EL GRIEGO HOY EN DÍA… ¿PARA QUÉ?
Cuando
se nos presenta la utilidad de algo, generalmente nos presentan las cualidades
positivas del objeto en cuestión, sea este un producto de cocina o cualquier
clase de herramienta que tenga un uso potencial y de gran importancia en
nuestra vida cotidiana. De igual manera, cuando se nos propone aprender o
conocer una lengua distinta a nuestro idioma materno, somos introducidos a las cualidades y facilidades
que nos puede proporcionar su aprendizaje. Es aquí cuando se puede justificar
la tarea de aprender el idioma inglés, que es tan necesario (aunque, en
realidad, solo sea una materia de relleno) para que podamos aspirar a un título
académico profesional en nuestras universidades. No obstante, cuando se habla
de conocer el griego el asunto es diametralmente diferente porque hemos de
considerar a un idioma que ha configurado los orígenes y la entidad de un
continente tan antiguo y tan vasto como lo es el viejo continente: Europa. ¿De qué
manera se puede decir esto? En primera instancia, se puede decir esto porque la
cultura griega se dio en la historia temprana de este continente alcanzando su máximo
esplendor durante la época de la clásica filosofía griega, colocando los
cimientos de lo que mucho tiempo después se convertiría en la cultura europea
gracias a la introducción de la misma por obra
del trabajo filosófico de santo Tomás de Aquino. Como si esto no fuera
suficiente, hay que decir que una parte importante de uno de los libros más
editados e importantes del mundo también haya sido originalmente escrito en
griego: la gran mayoría de los libros del nuevo testamento (que fueron escritos
por los discípulos de Jesús) fueron escritos en un griego popular o koiné, es decir, un dialecto griego como es el caso del evangelio de san marcos,
cuyo escrito fue destinado a los griegos que vivían en el imperio romano y que desconocían,
naturalmente, las tradiciones judías. Este escrito data del año 65 de nuestra
era y fue, cronológicamente hablando, el primero de los cuatro evangelios. Otra
cuestión relacionada con esta es el evangelio de san Lucas, que fue escrito
para los griegos en un estilo más pulido y de una manera más gráfica, de modo
que resulta muy fácil imaginar, al momento de leer este libro, los diversos
pasajes que en él se narran. Volviendo a nuestro tema principal, hay que decir
que el griego y la cultura que este idioma representa, también influyo en la
sociedad colonial creada por la conquista de España en el nuevo continente.
En
realidad, las grandes lenguas europeas y casi todas las lenguas del mundo son
semi-griegas (al menos por la influencia indirecta de ella) que en una primera
mirada no se parecen al griego, pero que están impregnadas de estructuras
gramaticales griegas y, sobre todo, de léxico
griego y de préstamos semánticos y morfológicos helénicos. Todo, o casi todo,
el léxico académico de las lenguas modernas es, directa o indirectamente,
griego, pues lo tomaron como préstamo, directa o indirectamente, del latín,
tanto en la antigüedad como el medioevo e incluso hoy.
Es
un fenómeno esencial para tornar inteligible la historia universal de la
cultura y su gradual integración. Pero este es, por supuesto, un fenómeno que
no se torna inteligible si no se le considera asociado a la difusión, directa o
indirecta y a través de los sucesivos renacimientos, de los grandes inventos:
los géneros literarios, la democracia, la filosofía, la ciencia, el teatro y
las artes.
El
griego fue la lengua del sector oriental del imperio romano (y lengua de
cultura en roma), lengua de Bizancio y ahora lengua de Grecia y de la diáspora griega.
Y fue segunda lengua en distintas partes del mundo dentro de una amplia extensión
geográfica: la encontramos en las inscripciones de Ashoka, en Afganistán; en Córdoba,
bajo el dominio del imperio romano; en los epigramas de Bulgaria bajo el
gobierno de los primeros khanes, y en el reino de Méroe en Sudán.
El
alfabeto griego, que constituye un importante progreso del alfabeto fenicio
gracias a la creación de las vocales, legó un medio de escritura a multitud de
lenguas: en realidad, de una variante del alfabeto griego resulto el alfabeto
latino, al cual hay un tendencia a transcribir todos los sistemas de escritura
del mundo, cuando no, a escribir todas las lenguas. Pero deberíamos instituir
un corpus de aquellos alfabetos que provienen de los alfabetos griegos, o de
aquel que se impuso, el jónico. Abecedarios como el etrusco, el latino o el
lidio presentan variantes que se deben al hecho de que derivan de los distintos
abecedarios griegos. La mayoría de las veces, sin embargo, los diferentes
alfabetos descienden del jónico y su perfeccionamiento en Alejandría, de donde
provinieron, por ejemplo, el armenio, el
gótico y el eslavo.
Otros
alfabetos proceden del latino, con variantes debidas a la fonética de las
diferentes lenguas, tal como el lituano, el polaco o el checo. En todo caso, se
trata siempre de variaciones del alfabeto griego, del mismo modo que también lo
es el alfabeto fonético internacional. De esta manera, los griegos crearon un
modelo universal de escritura. Un modelo que, es cierto, conoció algunas
mejoras cuando insertaron aproximadamente en la época helenística las marcas diacríticas
(espíritus y acentos), así como también la división en silabas de las palabras
en el texto, y cuando se creó la letra minúscula en la época bizantina. El cambio
más grande que sufrió fue en nuestra época con la perdida de algunos caracteres
de la ortografía histórica y el uso del sistema monofónico. Perturbaron, por
supuesto, una venerable tradición que, pese a todo se mantiene.
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