Muerte: el poco éxito del “exitus”[1]
El
año 2020, sin saber si quiera que nos equivocaríamos grandísimamente, estaba
destinado a ser un año más como cualquiera de los otros que nos han precedido
en el decurso del siglo XXI y, por ende, un año más dentro del montón. Sin embargo,
todo empezó a cambiar cuando, de repente, un virus de origen todavía incierto, apareció
en la lejana de tierra de Wuhan, en china a finales del año 2019. En ese
momento, no teníamos ni la menor idea de lo peligroso y lo letal que era ese
virus, pero con el comienzo del 2020 este nuevo agente infeccioso empezó a
ganar relevancia a medida que iba esparciéndose en diversas latitudes a lo
largo del globo terráqueo, causando mortandad de personas de todas las edades;
cientos y cientos de miles de personas se reportaban como muertas y
hospitalizadas de gravedad por el contagio de esta nueva enfermedad en las
unidades de cuidado intensivo en todas ciudades del mundo, paulatinamente los
comercios, las agencias turísticas, muchas personas (todos aquellos que no
pudieron adaptarse al teletrabajo) perdieron sus empleos, muchas pequeñas
empresas y negocios nacientes cayeron en la ruina y la desesperación ante una situación
económica gravemente desmejorada de improviso, las playas y todos los comercios
no esenciales empezaron a cerrarse debido a la grave situación a la que nos ha
abocado este fenómeno, que es conocido como una pandemia. Pandemia hace referencia a una epidemia a muy grande
escala en que se ve amenazada con la muerte la vida de muchísimas personas de
una amplia región del mundo (o, en este caso, de todo el mundo) y de las subsiguientes
repercusiones que, en mayor o menor plazo, deja a nivel local, regional,
sanitario, económico y social con consecuencias, en algunos casos, difíciles de
superar. Actualmente, y luego de unas cuantas investigaciones pertinentes al
respecto, China dice, con mucho descaro, que deberíamos buscar el origen del
virus en los Estados Unidos, pero para nadie es un secreto que este virus pudo
originarse en un laboratorio como un arma biológica salida de control por parte
de sus presuntos creadores o que surgiera producto de la mordida de un murciélago (en cuyo caso tendríamos
que culpar a Batman) a otro animal y que pasara de ahí al paciente 0, que es el
origen de la pandemia.
Aparentemente,
2020 sería un año más como cualquier otro, pero de un momento a otro todo
cambió y nos obligó a mirar la vida desde una perspectiva muy distinta de la
que ya estábamos a mirarla y, sorpresivamente, tuvimos que encerrarnos todos en
nuestras casas, llenándonos de ansiedad en el proceso. Si salimos o entramos a
algún lado, entonces tenemos que lavarnos las manos y usar tapabocas para
evitar cualquier riesgo de contagio de coronavirus, debemos dejar nuestro
calzado en la puerta de nuestras casas, no podemos (o no debemos) tener un
contacto físico cercano con las personas que solemos ver a diario y muchas de
nuestras actividades son realizadas de una manera distinta de como solíamos realizarlas.
Nos encontramos ya empezando nuestro mes de mayo de 2021, 17 meses del inicio
de la pandemia, y aun no sabemos a ciencia cierta cómo se originó este enemigo
invisible del coronavirus, pero cuyas consecuencias devastadoras las hemos
podido constatar en diversos países de todo el mundo como Italia, y España y de
ahí al resto de la Europa continental e insular (donde, como si no fuese
suficientemente mala la situación, se originó una de las variantes del virus,
que es más contagiosa, pero menos mortal según dicen los expertos) en los
cuatro primeros meses del año. Luego, a finales del mes de febrero del año
pasado, llegaba a Brasil y de ahí llegó a nuestro país y los casos empezaron a
multiplicarse y a ser autóctonos desde el 6 de marzo del año pasado. Las ciudades
que más se han visto afectadas por esta pandemia han sido Bogotá, Medellín (en
cuyo departamento, Antioquia, ya no dan abasto los hornos crematorios por
tantos muertos) y Cali, donde las unidades de cuidados intensivos se han visto
desbordadas ante el creciente número de casos que requieren hospitalización. Aquí
podemos darnos cuenta que depende de nosotros cambiar esta situación porque el
coronavirus no es un monstruo Frankenstein que no podamos vencer sino que está en
nuestras manos terminar si ponemos de nuestra parte para superar la pandemia,
pero necesitamos mucha conciencia ciudadana para que podamos salir airosos de
una contingencia como esta, una contingencia que nadie vio venir y de la cual
no vemos todavía el final. Sin embargo, todo lo que empieza tiene un final y algún
día no lejano veremos la luz al final del túnel y todo volverá a ser como antes
(o incluso mejor, si hemos aprendido y tenido en cuenta todas las lecciones que
nos enseña esta pandemia hoy); y por supuesto que queremos que termine toda
esta situación anómala lo antes posible, pero lo importante es que aprendamos y
apliquemos a toda nuestra vida las lecciones que nos dejan estos tiempos
adversos para ser más humanos y más solidarios los unos con los otros. Sólo
entonces podremos decir que esta pandemia nos cambió para bien y que pudimos
salir más humanos de todo esto. Esperemos que tantas muertes y contagios terminen cuanto antes y que todo pueda volver, de una vez por todas, a la normalidad.
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