miércoles, 15 de marzo de 2017

La astronomía contra la religión. Alex Riveiro. Astrobitácora.com

La astronomía contra la religión 



En este apartado quiero hablar de algo totalmente diferente, llamativo y, por demás, muy presente en los últimos 2000 años de historia humana; esto es la contraposición entre astronomía y religión o, para ser más específicos, la disputa entre fe y razón. A primeras luces, el asunto parece más bien una discusión filosófica que científica si tenemos en cuenta que el origen de todas las ciencias se dio en la filosofía, pues ella parte del asombro que todos tenemos como un método altamente urgente para alcanzar la verdad, la cuestión última de las cosas. No hay que olvidar que los seres humanos tenemos siempre la costumbre de explicar o de encontrar una explicación a todas las cosas que nos suceden alrededor y que la ciencia nos ha ayudado grandemente a entender todo lo que sucede partiendo de nuestro planeta y en las afueras de él como lo hace, en nuestro caso, la astronomía. 

 Pues bien. Entrando en materia, hay que recordar que la pugna entre la fe y la razón empezó (astronomía y religión, en este caso) empezó con la corriente filosófica Ockhamista. Este filósofo inició la ruptura entre los dos factores que realizado el filósofo cristiano Tomás de Aquino. Quitó las intersecciones entre ellas. Es decir, la ciencia y la fe no siempre han estado enfrentadas como algunos piensan. Esta ruptura se dio por factores más que todo por factores filosóficos como los que acabo de aducir. Primeramente se separaron las ciencias de la filosofía y empezaron a tener sus propios derroteros. Luego la filosofía fue hecha esclava de la teología y después recuperó su propio estatuto. Tampoco hay que pasar por alto que, cuando la religión católica tuvo el poder en muchas ramas de la vida humana, intentar cambiar esos presupuestos era algo muy difícil, sino imposible, de realizar. Lo comprobamos con la quema en lo hoguera de Giordano Bruno, la amenaza que sufrió Galileo Galilei por parte de la Iglesia en aquel momento en la voz de san Roberto Belarmino y la de todo aquel que descubriera o intentara rectificar los los conceptos astronómicos que se tenían hasta el momento, como la postulación del sistema geocéntrico de Ptomoleo cuando Kepler propuso sus leyes  y Copérnico demostró que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol y no al revés. Aquí se puede ver que el desarrollo de una ciencia como la astronomía fue algo lento, y se tuvo que redescubrir lo que ya sabíamos con respecto de las estrellas. La cuestión, para ser sinceros, no era ideológica sino que era, ante todo, política, pues si la Iglesia admitía errores en lo que ellos admitían como verdaderos significaba que su poder como institución menguaba por obra de la ciencia. Para mí decir que la Tierra está en el centro del Universo significa que "el hombre es la medida de todas las cosas" o que los seres humanos se creían en ese momento dueños del universo: el antropocentrismo. Esto era una cuestión floreciente en la Edad Moderna. Se ponía aquí el segundo componente del triángulo epistemológico: el hombre. Se podría decir, inclusive, que el antropocentrismo era algo soterrado en ese momento y salió a flote en la edad histórica mencionada arriba. Con el paso del tiempo, las ciencias fueron adquiriendo su campo propio cada vez más distinguiéndose unas de las otras. Aristóteles, cuya filosofía era difícil de asimilar por la Iglesia a principios del medioevo, se convirtió en una de las razones para rechazar los argumentos que íbamos asumiendo en los siglos XVII y XVIII.  

No hay ninguna razón para decir que ser científico y creyente sea algo contradictorio. De ninguna manera. De hecho, para entender las realidades de la fe hace también que pongamos un cimiento racional a lo que creemos; de lo contrario nuestra fe sería como un paseo de ciegos con riesgo de caer en un precipicio sin fondo. Por eso santo Tomás de Aquino necesitó pruebas racionales para demostrar la existencia de Dios como lo son sus cinco vías. Hay mencionar que estas cinco vías son la recopilación de sus pruebas y las de filósofos árabes y él las sintetizó en el postulado como las cinco vías para la demostración de la existencia de Dios.  Volviendo al tema principal, la ciencia no debe ser despreciada ni menoscabada en nuestra concepción de la realidad lo mismo que la fe, pues una y otra se complementan. Lo que debemos evitar es juzgar con los criterios de la fe la ciencia y viceversa, pues es como querer jugar fútbol en una piscina o en mar abierto. Ese es el error que, desde el principio, caracterizó el pensamiento del filósofo medieval Guillermo de Ockham. Los que no admiten la ciencia junto a la fe son los protestantes, que dan una interpretación exageradamente literal de un texto como la biblia.      

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