Una de las cuestiones que más ha preocupado al Occidente
es la notoriedad acaecida aproximadamente desde 2011 es el problema de la
inmigración, sobre todo de los musulmanes a Europa. A todas luces, es un
problema que merece la atención de los organismos capaces de intervenir en
cuestiones diplomáticas para la solución de los conflictos causantes de estos
problemas, pues un país con altos índices de migración puede arruinarse por la falta
de población que lo saque adelante. Pues bien, un fenómeno bastante percibido
por las cadenas televisivas es el problema de los refugiados en Medio Oriente,
los cuales salen de su tierra para instalarse en Europa. Ahí suceden cosas como la progresiva disminución
de la gente joven y la baja tasa de natalidad[1]; esto facilita la
repoblación europea por parte de los extranjeros musulmanes que llegan exiliados por los conflictos
bélicos en el último siglo. La cuestión aquí no es simplemente la acogida del forastero,
a lo cual todos tenemos derecho por nuestra condición de seres humanos, sino
una imposición disimulada del credo musulmán. Esto atenta directamente contra
los derechos fundamentales de la persona humana, pues todos tenemos derecho a
elegir nuestras creencias personales e individuales, es decir, al pluralismo;
todos pensamos distinto porque tenemos diversos orígenes a pesar de las
semejanzas posibles. Se requiere que estos musulmanes, y cualquier grupo
fundamentalista también, recuerden el concepto de tolerancia porque, a pesar de
que seamos distintos, existe entre nosotros la unidad psíquica, la unidad de
nuestra naturaleza.
“a donde fueres, haz lo que vieres”, dice el refrán y
vemos que muchos musulmanes pretenden imponer su religión al lugar donde
llegan, olvidando o menoscabando la identidad del lugar al cual se desplazan.
Es como si alguien llegara a un lugar ajeno a imponer su criterio solo para
encajar. Sin embargo, el hecho de que empiece a vivir alguien en un lugar
determinado no significa, necesariamente, que pierda su identidad cultural sino
que debe saber ajustarse al nuevo medio que lo rodea. Fuentes católicas pronostican
que, dentro de unos 20 o 50 años, Europa profesará el islamismo como creencia
oficial. Es cierto que Europa ha perdido su identidad cultural, que fue
establecida en el medioevo gracias a la obra de la orden benedictina, pero
tampoco es menos cierto que ISIS VA perdiendo fuerza militar. Además, se sabe
que esta organización militar no va tanto por motivos religiosos sino políticos;
quiere aprovecharse del caos provocado en Siria por la guerra civil que estalló
a comienzos de 2011. Es como si conocieran aquello de “divide y vencerás”, pero
ha sido frenado por las fuerzas bélicas occidentales. Ahora bien, no se necesitan las armas para que
podamos entender que todos cabemos en este planeta, que lo que nos une es
nuestra condición de seres humanos no las diferencias que no son esenciales. Ha
sido, a lo largo de la historia, una difícil lección aquella de la tolerancia,
que ha sido promovida por las declaraciones de derechos humanos a lo largo de
la historia, especialmente del siglo. ¿Qué más hace falta? ¿Qué necesita el ser
humano para superar esta crisis? ¿Acaso hace falta otra guerra que conciencie
al hombre de los horrores que pueda cometer cuando encuentre oposición de sus
semejantes? Anochecerá y veremos.
[1] http://www.muyinteresante.es/ciencia/articulo/la-tasa-de-natalidad-en-europa-desciende-por-la-crisis-851373457761
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