La Atlántida:
¿Un
reino tragado por el agua...o un Paraíso perdido para siempre?
Que una civilización
grandiosa haya podido existir y desaparecer súbitamente es suficiente para
fascinar. Un nombre, La Atlántida, resume esta historia o este sueño. La
palabra evoca una isla misteriosa, bañada por los rayos de un sol ardiente, y
un pueblo fundador de una cultura brillante y efímera.
En el siglo IV antes de
Cristo, el filósofo griego Platón es el primero en mencionar la existencia de
la Atlántida, Desde entonces, la ciudad fabulosa inspira divagaciones y utopías.
El testimonio de Platón
Hacia el año 355 antes de Cristo, dos diálogos de Platón, el Tirneo y el
Critias, fundan el mito de la Atlántida. Como las otras obras del filósofo, los
textos se presentan bajo la forma de conversaciones entre varias personas
Sócrates, el maestro de Platón; Timeo, filósofo pitagórico; Critias, político
acusado de no tener escrúpulos, y Hemócrates, antiguo general de Siracusa.
En el Timen, Critias,
pariente de Platón, cuenta una historia que le narró su abuelo, a quien se la
contó su padre, habiéndola este último escuchado relatar por el sabio griego
Solón. Cuando Solón estaba en Egipto, al rededor del 590, un sacerdote del
templo de Sais le hizo la siguiente confidencia: Hace 9.000 años existía una
isla llamada Atlántida, «salida del mar Atlántico», situada más allá de las
Columnas de Hércules (hoy Gibraltar) y más grande que Libia y Asia juntas (para
los griegos de esa época, representa el norte de África y Asia Menor). Era
entonces posible pasar de esta isla a otras islas y, desde éstas, alcanzar un
continente que se extendía frente a ellas (¿América?). La historia del pueblo
que habitaba esta isla es la siguiente. Los reyes atlantes, poderosos y
prósperos, animados por objetivos expansionistas, conquistaron las riberas del
Mediterráneo, apoderándose particularmente de Libia y Egipto y avanzando por
Europa hasta Tirrena (Italia occidental). Pero fueron finalmente repelidos y
vencidos por los atenienses, todo esto recuerda algunos aspectos de las Guerras
Médicas (de 492 a 448 antes de Cristo) sostenidas entre griegos y persas. Poco
después se produjeron gigantescos terremotos y cataclismos y la orgullosa
Atlántida fue tragada por el mar.
LA
MÁS BELLA DE LAS CAPITALES
En el Critias, el
filósofo entrega más información acerca de la Atlántida. Después de la creación
del mundo, los dioses se lo repartieron y Poseidón, soberano de los mares,
recibió la Atlántida. De su unión con una mortal, Cleito, tuvo diez hijos, y
cada uno heredó una parte de la isla. El mayor, Atlas, llegó a ser el rey y
recibió la mejor y la más grande de las regiones, la isla era muy rica y se
beneficiaba de importantes recursos tanto agrícolas como mineros. Los sabios
que la gobernaban hacían reinar a más perfecta felicidad, distribuyendo
metódicamente el trabajo.
La Atlántida, descrita en
el Critias se divide en distritos. Los numerosos canales que la surcan
convergen hacia la capital, de forma circular. En el corazón de ésta, se
levanta el palacio real, antigua residencia del dios del mar. Se trata de una
ciudadela de forma igualmente circular y de un diámetro de alrededor de cinco
kilómetros. Anillos concéntricos de tierra y de mar, unidos por túneles y
puentes, componen esta acrópolis. Abriga templos, palacios y edificios
públicos, así como campos de deportes. El más formidable de los templos es el
dedicado a Poseidón. Sus fachadas exteriores están completamente cubiertas de
plata y sus techos enchapados en oro. Al interior, las bóvedas son de marfil
cincelado, con incrustaciones de oro, plata y auricalco (metal bastante
misterioso que se puede suponer seria cobre o una aleación de cobre y oro). El
templo está adornado con numerosas estatuas de oro. Una de ellas sobrepasa a
todas las demás, es la que representa a Poseidón «de pie sobre un carruaje de
seis caballos alados, y de tal magnitud que la figura toca la bóveda del
edificio». La descripción de Platón muestra la riqueza y el poderío de la
Atlántida. Sin embargo, el Critias quedó inconcluso y no se sabe nada más
acerca de esta isla.
UN
PRETEXTO PARA UTOPÍAS
El texto de Platón es
interpretado hoy en día como la primera de las utopías es una alegoría
destinada a alabar los méritos del Imperio ateniense, que se encontraba en esa
época en decadencia. ¿Pero la ciudad ideal que describe el filósofo es
puramente imaginada, o la construcción platónica descansa en una tradición que
podría tener orígenes históricos? Este debate aún no ha terminado. Los antiguos
comentaristas parecen ellos mismos divididos sobre el sentido de los diálogos
platónicos. Aristóteles, en el siglo IV antes de Cristo, afirma que la
Atlántida no es más que un mito. Por otra parte un discípulo de Platón afirma
haber visto, en Sais, los jeroglíficos que relatan la historia contada a Solón.
En la Edad Media, la
Atlántida es prácticamente olvidada. El interés por esta isla tragada por el
mar renace en el siglo de los descubrimientos, incluso algunos autores se
arriesgan a identificar como América a la isla platónica. Con mayor frecuencia,
los filósofos retoman el procedimiento del filósofo antiguo para disertar sobre
la noción de ciudad ideal. Así, el filósofo inglés Francis Bacon redacta en
1627 una Nueva Atlántida (Nove Atlantis), especie de novela científica donde
navegantes, llevados por los vientos a regiones inexploradas del océano,
acceden a las costas de una isla desconocida donde un gobierno iluminado hace
reinar la felicidad absoluta: el sueco Olav Rudbeck ve una alegoría de su
propio país como cuna de la civilización (Atland o Manhem, 1679-1702); el
catalán Jacint Verdaguer hace del continente perdido el objetivo de Cristóbal
Colón (La Atlántida 1876).
LA
ATLÁNTIDA: ¿LA ISLA DE SANTORIN?
En la época
contemporánea, el mito de la Atlántida continua alimentando utopías filosóficas
y ficciones novelescas, A comienzos del siglo XX, el escritor francés Pierre
Benoit publica una Atlántida pronto famosa, donde la isla misteriosa se
encuentra en pleno desierto. Dos oficiales perdidos se encuentran retenidos en
ella por la turbadora Antinea. Más seriamente, arqueólogos y especialistas del
mar han buscado identificar la isla. Para los griegos Galanoupoulos y
Marinatas, así como para el francés Cousteau, a Atlántida no sería otra que la
isla de Santorin, situada a 110 kilómetros al norte de Creta. La isla es en
efecto circular y en 1500 antes de Cristo, Creta estaba en el apogeo de su
poderío. Su civilización minoica era brillante y su comercio se extendía por
todo el Mediterráneo. Además, era enemiga de Atenas y practicaba el culto del
toro como lo hacían los atlantes. Pero, en 1470 antes de Cristo, el volcán
Santorin hizo erupción brutalmente. La erupción fue acompañada de grandes
terremotos, lluvias de cenizas y de una ola formidable de varias decenas de
metros de altura. Fue esta ola la que debió abatirse sobre Creta, destruyendo
su civilización para siempre. Mil cien años después de la terrible catástrofe,
¿habrá confundido Platón fechas y lugares, la isla sepultada y la siniestrada
civilización cretense?
¿O mezcló
deliberadamente eventos históricos y una tradición legendaria para forjar una
alegoría de alcance político y moral? Las dos hipótesis son igualmente
plausibles.
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