miércoles, 8 de agosto de 2018

Sergio Fajardo: Acabar la polarización es el gran reto de Ivan Duque(Caracol Radio)

Sergio Fajardo: Acabar la polarización es el gran reto de Ivan Duque(Caracol Radio) 

La palabra clave en este contexto es polarización. En este contexto, la palabra polarización alude a la dispersión y oposición a las ideologías que, de turno, se encargan de la administración de la máxima autoridad pública: la presidencia. Lo que pretende este candidato es acabar, de manera sutil y sin violencia, con la oposición; no obstante, hay una pregunta que salta a la vista a la que, ineludiblemente, nos aboca al siguiente interrogante: ¿se hace viable una homogeneidad en el panorama político e ideológico en el país? ¿Funcionaría que, en un país, todos pensaran de la misma manera? Basta con que lo miremos desde el ámbito interpersonal para percatarnos que, evidentemente, eso se ve escasamente: a pesar de que hemos de convivir con nuestros semejantes, siempre advertimos que nuestros pensamientos difieren el uno del otro, pero siempre procuramos agruparnos y reunirnos con aquellos que tienen una afinidad con nuestra concepción, con nuestra manera de ver la realidad que todos compartimos. Asimismo, proponer a un presidente el objetivo de acabar con la polarización resulta un poco ambicioso porque atenta contra la tolerancia, que es el respeto que les debemos a los demás por su manera de pensar y de concebir la realidad. Es como si se quisiera condicionar y exigir al otro a que piense, actúe y tenga las mismas expectativas que nosotros, lo cual resulta, a todas luces, un intento soterrado de autoritarismo por la vía política. 
A ese respecto, la pluralidad, la democracia, la descentralización y la participación están amparadas desde el título primero, artículo primero, de nuestra Constitución política colombiana. Lo que nos importa aquí es la cuestión de la pluralidad; por esa razón, tenemos que advertir la homogeneidad política e ideológica no funciona en ninguna parte del globo terráqueo: los países que se hallan bajo esta premisa se encuentran abocados a las dictaduras y a los regímenes autoritarios que pretender absolutizar el poder. Estas maneras de gobernar se encuentran obsoletas, y un ejemplo preclaro de todo esto es el hecho de que el pueblo francés, en 1789, se haya rebelado contra el Antiguo Régimen, que era la monarquía absoluta de Luis XVI de Francia. Sin embargo, no basta con remontarnos a algo acaecido en el siglo XVIII; hay que mirar las situaciones contemporáneas que están más cerca de nosotros: estos panoramas evidencian que los intentos y los estados dictatoriales tienen, como medio de conservación, la represión y otras formas de ir contra lo que se oponga o difiera con la ideología dominante en el gobierno. 
Unificar al país no significa pretender que todos pensemos igual en el ámbito de la política o en otro que venga al caso, sino todo lo contrario: ejercer y vivir la tolerancia en medio de la diferencia. En ese sentido, la historia de Colombia (desde que es tal, por supuesto) nos ofrece muchas pruebas y acontecimientos que nos refieren que siempre se recurre a la violencia como un método de imposición ideológica: el primer acontecimiento que se puede mencionar, a este respecto,  es la guerra entre federalistas y centralistas, dirigidos por Camilo Torres y Antonio Nariño respectivamente. Mirando esa absurda pugna, podemos darnos cuenta de que lo que necesitaba nuestro país en ese momento era el esfuerzo mancomunado de estos dirigentes para quebrar el yugo español en una época conocida como la Patria boba. Este título es concedido a un período en que nuestros desacuerdos personales  primaron sobre el bien común de nuestra patria, y lo mismo se vio reflejado en la pugna acontecida en los siglos XVIII y XIX entre liberales y consevadores. Es lastimoso que solo para el fútbol seamos capaces de decir: UNIDOS POR UN PAÍS cuando ni siquiera podemos respetar a nuestro semejante si lleva la camisa de otro equipo futbolístico. Colombia es el único país en toda la faz de la tierra en que se presenta este problema de la intolerancia, en el que la vida de las personas es puesta a merced de una afición mal llevada por muchos. Esto solamente es uno de tantos puntos a los que sí debería prestarle atención nuestro nuevo presidente: el procurar que la tolerancia sea el verdadero motivo de unión de todos los colombianos, no el pretender que todos pensemos igual solo porque él esté con la sartén por el mango en este momento.      

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