En
el siguiente escrito se intentara dilucidar el papel del filósofo Heráclito de
Éfeso y relación dentro la historia del pensamiento occidental. También se
intentará argumentar por qué la filosofía anterior a Heráclito también puede
considerarse como tal. Se busca, por demás, intentar explicar un poco el
pensamiento heraclitiano y su incidencia en el concepto mismo de la filosofía
tanto posterior como contemporánea al pensador mismo.
Al
hablar del puesto que ocupa Heráclito de Éfeso en la filosofía occidental,
hemos de referirnos a una de las figuras más importantes de la filosofía
antigua pero, más precisamente, de la presocrática. Al igual que muchos
pensadores, tanto los que lo precedieron y sucedieron inmediatamente, el
filósofo de Éfeso intentó y propuso una nueva explicación sobre el origen de
todas las cosas (arjé) pero, a diferencia de los demás, Heráclito propuso como
origen de todas las cosas al Lógos. Otro de los aspectos interesantes que posee
esta figura dentro de la historia de la filosofía, así como de tantas otras, es
que se opone a un origen mitológico de las cosas al decir que Homero y Hesíodo
no saben nada al respecto de los orígenes de todas las cosas; lo que empezó con
los pensadores anteriores a él, en Heráclito toma su continuación, pues él va
en contra de una explicación poco racional del origen de las cosas de acuerdo a
lo que estaban acostumbrados a oír sus contemporáneos.
Estos
pensaban que los dioses eran los creadores y los orígenes de todo y daban un
carácter divino a todas las manifestaciones de la naturaleza tales como los truenos
y las tempestades, etc. Pero Heráclito, al hablar de la verdad, daba a entender
que no bastaba con la mera explicación cosmogónica de las cosas, de la realidad
misma.
Volviendo
al pensamiento heraclitiano, hay una expresión que llama profundamente la
atención y esta es: “todo fluye” y
también: “nadie se baña dos veces en el
mismo río”. Con estas reflexiones y consignas nos daba a entender que nada
permanecía idéntico a sí mismo sino que, en el transcurso del tiempo, todo
cambiaba, pero sin perder nada de su esencia. Heráclito es el filósofo del devenir de las cosas; los filósofos
inmediatamente posteriores y anteriores a él se ocupaban del final de las cosas
y de su origen respectivamente. Sin embargo, nadie se ocupaba de la distancia
entre ellos, lo cual es el devenir. A pesar de su relativismo, Heráclito
también nos dice que hay armonía en todas las cosas y que, precisamente por
eso, nosotros podemos hacer de las cosas, de la realidad misma, objeto de
nuestro estudio y nuestra razón. Nosotros, a pesar de que somos los mismos,
seguimos cambiando y no permanecemos inmutables ante el paso del tiempo, y eso
lo podemos comprobar en nuestra propia vida. Nacemos, crecemos, nos
desarrollamos y envejecemos y, con todo eso, seguimos siendo nosotros; a esa
misma armonía es a la que hace referencia Heráclito de Éfeso como soporte que
hace todo sea objeto de estudio.
A
pesar de todo esto, hay pregunta muy interesante que debemos hacernos al
respecto: ¿podemos decir, con toda verdad, que el origen de la filosofía tiene
como punto de partida el pensamiento de Heráclito o que empezó desde los
primeros intentos de los pensadores presocráticos al dar un origen racional de
las cosas, apartándonos de la mitología? Pues bien, tenemos que decir que sí
porque, teniendo en cuenta a Tales de Mileto, aquellos primeros filósofos
dieron un origen racional a las cosas; incluso podríamos decir que ellos hacían
una reflexión metafísica sobre el ser y
que Heráclito, a su vez, preguntaba por el ser
y el devenir de las cosas aportándonos, desde ya, una categoría metafísica
que se predica de todo ser: los
accidentes, que siempre son inseparables al ser.
Para
decir que Heráclito empezó con la filosofía o no, basta que tengamos claro qué
es lo que entendemos nosotros por aquel vocablo. Algunos piensan que con
Heráclito, empezó la filosofía, pero tal afirmación se aleja de la verdad
porque, como cualquier otro filósofo, Heráclito (como cualquier otro filosofo
en la historia universal) toma el argumento de su predecesor para rebatirlo, y
aquí vemos que él toma dos cosas: en primer lugar, la mitología como origen de todo y, en segundo lugar, el problema del ser, que es la columna vertebral de la filosofía
primera, cual es la metafísica. Aunque la ciencia y la filosofía eran
sinónimos, al principio de la historia del pensamiento, con el tiempo cada una
de ellas adquirió su campo de estudio y status. Por eso se puede hablar de filosofía de la ciencia. No solamente
Heráclito sino también los otros filósofos pusieron en tela de juicio los orígenes mitológicos de la realidad. Heráclito
de Éfeso es el primer filósofo que no es naturalista porque sabemos que sus
predecesores colocaban como arjé de las cosas el fuego, el aire, el agua, la
tierra y los átomos como lo hiciera, en su momento, Demócrito de Abdera y
Leucipo. Todo esto, por supuesto, sin mencionar que los átomos se encuentran
como los constituyentes de la materia en todos sus estados como lo sabemos
gracias a la física. Sin embargo, no es momento ni lugar para hablar de las
ciencias naturales sino de recalcar lo que una y otra tienen en común: ambas
parten del principio de curiosidad que es innato en el ser humano. Si las
ciencias se preguntan el porqué de las cosas y buscan explicarlas también lo
hace la filosofía y viceversa, y es por esta razón que filosofía y ciencia iban
de la mano en otrora y, de hecho, todavía lo hacen, pero de una manera distinta
al principio. También podríamos decir que Heráclito consideraba como sofismas
aquellas explicaciones que se basaban en
el mito y que buscaban dar una respuesta satisfactoria a los interrogantes al
ser humano de aquel tiempo. Acudir al mito en esos momentos era, para los
filósofos, buscar una respuesta demasiado simple a las cuestiones existenciales
que, tanto ahora como en aquel entonces, hacían que el hombre se preguntara por
el hecho y sentido de la existencia. Tampoco podemos argüir sin más que
aquellos que buscaban en la mitología una respuesta a las preguntas del hombre eran
sofistas dado que la sofistica, en la historia filosófica, aparecería mucho
tiempo después, casi al inicio de la filosofía helenística.
La inevitable conclusión a la que nos lleva todo
esto es la siguiente: Heráclito de Éfeso no es el único pensador que propende
por un cambio en la mentalidad de su tiempo. De hecho, cada pensador, en una
etapa distinta de la historia, se propone hacer esto. De algunos,
sencillamente, se podría decir que están “adelantados a su tiempo” y por eso su
sociedad siempre los mira como un fenómeno o como algo que no encaja en los
criterios de la humanidad de ese momento. Sin embargo, cada pensador nos deja
un rastro de luz el cual nos invita a seguir adelante cada vez que nuestro
horizonte parece oscurecer llegando a su final; es ahí cuando nos damos cuenta
que todavía nos queda camino por recorrer. Aquí también se vale decir que
subimos a los hombros de los gigantes para mirar más allá y expandir nuestro
conocimiento.