jueves, 3 de noviembre de 2016

Filosofía con niños: ¿Camino para un pensar transformador en la escuela?

Filosofía con niños, ¿camino para un pensar transformador en la escuela?[1]

En muchas de nuestras experiencias vitales nos hemos encontrado con problemas y polémicas que se han suscitado a nuestro alrededor por la arbitrariedad de las acciones humanas: basta, por ejemplo, echar un vistazo en las cuestiones políticas de nuestro tiempo, cuando es nuestra época una de las más convulsionadas históricamente hablando. Nos encontramos ante diversos tipos de problemas, y la única sensación que esto nos produce es una incertidumbre a todas luces irritante; ignoramos y desconocemos las intenciones de cada una de las partes, pero podemos más o menos intuirlas. Pues bien,  la misma situación se presenta en el ámbito educativo. Nos damos cuenta que la educación, en la actualidad y sobre todo en nuestro país necesita un nuevo impulso, un aire fresco que la renueva tanto en sus estructuras como en sus agentes educativos: padres de familia, estudiantes y profesorado, los cuales se han visto influenciados por agentes extraños a la educación: desde sistemas educativos anticuados y desfasados hasta personas ajenas a este aspecto del conocimiento humano. Muchas iniciativas educativas están encaminadas más hacia intereses políticos particulares que hacia los verdaderos ideales educativos, como si enturbiara el agua pura de una laguna con algo extraño para ella.

En este sentido, la filosofía para niños busca ser y se propone como una solución ante los problemas que se plantea la autora: ¿Por qué los niños, frente a cuestiones y actividades vinculadas al aprendizaje de la lectura y de la escritura convencional, presentan muchas dificultades de concentración y atención para oír lo que está sucediendo en el interior del aula? ¿Por qué presentan dificultades para expresar oralmente sus ideas y pensamientos respecto de lo que está a su alrededor? ¿Onologranrelatarconclaridadsusvivenciasparaqueapartirdeellaspodamosrealizarestudiossobrelalengua? ¿Por qué no son creativos al escribir sus textos? ¿Y por qué no consiguen entender los textos leídos por ellos o por mí? ¿O presentan dificultades de comprensión sobre cualquier texto leído por ellos o por mí? ¿Y difícilmente dialogan sobre sus dudas, cuestiones y opiniones cuando solicitados a participar comentando los temas que son presentados?  ¿No habría,  ante tantas dificultades encontradas durante el proceso de aprender, otra manera de ser, de experimentar y de pensar el tiempo/espacio cotidiano de la escuela/clase?[2]

La filosofía para niños, como lo hemos visto en oportunidades anteriores, apela a la naturaleza infantil en diversos aspectos: la curiosidad innata de los niños, sus interrogantes ante las cosas que suceden a su alrededor. Estas son cuestiones importantes y elementales aun para la filosofía cuando se la estudia como ciencia general, es decir, cuando se la desvincula de la aplicación para los niños. Esto quiere decir, para ser claros, que los niños, con las inquietudes y dudas propias de su estado y con los elementos proporcionados por la filosofía para niños, pueden mejorar sus aptitudes no solamente para su adecuado desempeño escolar sino también para su futuro como miembros de una sociedad con la mira puesta en grandes y mejores cambios para la humanidad. Se nos ha metido en la cabeza que enseñar o aprender filosofía resulta algo tedioso y difícil de considerar, pero no ha sido por culpa nuestra o de la materia en cuestión sino de agentes que no han sabido cumplir adecuadamente su rol de dinamizadores del aprendizaje en las aulas, y lo mismo sucede con otras áreas del curriculum educativo actual. Por esto no se hace extraño que nos disguste una u otra materia solo que lo nuevo. Esto no es nuevo. Lo realmente novedoso es que ya hemos descubierto cuál es la causa y la posible y adecuada solución para el asunto.      



[1] Vanise Dutra Gomes. Filosofía con niños: ¿camino para un pensar transformador de la escuela? Revista de Artes y Humanidades ÚNICA. Volumen 12 N°2, mayo- agosto 2011. Pp. 160-189.     
[2] Ibídem 

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