viernes, 8 de abril de 2016

Éticas de la diversidad. Una alternativa a la ética de Peter Singer

La diversidad


Antropológicamente hablando, podemos aducir que una de las características que definen a los seres humanos es la diversidad, la diferencia necesaria, entre otras cosas, que debe haber en el planeta tierra. La otra característica se engarza, obligadamente, a este primer rasgo. Ese consiste en la existencia de una  unidad psíquica de todos los seres humanos que coexisten en el mundo a pesar de la mismas divergencias que necesariamente existen entre una cultura y otra.  Es imposible vivir una unidad, que no se debe confundir con uniformidad, si no respetan y se valoran estas particularidades propias de cada grupo humano, Asimismo, es descabellado considerar como seres no- humanos a los niños que no han nacido todavía y darle mayor importancia a los animales. Es una desfachatez absoluta concebir la realidad de ese modo. ¡Es un impensable! Nunca un ser humano es igual a otro. Incluso si son gemelos, uno puede percibir que hay detalles que hacen grandes diferencias cuyo propósito no es otro que enriquecer la expresión humana en todas sus variedades y, por qué no, en sus formas. Todos poseemos capacidades que nos diferencian, inevitablemente, de los demás sin caer en discriminaciones no recriminaciones triviales que sólo buscan sembrar malos sentimientos entre los hombres.

En este mismo sentido, la sociedad infravalora la diversidad de capacidades que pueden existir entre los diversos individuos en un grupo determinado. Recuerdo, a este propósito, un video titulado la educación prohibid. Aquí se denunciaba un fenómeno que afectaba mucho la calidad de la educación infantil y juvenil y, junto a esto, se veía que había gente ajena al contexto educativo interviniendo en estas cuestiones. Consistía, más que todo, en coaccionar al estudiante a asimilar contenidos de una manera sumisa, irreflexiva y acrítica (si podemos usar esta palabra) y que no le aportaban mucho al desarrollo de sus potencialidades como aprendiz de una escuela o como ser pensante que es. Si el estudiante no cumplía las exigencias planteadas por el docente, entonces era considerado como un incapaz y era también reprobable, .  Sin embargo, frente a este modelo impositivo de educación tradicional, se contraponía la posibilidad de que se descubriera en el estudiante sus capacidades individuales que le ayudasen a descubrir su lugar en el mundo, yuxtaponiendo también los incidentes que iban acompañados de aquel sistema errado para educar. Aquella contraposición servía para saber cómo se estaban educando a los niños y jóvenes en la escuela con miras a un proyecto profesional a futuro. Entonces aquí queda un camino trazado y, por algunos, recorrido. 

Tampoco quiero que se infiera que debemos ser clasificados como objetos. Eso sería inhumano. Sin embargo, no es conveniente buscar uniformidad cuando queremos mirar o considerar al ser humano como una unidad con necesarias e inevitables consecuencias. Lo que me gustaría es ver un equilibrio entre los dos extremos, que es cuando llegamos a un concepto simétrico entre nuestras capacidades y diferencias y nuestras diferencias como seres humanos pues muchas veces estas diferencias se escapan de nuestro alcance. Estas pueden ser la pobreza, el desplazamiento, la inmigración, entre otras.

Estoy de acuerdo con aquellas consignas que dicen que la sociedad debería dar el mismo valor a las vidas de todos los seres humanos y respetar los derechos de todas las personas porque, reitero, aunque seamos distintos tenemos la misma dignidad. En el ambiente circula esa beligerancia entre la dignidad del hombre y de la mujer. Disimuladamente se comparan las capacidades y aptitudes de uno y de otro. Esto ocasiona, a mi parecer, una rencilla innecesaria que, más que construirnos como personas, nos destruye, nos rivaliza y esto no debería ser así porque esta actitud podría llevar a problemas de otra índole y quizá más graves. No niego que ha habido un cierta evidencia histórica del dominio masculino sobre la mujer, pero es algo que se está superando o que, por lo menos, ya se tiene la conciencia de que este fenómeno es corregible. Tampoco se puede ser anacrónico porque esa no es ninguna solución.

Me gusta mucho aquel lema que dice: "Tus derechos terminan donde empiezan los del otro". Creo que no hay muchas frases que, como esta, digan mucho sobre el igual valor de la dignidad de las demás personas salvaguardando la diferencia entre ambas. Es muy clara y muy entendible  si se quieren reconocer los derechos de los demás y los de uno mismo como también los derechos existentes como la colectividad que formamos.

Sin embargo, la palabra "diversidad" es una palabra que es muy tergiversable. Digo esto porque hay algunos grupos que reclaman sus "derechos" o, lo que podríamos llamar pretensiones. ¿Cómo es posible que, organismos políticos como el estado, den licencia para que una sociedad se degenere de tal forma? ¿Se habla de autoridad del Estado o de ese afán por ponerse a la moda al igual que otras naciones desarrolladas? Yo sostengo que es la segunda parte porque un país como el nuestro, carente de identidad legislativa, tiende a seguir costumbres o secundando cosas  que otras naciones hacen sólo por un deseo de equipararse. Esto no tiene sentido. Si se desea una ética de la diversidad, los primeros derechos que se deben tener en cuenta son los de los niños. Estos tienen derecho a una familia, que es la unión de un hombre y una mujer, y no otra clase de unión caprichosa que, de ninguna manera, puede llamarse familia.

"La familia es la célula fundamental de la sociedad", decía san Juan Pablo II. Esta afirmación, a mi parecer, es muy acertada pues los hombres y las mujeres de todos los tiempos son los constituyentes de este gran organismo humano como lo es la sociedad humana. El hecho que los gobiernos aprueben leyes antisociales como esta ataca directamente los cimientos de una sociedad correctamente establecida y organizada. Es una insolencia abrupta que algunos afirmen como igualitarias las uniones homogéneas con respecto a las uniones maritales que caracterizan la ley natural.  Al darse a conocer esta aprobación de la unión homosexual como estado civil por parte de la Corte constitucional (que no vamos hablar de matrimonio, porque no se puede ni se debe)  el estado ataca la dignidad y los derechos de la familia como componente básico de la humanidad, en primera instancia porque el estado denota que quiere arrogarse una dignidad que no le corresponde ni le compete. Es cierto que las circunstancias sociales y económicas de un país como el nuestro no han dado tanta cabida al desarrollo de las familias, pero esto no significa que el Estado tenga derecho de atentar contra ella como si estuviese sobre ella, siendo que debería estar a su servicio. Personalmente conozco casos de una niña, que ya son mujeres, cuya suerte fue ser criada por una pareja del mismo sexo. Esta mujer contaba que esta experiencia la traumatizó por la ausencia de una figura paterna que le ayudara a vivir apropiadamente su sexualidad femenina. Esta situación también podría presentarse cuando falta la presencia de uno de los cónyuges en el matrimonio: difícilmente se puede sustituir. Es como si le quitases la pata a una mesa: necesariamente se caerá por la falta de un pilar fundamental. Otra cosa que ha escandalizado gravemente al país en los últimos días es la legalización del aborto. Aquí deseo remitirme a la frase que encabeza este párrafo. En muchas sociedades extranjeras veo con mucha preocupación, hablo por mí, que la natalidad se reduce porque las parejas quieren tener hijos a los 50 años de existencia, con el riesgo de que alguna malformación se presente y tengan así un pretexto para abortar. De esta manera, se niega también la posibilidad una construcción mejor lograda de una sociedad. Es un atento contra ella y al aprobar el aborto y la "muerte digna" la sociedad, y también las personas naturales, deben percatarse que ellas no tienen el derecho a decidir quién vive o quién muere. Nunca. De ninguna manera. Esto es un atentado contra el bien común en cuanto a que no proporciona los medios ni propicia las condiciones pertinentes y necesarias que los individuos y los grupos requieren para llevar a cabo su perfección en miras a su vocación y al servicio de la misma sociedad.

Es una infamia absoluta que algunos éticos quieran dar más importancia y dignidad a los animales que a los embriones humanos, siendo que estos últimos tienen, porque también son personas, una dignidad más alta que los animales. Es una desfachatez que se quiera dar más realce a la dignidad de una bestia que a la de una persona. Es injusto. Algunas figuras importantes han denunciado, incluso,  un fenómeno llamado "cultura del descarte". Se desechan o se tratan como desechables a los niños, a los ancianos y a los enfermos como "descartables" a los ojos del mundo. Es cierto que desde siempre este tipo de personas han sido rechazadas, pero el fenómeno es más visible e incisivo en nuestros días, épocas críticas desde muchos aspectos globales, nacionales, individuales y colectivos. Se está evidenciando una decadencia en los valores sociales y en muchas de las estructuras que, por cuya índole gubernamental, se esperaba que diesen la cara para solucionar estas fisuras que se agrandan más por el paso del tiempo.

Finalmente, he de decir que, para que se entienda correctamente el concepto de diversidad, hay que decir que eso no significa imponer leyes o costumbres que afecten negativamente a la sociedad y que contribuyan a su decadencia. La diversidad no implica, necesariamente, que se deba reclamar igualdad en donde no puede haberla ni muchos menos cuando pretenda atentar contra las bases mismas de la sociedad humana. 

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