiere si se quiere explicar un movimiento continuo y universal como es el de los cuerpos celestes. Toda la “teología aristotélica” se contiene en este esfuerzo de explicación que hallamos en la física y en el tratado acerca del cielo, pero cuya versión más clásica podemos ver en el libro XII de la Metafísica.
Se trata de un texto absolutamente fundador para la teología occidental por dos muy importantes razones:
1.      Al hablar del primer motor, que es causa del movimiento de los astros, Aristóteles es, de hecho, el primero en ofrecer una explicación causal y racional del universo físico (aun cuando no se trata directamente, según él, más que de los movimientos celestes) por hacerla depender de un primer principio divino.
2.      Aristóteles es también el ancestro de la teología occidental al decir que este primer motor es acto, que no puede sino ejercer la más elevada actividad que pueda darse, que es la de pensar. Por primera vez en la historia de la metafísica, “Dios” es concebido a la par como un principio de explicación del mundo y como inteligencia suprema, características que seguirán siendo suyas para toda metafísica que se las ingenie para hablar de lo divino. 
En la siguiente tabla se contraponen los conceptos del motor inmóvil en la filosofía antigua:
Aristóteles
Platón
Academia
Primer motor
Idea del bien
Uno
55 motores
Ideas y entidades matemáticas
Ideas-números
Mundo material o sublunar
Mundo sensible
Mundo sensible

Esta estratificación de la trascendencia ha conocido una importante tradición posterior en la historia de la metafísica. El neoplatonismo elaboró una jerarquía aún más diversificada, que se extiende de lo inteligible a lo sensible, partiendo de la idea directriz de una emanación de capas o “hipostasis” de realidad a partir del Uno. En el ámbito de la teología cristiana, marcada por el platonismo, los ángeles pasan a ocupar de una forma completamente natural el nivel inferior del mundo inteligible.


DESARROLLO HISTÓRICO DE LA METAFÍSICA

El mundo espiritual del siglo XIII

Varios acontecimientos caracterizaron esta centuria, perteneciente al siglo XIII:
a)      La aparición de Aristóteles. El siglo XIII marca una etapa nueva en la filosofía. Así como en su comienzo el cristianismo tuvo que enfrentarse con el pensamiento griego, esto vuelve a ocurrir, en forma distinta, en la Edad Media. Hasta este momento, la filosofía cristiana se había constituido sobre la base de escasos escritos griegos, de tipo platónico o neoplatónico; en el siglo xiii irrumpe en el área filosófica de Occidente la figura máxima de Grecia, y la Escolástica tiene que hacerse cuestión de esta filosofía maravillosamente profunda y aguda, pero distinta de su tradición, que le aportan los árabes. Hay una etapa de asimilación del pensamiento aristotélico; es la obra que realizan, sobre todo, San Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino; esto enriquece enormemente las posibilidades de la Escolástica, pero tal vez desvía al mismo tiempo a la filosofía cristiana de otros caminos por los que su genio original hubiera podido llevarla. En todo caso, la presencia de Aristóteles señala el paso a una época nueva y fecundísima.
b)      La fundación de las universidades.  Al comenzar el siglo XIII, nace la Universidad de París, uno de los más grandes poderes espirituales de la Edad Media. Una Universidad no es un edificio ni un centro único de enseñanza, sino una gran agrupación de maestros y alumnos de las escuelas (universitas magistrorum et scholarium), sometida a la autoridad de un canciller. La vida escolar en París era muy floreciente; poco a poco se va organizando y queda encuadrada en cuatro facultades: de teología, de artes (filosofía), de derecho y de medicina. Los más numerosos eran los estudiantes y maestros de artes, y estos se dividían en naciones (picardos, galos, normandos, ingleses); su jefe era el rector, que acabó por suplantar al canciller en la dirección de la Universidad. Los grados de las facultades eran el bachillerato, la licenciatura y el doctorado, la calidad de doctor o magister. La Universidad de París estaba sometida a dos protecciones —e influencias—: la del rey de Francia y la del Papa. Los dos se daban cuenta de la importancia inmensa de este centro intelectual, que se ha llegado a comparar con la del Imperio y el Pontificado. Inocencio III fue el gran protector e inspirador de la Universidad parisiense en sus comienzos.
c)      LAS ÓRDENES MENDICANTES. A comienzos del siglo XIII se constituyen, sustituyendo en cierto modo a los benedictinos, las dos grandes órdenes mendicantes de los franciscanos y los dominicos. San Francisco de Asís funda la Orden de los Hermanos Menores, y Santo Domingo de Guzmán la Orden de Predicadores. La función de estas órdenes es distinta en principio: a los franciscanos corresponde más bien la unción; a los dominicos, la predicación. Esta orden, fundada con ocasión de la herejía albigense, estaba encargada de la defensa de la ortodoxia, y por eso le fue confiada la Inquisición. Pero los franciscanos desplegaron también muy pronto una gran actividad teológica y filosófica, de volumen y calidad comparables. Los franciscanos, especialmente en la dirección que señala San Buenaventura, conservan las influencias platónico-agustinianas anteriores, pero desde Duns Escoto entran también, como los dominicos, en el aristotelismo.  

Crisis de la Metafísica:
La grandiosa construcción metafísica que caracterizó la filosofía medieval va a ser cuestionada y entrar en crisis en la filosofía moderna hasta su disolución y abierta negación en grandes sectores del pensamiento filosófico. Pero conviene advertir que en realidad el ataque a la metafísica no va en propiedad contra la temática que la metafísica aristotélica había planteado, sino contra la manera de entenderla e la filosofía medieval y moderna y especialmente en la escolástica decadente, que se da como la única y válida interpretación del término, forma de entenderla que es vista casi caricaturizada, sin apreciar el esfuerzo especulativo que la investigación medieval había supuesto.

Por otra parte hay que atribuir en gran medida al progreso científico la crisis de la metafísica en la Edad Moderna. El hombre entrevé por primera vez la posibilidad, no teórica, sino real y concreta de un conocimiento exacto de las cosas, un conocimiento que no queda en teorías abstractas, sino que se atiene siempre al control de la verificación empírica; un conocimiento que se traduce en un dominio real de los fenómenos del mundo. Este conocimiento produce la crisis de la confianza que el hombre tenía en la metafísica, tal como incorrectamente interpretaban el término.

Una diferencia fundamental existe en esta concepción de García Morente con relación a Aristóteles, que para este último la intuición intelectual de que estamos hablando no es ningún fenómeno “místico”o extraordinario, sino ese saber primario y fundamental que se nos da como evidente y está al alcance de todos como punto de arranque de todo tipo de saber: por ello Aristóteles la llama “popular” (koiné). No se trata de la intuición sensible, que no rechazamos, “pero esta intuición sensible –como nos dice García Morente– no puede ser la intuición de que se vale el filósofo para hacer su sistema filosófico”. Esta intuición sensible sin la proyección de la intuición intelectual es chata, “puro conocimiento de bestia”, como decía S. Agustín, según ya hemos visto. Con la intuición sensible “conocemos”, pero no “sabemos”. Sólo la intuición intelectual nos permite despegarnos de la inmediatez de lo dado y levantar el vuelo hacia la intelección de lo dado.

En el desarrollo de la metafísica son de una inmensa importancia los siglos que solemos reunir bajo el nombre de Edad Moderna. En los estudios de esta época se ponen al descubierto las partes débiles del sistema metafísico medieval y se impone una investigación de fundamentos que va a correr a cargo de un investigador escrupuloso y profundo, como es Kant. Pero el racionalismo, que ha imperado en Europa, y en general en la cultura occidental a partir de Descartes está viendo en nuestro momento histórico el final de su imperio. Como ya decía Ortega, “la generación que florecía hacia 1900 ha sido la última de un amplísimo ciclo, iniciado a finales del siglo XVI y que se caracterizó porque sus hombres vivieron de la fe en la razón”. 

El punto de partida de toda reflexión filosófica será ahora la vía de la interioridad o la autoconciencia. El primer principio de toda metafísica será el cogito, interpretado como la captación intuitiva de la sustancia del sujeto pensante. De esta primera evidencia se tratará de deducir toda la filosofía a través de las ideas claras y distintas, inaugurando así la vía de la inmanencia. El método introducido por Descartes de deducción metafísica parte de la evidencia del yo para, apoyándose en la existencia y veracidad divina, descender al dualismo de la sustancia pensante y la sustancia extensa. Dios se constituye en el avalista de la certeza de la realidad que me es más próxima.

En la filosofía continental, la superación de la metafísica ha sido declarada sobre todo por razones esencialmente históricas. Marx, Nietzsche, Dilthey, Husserl, Heidegger y la Escuela de Frankfurt de Horkheimer y Adorno: estos no son más que los nombres principales de un catálogo que documenta la convicción de que la metafísica pertenece ya al pasado. Entre los pensadores continentales de nuestro siglo, el que ha tenido, más que ningún otro, una muy viva conciencia de este problema, es sin duda Heidegger, quien ha declarado y sostenido en su labor filosófica la necesidad de superar la tradición de la metafísica, y precisamente de diversas formas:
1.      En la época de Sein und Zeit a través de la idea de una destrucción fenomenológica de la ontología tradicional, teniendo en vista, en realidad, una fundación más radical de la filosofía en un proyecto que en 1919 llamaba “ciencia preteórica originaria”, en 1923 “hermenéutica de la facticidad”, más tarde “analítica de la existencia” y “ontología fundamental” y en 1929 incluso “metafísica del Dasein”.
2.      En la época de la “vuelta”, Heidegger radicaliza este proyecto explícitamente en dirección de la “superación de la metafísica” [Überwindungder Metaphysik], procurando definir los rasgos esenciales que caracterizan la estructura especulativa e histórica de la metafísica, a saber, la “onto-teología”, determinada profundamente por el aristotelismo, y la “subjetividad”, reconducible al platonismo.
3.      En su último pensamiento llega a la tesis del fin de la metafísica la que se habría metamorfoseado ya en la esencia de la técnica moderna: ésta sería, pues, la consumación de la metafísica, y a su vez, la metafísica sería la prehistoria de la técnica.

Existe otro ataque contra la metafísica, emprendido por el pensamiento continental, a saber, el ataque de Jurgen Habermas en su pensamiento pos metafísico. Es lo que evidenciaría de manera muy clara algunos de sus rasgos característicos: 
1.      Su intento de una capacitación comprehensiva del todo, de allí su esfuerzo por alcanzar la identidad de ser y de pensar.
2.      Su nostalgia del absoluto y su aspiración de ocupar el lugar de la metafísica tradicional de la filosofía primera, y esto, sobre el fundamento de un sujeto determinando como conciencia que en la época moderna debe asegurar la fundación inconmovible.
3.      En fin, la determinación fuerte, de alto perfil, de la filosofía que ella concibe como theoria.

Esta caracterización es seguramente sumaria, pero suficiente a ojos de Habermas para concluir que la metafísica está destinada ya a pertenecer a la galería de los errores del pasado. Hoy replica:

·         La ilusión de poder comprender la totalidad ha sido abandonada, y se ha resignado a practicar una racionalidad de perfil bajo, de corte procedimental y no substancial, falibilista y no fundacionista; se ha renunciado, adoptando una actitud acorde con nuestra finitud, a creer que el saber filosófico pueda elevarse al nivel de lo absoluto.

·         Se ha pasado igualmente del primado de la perspectiva del sujeto como conciencia, que garantizaría un saber epistémico universal, a la perspectiva de la intersubjetividad del lenguaje y la comunicación.

·         En fin, la dicotomía tradicional entre teoría y práctica y la asignación del primado a la actividad contemplativa no tiene ya sentido, pues en el mundo moderno han cedido su lugar a un nuevo fenómeno, el fenómeno del trabajo.


Como se sabe, Heidegger ha interpretado la génesis del término “metafísica” declarando que tiene su origen en una “indecisión filosófica de fondo”, a saber, la indecisión filosófica en la que se vio Andrónico de Rodas cuando no supo encontrar ningún lugar donde situar la ciencia aristotélica del ser en cuanto ser, en el contexto del sistema del saber helenístico que prevé una tripartición de la filosofía en lógica, física y ética. Desde finales de los años veinte, Heidegger sostuvo la tesis de que la metafísica se constituye esencialmente como “onto-teología”: la investigación sobre el ente en cuanto tal que ella ha llevado a cabo se configura o bien como investigación de lo que es común a todo ente, es decir, como ontología, que es una ciencia formal (on katholou = koinon), o bien como investigación del ente más elevado, es decir, como teología, que es una ciencia causal (on katholou =akrotaton on).

Como ontología, declarando la polisemia del ser, la metafísica aristotélica reconoce la multiplicidad de la realidad, acepta pues como factor positivo la irreductibilidad de lo múltiple a un único principio y se propone como un pensamiento de las diferencias, de las diversidades, de la pluralidad. En el marco de la ontología aristotélica, el ser no es pensado como unívoco, sino siempre según la articulación de sus múltiples significaciones y de sus diversas regiones. En consecuencia, teoriza la necesidad de tipos de saber diferentes que analicen la realidad en sus múltiples aspectos, según las diferentes perspectivas y en vista de finalidades diversas.

Como teología, considera posible el estudio científico de las realidades supremas, divinas. Por ella, Dios hace su entrada en la filosofía, aunque ya no es más “narrado” en el mito o “revelado” en la religión, sino considerado y estudiado como ser supremo susceptible de una investigación racional. La metafísica, en tanto que teología, se ocupa de lo divino por derecho propio, obteniendo por vía de la argumentación racional un concepto propio de Dios, sin tomar las representaciones de la mitología o de la religión. Engendra la teología especulativa, es decir, filosófica, conceptual. Ciertamente, se puede objetar que de esta manera Dios entra en la filosofía como summum ens, pero en tanto tal deja de hablar en primera persona: lo que tiene que decir se traduce en el lenguaje de la metafísica y de la filosofía. En el horizonte de la metafísica hace efectivamente su entrada en la filosofía, pero para salir de allí inmediatamente. En tanto lógica, la metafísica no es un tipo de saber intuitivo o inspirado, sino que se despliega según las modalidades de la argumentación racional, específicamente, siguiendo la forma por Excelencia de ésta, es decir, la dialéctica en el sentido aristotélico del ars bene disserendi (y no en el sentido moderno, hegeliano, de lógica o sistema de la contradicción).