miércoles, 15 de marzo de 2017

¿Por qué debería importarme la astronomía? Alex Riveiro. Astrobitácora.com

¿Por qué debería importarme la astronomía? 


"La astronomía es, quizá, la ciencia cuyos descubrimientos deben menos al azar, en la que la comprensión humana aparece en toda su magnitud, y a través de la que la Humanidad puede aprender lo pequeña que es."

Georg Christoph Lichtenberg

1742 - 1799

Físico alemán

Muchos de nosotros, en la cotidianidad de nuestra vida, tenemos muchos problemas de los cuales ocuparnos y que, de una u otra forma, nos afectan como seres particulares. Eso es innegable si nos damos cuenta  del papel que juegan las estrellas en este trasegar de nuestra vida: es cierto que comprender la grandeza del Universo puede hacernos sentir pequeños e insignificantes, pero hay que percatarnos de que somos parte de algo mucho más grande, de algo tan perfecto... No somos extraños para el universo, sino que hacemos parte de él. De hecho, gracias a la astronomía podemos conocer y entender muchas cosas sobre el origen de nuestra vida. Interesarse por la astronomía es algo que nos ocurre desde niños cuando observamos la noche clara y llena de estrellas y nos preguntamos ¿por qué? Esto es producto de la curiosidad que sentimos, es la curiosidad del filósofo. 

Asimismo, cuando descubren planetas presuntamente habitables, no podemos dejarnos de preguntar sobre cómo sería la vida en otros mundos... Tantas ideas nos vienen al respecto. La astronomía, a medida que va develando unos misterios nos interpela con otros tantos. Los últimos descubrimientos en esta cuestión nos han dejado boquiabiertos ante la enorme diversidad que cada día se va descubriendo. La astronomía es el cimiento de la ciencia ficción. Sin ella se quedarían sin fundamentos tantas historias como las que disfrutamos hoy en día desde hace mucho tiempo y, aunque parezca irónico, nos hace valorar y entender cada vez mejor nuestra casa común, que es la Tierra. Gracias a ella podemos descubrir la unicidad de nuestro mundo; es más, nos ayuda a tener mucho sentido de ubicación. Con todos estos argumentos, podemos considerar que la astronomía sí es útil en nuestra vida cotidiana. En la antigüedad, esta ciencia tenía muchas aplicaciones prácticas que llevó a nuestros ancestros a realizar cosas como los calendarios y los tiempos de siembra y cosecha  y rutas para la navegación. Hay muchas herramientas, que en principio se hicieron para la astronomía, cuya utilización es muy versátil para nuestra vida cotidiana. Por un lado, para entender cómo se comporta el ser humano en el espacio; por otro lado, para entender cómo podemos tratar las enfermedades que nos afectan aquí en la Tierra.      

¿Por qué debería importarte la astronomía? Porque eres parte del Universo. Porque responde a las grandes preguntas que siempre nos hemos planteado, y nos hace plantearnos nuevas cuestiones. Porque nos recuerda que siempre hay algo nuevo por descubrir, algo nuevo que nos haga sentir esa fascinación e inocencia que perdimos cuando dejamos de ser niños. Porque, al menos una vez en la vida, deberías observar el cielo estrellado en un lugar muy oscuro. Verás los brazos de la Vía Láctea, miles de estrellas que no puedes ver desde tu ciudad y las siempre espectaculares lluvias de estrellas… ¿Necesitas más motivos?

Ahora bien, sería muy interesante saber cuáles fueron los primeros pasos de la humanidad en este campo. Hay testimonios del antiguo Japón, del imperio Azteca, de los babilonios y de todas las grandes civilizaciones antiguas de las que conocemos su legado. Empecemos por nuestro continente. Los aztecas usaban de la astronomía muy parecidamente a como se hace hoy en día: calcular el ciclo lunar, el ciclo solar y el movimiento de los planetas y también para determinar los ciclos rituales. En conclusión, los aztecas utilizaron la astronomía para soportar sus creencias rituales y religiosas. No avanzaron, como veremos más adelante, como las otras culturas en este aspecto. 

Nuestro siguiente escalón es la cultura egipcia. Para empezar, hay que decir que los egipcios, junto a los aztecas, tenían un calendario de 365 días (como el que usamos actualmente cada año, exceptuando los bisiestos). Como otras culturas antiguas, la astronomía sirvió a los egipcios por la necesidad de registrar el momento del año para poder determinar los períodos propicios para la agricultura (quizá sirviese también para la navegación, algo común en el desierto). Manejaron calendarios como el calendario "errante", otro basado en el orto helíaco de una estrella que ellos llamaron Sopdet (y que, por la información que tenemos hoy, se correspondería con Sirio). Esto está fundamentado, entre otras cosas, en que el orto helíaco de Sirio sucedía poco antes de la crecida anual del Río Nilo. Curiosamente, también mantuvieron otro calendario ceremonial, de 360 días, que se usaba al mismo tiempo que los otros dos. Estos calendarios coincidían cada 1461 años, lo que era visto como un momento de gran celebración, y el comienzo de una nueva era.  Otra prueba del conocimiento astronómico de los antiguos egipcios es la alineación de las pirámides con el Cinturón de Orión(igualmente ocurre eso en uno de los templos aztecas.  Además, hay que mencionar que Egipto fue la cuna de Claudio Ptomoleo, promotor de la teoría geocéntrica, es decir, la Tierra era, en su concepto, el centro del Sistema Solar y del Universo. Además, fue el redactor del Almagesto, que es el catálogo estelar más antiguo conocido hasta el momento. 

En la Edad Media, la astronomía retrocedió severamente en Europa, pero no así en la Península Ibérica. Esto se debió gracias a la presencia de musulmanes en ese territorio. Durante el siglo X, la astronomía avanzó notablemente gracias a la creación de precisas tablas astronómicas. Entre los astrónomos destacados se pueden mencionar a Maslama Al-Mayrity y Abu Ishak Ibrahim Al-Zarqali, que fue el inventor de la azafea, una especie de astrolabio mejorado. También trabajó en las tablas astronómicas mencionadas arriba convirtiéndolas en las Tablas de Toledo. Se enfrentó, además, con los sistemas astronómicos de Aristóteles y Ptolomeo, poniendo yuxtaponiendo las contradicciones de uno y otro. Las Tablas Alfonsíes, que fue un trabajo de astrónomos basado en los trabajos de Azarquiel (Al-Zarqali) sirvieron de trampolín para el avance de la geografía. 

Volviendo a la Antigüedad, llegamos a China. Para empezar, hay que anotar que los principios predominantes en la astronomía de este país eran muy distintos a los de la astronomía occidental (así como su filosofía) dando lugar a sus propios métodos y particularidades.  La astronomía en China tiene una historia muy larga. Tanto, que los historiadores indican que fueron los más persistentes (y certeros) observadores de fenómenos celestiales antes de los árabes…  A diferencia de otras culturas, en China los astrónomos estaban diferenciados de los astrólogos, y su trabajo era interpretar los sucesos y augurios que anunciaba el firmamento. A medida que los astrónomos comenzaron a anotar los eventos regulares, tales como eclipses lunares, fueron siendo apartados de los astrólogos (a quienes los emperadores consultaban antes de tomar cualquier decisión importante).   Los antiguos chinos tenían un calendario lunar de doce meses, y calcularon que la duración de un año era de 365,25 días. Convirtieron este número “mágico” en una unidad de grados (es decir, un círculo en la antigua china se componía de 365,25 grados, a diferencia de los 360 de occidente). También dividieron el cielo en cuatro secciones, con siete casas en cada una (28 casas lunares en total) que eran usadas para cartografiar la posición de la Luna en su viaje a través del firmamento.
 o mejor de esta civilización es que, desde muy temprano, fueron meticulosos a la hora de registrar fenómenos astronómicos tales como cometas, manchas solares, novas y llamaradas solares, comenzando mucho antes que cualquier otra cultura. Es más, intentaron catalogar todas las estrellas observables, definiendo sus constelaciones por una estrella principal, a la que llamaban rey, y rodeándola con el resto de estrellas, los príncipes. Se cree que el astrónomo Shi Shen (siglo IV antes de nuestra era) llegó a catalogar 809 estrellas en 122 constelaciones, aunque ignoró los planetas, a diferencia de los griegos y los mesopotámicos. También realizó la observación más antigua conocida de una mancha solar.   Para poder hacer unas mediciones tan precisas de la posición en el cielo, creemos que los antiguos chinos usaban una esfera armilar (también llamada astrolabio esférico), una esfera de metal consistente de círculos escalonados que interseccionan, permitiendo que un observador pueda asignar una coordenada a una estrella. 

El primer registro de un eclipse fue en el año 2.136 antes de nuestra era, y durante cientos de años de observaciones celestes, perfeccionaron la predicción de estos fenómenos. Pero no se quedaron ahí. Una de las observaciones más famosas de los antiguos astrónomos chinos fue la de una supernova en el año 1.054 (a la que hoy damos el nombre de SN 1054) que fue observada por astrónomos chinos y árabes de la época. Llegó a ser visible durante 23 días, así como 653 noches, desde el 4 de julio de ese año. Los astrónomos chinos llamaron a este fenómeno “estrella invitada” y  registraron que siguió brillando durante más de un año antes de desaparecer. SN 1054 fue la supernova que creó la espectacular Nebulosa del Cangrejo. La explosión no fue sólo registrada por chinos y árabes, si no también por los Indios Anasazi en el sudoeste de Estados Unidos. Por algún motivo, sin embargo, no hay registro de este fenómeno en las culturas europeas. Dentro de la Tinastía Tang destacaron dos astrónomos por la precisión con que pronosticaban los fenómenos celestes. Estos son: Zu Chongzhi (429-500) y  un monje, llamado Yi Xing (683-727), que estudiaba los métodos y creencias de la astronomía y las matemática de la India, fue el primer astrónomo que intentó determinar la longitud de un grado de una línea de meridiano, diciendo que era de 123,7 kilómetros. No se quedó muy lejos de nuestra medición actual (111 kilómetros). Yi Xing fue el principal impulsor de crear una esfera armilaria que se moviese en conjunción con el cielo.   La Dinastía Song (que duró desde el año 960 al 1279) fue testigo de la construcción de enormes observatorios, bajo una serie de precisos mapas estelares. Con uno de estos mapas, se construyó un planetario que contenía nada menos que 1.434 estrellas y 28 constelaciones. Además, al final de este período emergió otro de los grandes astrónomos chinos: Guo Shoujing (1.231-1.316), que creó un enorme reloj de sol con el que pudo medir la longitud del año con un margen de error de tan sólo 30 segundos.

En general, la astronomía china, como habrás podido ver, no fue especialmente meritoria en la creación de nuevas teorías o de intentar mejorar el entendimiento del cosmos, si no que se dedicaron a refinar sus mediciones hasta alcanzar un grado de precisión de lo más llamativo. Es muy posible que, por este mismo detalle, sus contribuciones hayan pasado más desapercibidas, en favor de las realizadas por el Islam, India y los antiguos griegos. 
Yendo más al norte, al Japón, hay que mencionar que es muy interesante. Poco sabemos de la astronomía japonesa antigua (entre otras cosas porque la escritura se introdujo relativamente tarde en el país), pero desde el principio algo es evidente. Los japoneses han sentido especial predilección por la constelación de Orión, Con el nombre de Yotawashi Boshi (que se traduciría a algo parecido a “estrellas que atraviesan la noche”, hasta donde he podido averiguar) los japoneses describían a todos aquellos astros que aparecían por el este con la puesta de sol, y se ponían con la llegada del amanecer, de entre las cuales destacaba, muy por encima de las demás, como no, Orión. No sólo en Japón, en casi todas las culturas, es muy fácil de reconocer (especialmente por su cinturón), e incluso hoy en día sigue llamando la atención de niños y adultos en las largas noches invernales.
A diferencia de otras culturas, los nipones no formaban asociaciones con las estrellas por medio de dioses, héroes o criaturas mitológicas que pudiesen identificar en las constelaciones, si no con iconos de conocimiento común o como símbolos de valores específicos de la cultura japonesa: no hay una interpretación única para los patrones de las estrellas que se pueda aplicar a todos los japoneses (en nuestro caso, por ejemplo, asociamos las constelaciones con formas, muchas veces de personajes mitológicos o relacionados con deidades), si no que hay objetos, acontecimientos, señales de temporadas, símbolos religiosos y hasta leyendas basadas en una región geográfica en particular para asignar los nombres de las constelaciones niponas. 
Movámonos un poco más al Oriente Medio. Mesopotamia, esa tierra entre los ríos Tigris y Éufrates, en lo que hoy en día conocemos como Irak, es la cuna de la civilización. En la antigua Sumeria podemos encontrar los registros más antiguos del estudio de la astronomía. Ellos fueron los pioneros, pero los babilonios y los asirios (que ocuparon la misma zona geográfica) heredaron sus tradiciones astronómicas, mitos y leyendas, y desarrollaron su propia cultura astronómica que, con el tiempo, pasaría a los griegos y llegaría hasta nuestros días. De todas estas civilizaciones, los babilonios fueron los que nos dejaron el mayor legado de la astronomía occidental. Tanto es así, que todavía usamos algunas de sus constelaciones, e hicieron predicciones sorprendentemente acercadas a nuestra comprensión del mundo actual… Los usos para los que la astronomía era dedicada eran similares en la cultura mesopotámica, como son las siembras, las cosechas, entre otras cosas y también para las leyendas de tipo religioso y para la medición del tiempo. Entre los astrónomos que destacaban en la antigua Babilonia podemos mencionar a Seleuco de Seleucia, que defendía el sistema heliocéntrico de Aristarco de Samos, matemático y astrónomo griego. Además, Seleuco fue el primero en afirmar que las mareas eran debido a la atracción de la Luna, y que la altura de éstas dependía de la posición de la Luna en relación al Sol.  Por desgracia, ninguna de las escrituras originales de Seleuco, ni sus traducciones al griego, han sobrevivido hasta nuestros días. Pero es inevitable pensar hasta donde hubiera podido llegar el conocimiento de nuestro mundo si los antiguos babilonios, y los griegos, hubieran prestado más atención a la imagen del cielo que tenía Seleuco de Seleucia. 
Como última cultura astronómicamente llamativa, dirijamos nuestra atención en los Mayas. Es imposible no mencionar la supuesta profecía del fin del mundo que ocurriría en 2012. (Sin embargo, esto ya fue objeto de discusión en un artículo precedente. Por lo tanto, no hablaremos de eso aquí). El elemento común de civilización con otras culturas es que también utilizaban los ciclos estelares para realizar mediciones, ciclos de la naturaleza, determinar las temporadas y crear su propio calendario.  Sin duda, la contribución más enigmática a la astronomía por parte de los mayas es su calendario, un sistema complejo de ciclos que controlaban el tiempo de una manera más precisa que los nuestros. Los dos calendarios principales eran el ceremonial (el Tzolk’in), un calendario de 260 días de 13 números y 20 nombres de días, y el calendario ambiguo (el Haab), de 365 días. Este calendario tenía 18 meses de 20 días, con un mes de 5 días al final del año. El motivo por el que usaban 20 días para el mes es que se basaban principalmente en su sistema numérico vigesimal, es decir, de base veinte, en lugar de nuestro sistema decimal, que es de base diez. Además, tenemos evidencias de que los mayas eran conscientes de que el año no duraba 365 días, pero no hicieron nada por corregirlo (probablemente porque no encajaba con su sistema de base 20).  Ellos se interesaron, más que todo, en los astros cercanos como la luna, el sol la tierra y algunas nebulosas y algunas otras estrellas. Además, carecían de instrumentos complejos como las otras culturas y por eso realizaban las observaciones a simple vista. Su precisión era tal que se acercaron mucho a nuestras mediciones con respecto a planetas como Marte, Venus, Mercurio y Luna.  
Los mayas, al igual que la astronomía hoy en día, dieron mucha importancia a los eclipses, pero de una manera más mítica. (Hay que recordar que, antiguamente, todo era relacionado con la religiosidad). 

A modo de conclusión, podemos decir que el hombre de la antiguedad, indistintamente a su cultura utilizaba la astronomía para las mismas cosas: carácter religioso y también como una forma para determinar cuál era el momento más oportuno para sembrar y cosechar. En estas líneas se ve, de manera admirable, la unidad del género humano con respecto a estas cuestiones a pesar de que el progreso en la materia se realizara en ritmos completamente distintos el uno del otro. Hoy los esfuerzos de las naciones se dirigen hacia el espacio con cada una de las agencias espaciales de los respectivos países.   

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