martes, 11 de mayo de 2021

Alteridad y reconocimiento del otro.

 Alteridad y reconocimiento del otro.

¿Qué es el lugar desde el punto de vista sociológico?

El sociólogo portugués Boaventura aborda el lugar r retomando, de manera crítica y creativa, el viejo planteamiento de la retórica aristotélica de los topoi, para elaborar una hermenéutica diatópica como método para el diálogo intercultural. Su propuesta interesa por dos razones específicas que se desarrollan puntualmente, sin entrar en el conjunto de la sociología de De Sousa Santos.

Primero, plantea el concepto de lugar, no desde los enfoques geográficos o materiales-territoriales, psico-ambientales y fenomenológicos, como es el análisis de John Agnew; tampoco desde la teoría sociológica de la producción social de Henri Lefebvre (ambos citados por Oslender 2008); mucho menos desde la analítica de los espacios del capitalismo global de David Harley (Oslender 2008; Páramo 2011).

Por otro lado, dichos universos de significados están hechos, según el sociólogo portugués, de topoi, que constituyen “lugares comunes retóricos ampliamente extendidos de una determinada cultura, autoevidentes, y que, por lo tanto, no son objeto de debate” (Santos 2014, 74). Lugares que, sin embargo, se vuelven vulnerables e incluso problemáticos cuando entran en contacto y en contraste con otras culturas. El establecimiento del diálogo entre los topoi, entendidos como valores, concepciones, saberes y todas aquellas prácticas de significados constitutivas de cualquier cultura (abierta y consciente de su incompletitud), constituye una de las principales finalidades de esta hermenéutica de Boaventura de Sousa Santos.

Esta concepción de los topoi del autor portugués tiene un inconfundible origen aristotélico que ha impregnado la clásica definición de lugar. Aristóteles, en su Retórica (1998), define los topoi como líneas de razonamientos con base en las cuales el orador (acusador o acusado en una batalla legal) o ciudadano (en una batalla política en la Asamblea o Ágora) fundamenta su argumentación para convencer a los oyentes. Los topoi aristotélicos constituyen unos recursos discursivos que permiten argumentar en una exposición, es decir, presentar los hechos como verdaderos o probables para persuadir a los oyentes. El filósofo griego ofrece varios casos de topoi que fueron utilizados en la historia griega. Un ejemplo dado por el pensador es: “si la guerra es el motivo de las actuales desgracias, es necesario hacer la paz para que se arreglen” (Aristóteles 1998, 209). Los topoi eran en la polis griega herramientas retóricas con fines políticos y jurídicos, tal como lo evidencian Aristóteles y algunos autores contemporáneos (Mas Torres 2003).

Todo lo anterior nos ayuda a inferir que el concepto de lugar ha ido cambiado poco a poco en el decurso de los siglo conservando, sin embargo, la influencia aristotélica original, aplicándose a contextos culturales y adaptándose a las circunstancias y retos particulares de nuestros días, de nuestro siglo XXI

 

 

El reciente surgimiento de gobiernos totalitarios a medida que terminaba el siglo XX y a medida que avanza el siglo XXI, ha traído consigo el florecimiento de muchas realidades adversas que han ocasionado el desgaste y la progresiva desaparición de muchos tejidos sociales que, con su diversidad, enriquecían a las distintas sociedades que constituían y de las que hacían parte. un ejemplo muy evidente de lo mencionado es el continuo flujo de inmigrantes que se da desde países que se encuentran en crisis económica, política, social y humanitaria hacia países que, aparentemente, han logrado superar o evitar todo este tipo de crisis debido a la transparencia de sus gobiernos. Muchos inmigrantes de esas sociedades se han visto en la penosa y difícil tarea o éxodo que implica dejarlo todo y desinstalarse de sus lugares de origen y buscar, muchas veces después de recorrer grandes distancias, nuevos horizontes para sus vidas y lugares estables donde instalarse y empezar una nueva vida con las personas que los acompañan en su azaroso camino. Tal es el caso, para mencionar una realidad muy cruda y al mismo tiempo cercana, de los inmigrantes venezolanos que se han visto obligados a dejar su tierra de origen y buscar nuevos caminos no solamente en Colombia sino también en otros países de Suramérica y de las demás américas luego de que su país, por la incompetencia e ineficacia de sus gobernantes (o más precisamente de la corrupción de los mismos) ha llevado a un país al colapso total de sus instituciones en todos los ámbitos de la sociedad civil al punto de hacer insostenibles las vidas de sus mismos ciudadanos que han tenido que irse a otras latitudes para buscar un futuro mejor para los suyos. Sin embargo, pese a lo crudo de esta situación, esta situación de la inmigración de personas de un país a otro no es algo nuevo. Hemos de recordar que, gracias a la gran crisis ocasionada por la primera guerra mundial, muchos europeos (españoles, italianos y alemanes) dejaron sus tierras para buscar nuevos horizontes en américa, especialmente en el cono sur, y empezaron a mezclarse con la cultura americana que ya se había establecido en el continente desde las primeras décadas después de la independencia con respecto al dominio español. En estas dos situaciones, distantes entre sí por el tiempo, pero iguales en sus causas y sus posteriores consecuencias, vemos que la situación continental y nacional de un país siempre repercute en las decisiones que tome una colectividad al momento de buscar una nueva ruta para su subsistencia en medio de las diversas circunstancias que la misma tenga que afrontar. Algo que también ha sucedido, y que ha perdido relevancia en el reporte de los noticieros diarios, es el continuo flujo de inmigrantes desde el continente africano hacia las costas de la Europa insular y continental mediterránea en busca de mejores condiciones para sus vidas y también el continuo flujo de inmigrantes mexicanos y americanos insulares hacia el sur y el suroeste de los estados unidos persiguiendo el mismo cometido: una mejoría en sus condiciones de vida para sí mismos y para los que los acompañan en esos viajes, que muy a menudo son muy peligrosos y que muchas veces no se pueden realizar sin perder la vida en el proceso y, aun así, estas fatales estadísticas no hacen que los gobiernos de una y otra parte no busquen soluciones mancomunadas hacia este tipo de situaciones. Sin embargo, también es cierto que muchos de esos gobiernos no están ni capacitados ni dispuestos a solucionar estas desavenencias porque los ocupan otras situaciones, que por lo general son cuestiones políticas, para que estas situaciones se terminen o para llevarlas a una conveniente solución.               

Otro detonante de toda esta situación anómala que amenaza el sano pluralismo existente en las diversas regiones del globo terrestre es el fundamentalismo religioso que ataca a todas aquellas sociedades, instituciones, grupos e individuos que no comulguen con las ideas de los dominadores atacándolos y acabando con todo aquello que diverja de las ideas que los dominadores quieren imponer al resto de los individuos que conforman estas sociedades. Por momentos he llegado a pensar que hemos llegado a un retroceso anacrónico poniendo de moda nuevamente un fenómeno que sucedía mucho en la tardía edad antigua y en toda la extensión de la edad media: la intolerancia hacia aquel individuo que tuviera unos valores o creencias religiosas distintas a la mía y que, por lo tanto, debía ser evangelizado o aniquilado porque sencillamente no existía aquella apertura que da lugar a la tolerancia y al respeto necesarios que dan origen a la diversidad y a la riqueza de una sociedad pluralista. Por un momento llegué a pensar que se había olvidado la declaración de los derechos humanos de 1948 en la que se establecía como derecho intrínsecamente humano la libertad de las creencias de cada quien. En la experiencia de muchos países hemos descubierto lo efímero y poco estables que resultan estos sistemas totalitarios porque siempre el poder de las decisiones recae en una sola persona y sabemos que “quien mucho abarca, poco aprieta”. Volviendo al tema de las intolerancias contra las personas que profesan una fe distinta a la musulmana, hay que mencionar algunos hechos que lograron llamar la atención del mundo por las zonas en que estos se dieron. Hay que mencionar, por ejemplo, el atentado sucedido el 15 de noviembre de 2015 en parís, que dejó decenas de personas muertas contra denigrantes de las ideas musulmanas y que, en el fuego cruzado, mataron a civiles que no tenían nada que ver con disputas sobre la fe; de hecho, lo que este grupo buscaba era la aniquilación completa de cualquier minoría divergente. No justifico el ataque de los musulmanes ni tampoco la intolerancia manifestada por ellos sino que busco condenar y reprobar estas atrocidades porque van en contra de la dignidad y de la libertad de las personas como seres integrantes de una sociedad. 

Entre otros acontecimientos de esta misma índole podemos mencionar los continuos ataques y persecuciones que padecieron las minorías religiosas de estos países por culpa de los hostigamientos de los grupos islámicos. Estos asedios tomaron la forma de ataques a templos y lugares de culto cristianos que quedaron arrasados y desaparecidos en su totalidad durante 2016 y casi hasta finales de 2017 cuando el ejército sirio había recuperado por completo las ciudades que el estado islámico había logrado conquistar en su pasajero y tiránico dominio en las tierras sirias. La conclusión que podemos sacar de todo esto es que, como en la edad media, la igualdad y el respeto tiene como precio la guerra y el poderío militar que una nación pueda adquirir sobre otra. Entonces, la pregunta es: ¿realmente el hombre ha logrado convertirse en un ser civilizado capaz de evitar el peor conflicto de todos que es la guerra o solamente está buscando y esperando una oportunidad para ocasionar otro conflicto de características o proporciones similares a los que se vivieron en el pasado siglo XX? Anochecerá y veremos qué sucede, esperando siempre que suceda lo mejor para el ser humano de estos tiempos.

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