jueves, 3 de noviembre de 2016

La paz con el ELN. Juan Carlos Garzón. Eduardo Álvarez Vanegas

Una guerrilla distinta a las FARC que requiere un proceso a su medida

Me parece muy llamativo que grupos como el ELN, después de una época violenta como la que hemos vivido en los últimos cincuenta años, quiera y tenga una voluntad de paz siguiéndose de los lineamientos y acuerdos que se propusieron en el plebiscito, refrendados el pasado 2 de octubre. Este es un tema bastante escabroso, álgido, polémico y controvertido si nos damos cuenta de que las FARC recurren a la mesa de diálogo después de un largo periodo de tiempo en el que quisieron usar las armas y la violencia y, viendo que les fue inocua la manera de conseguir sus intereses, decidieron usar la política como último recurso. El dicho dicho dice: "si no puedes con el enemigo, únete a él", y eso es justamente lo que ocurre con las FARC: no obtuvieron lo que querían por la vía violenta y pretendieron alcanzarlo de forma política, pero también este intento ha sido inútil ante un abstencionismo bastante pronunciado, que demuestra el desacuerdo ante este plebiscito y un porcentaje popular que lo expresó democráticamente en las urnas la pasada jornada electoral.  

Tal como sucedió con las FARC, la situación política de las partes se complicó un poco ante la división y diversidad de opiniones como la que se evidenció en la última jornada electoral. No obstante, y a diferencia de las FARC, el ELN se ha retractado de esto al secuestrar dos personas, cayendo en una vistosa contradicción entre lo que supuestamente quiere y lo que en verdad persigue. Es como si quisiera exigir por la fuerza y la presión algo que no está dispuesto a dar. Es una actitud muy cínica por parte de este sector guerrillero cuando quiere acceder a una negociación, que por cierto es muy ambigua, e intentar presionar como si estuviera en posición de exigir unos “derechos” que les han quitado a los ciudadanos afectados por su actividad terrorista en los últimos 50 años de historia colombiana. Se ve en las negociaciones con las FARC, y en este caso con el ELN, una intención soterrada de defender sus propios intereses. No estoy a favor de ningún bando, pues tanto como el estado tienen sus motivos para iniciar este conflicto. Es un conflicto de intereses y se mira más a los privilegiados que a las víctimas de esta guerra de connotaciones mercenarias. Se ha visto aquí una primacía de lo subjetivo sobre lo objetivo. Lo subjetivo es la visión sociológica que cada una de las partes posee: el gobierno, las FARC y el ELN. Lo objetivo es la situación real y actual del país y los cambios que verdaderamente son necesarios para que nuestra nación avance, lo cual nos debe incluir a todos, no excluirnos como prefieren algunos de ellos. No importa la capacidad militar de ninguna de las partes sino su aptitud política: necesitamos más palabras que sean verdaderas y lleguen a ser reales, más tolerancia y una mayor capacidad de dialogo, pues es eso de lo que más carecemos. Es importante resaltar que, para terminar su encargo político, al presidente le quedan solo veinticuatro meses de gobierno, por lo cual surgen otros interrogantes: ¿quién será el próximo presidente de la república? ¿cómo afrontará estas cuestiones, que son tan relevantes para la Nación? ¿Seguirá las mismas líneas del actual presidente? Son estos momentos en los que necesitamos, más que nunca,  una figura transparente y fidedigna que nos ayude a alcanzar las metas que, como país, tenemos que alcanzar.   Anochecerá y veremos.  

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