LOS RESUCITADOS DEL VIERNES SANTO[1]
Cadáveres egipcios salen de la tierra
“Todos
los muertos enterrados en este cementerio salen durante el día de sus tumbas,
permanecen inmóviles y privados de sentimientos frente a todos y, terminado
este acto solemne, vuelven a sus sepulturas. El fenómeno se repite todos los
años y no hay adulto en El Cairo que ignore este fenómeno.
Es
así como en 1483 un europeo, B. de Breydenbach, relata por primera vez los
fantásticos sucesos que se producen cada año en un cementerio de El Cairo. Su
relato trata de un cementerio musulmán y la resurrección ocurre el día de la
fiesta del santo a quien está dedicada la mezquita situada en Las proximidades.
EN EL LUGAR DEL MILAGRO
Durante
trescientos años, desde el siglo XV hasta el siglo XVIII, el milagro es
regularmente narrado por los viajeros orientales, Según las épocas, los
resucitados son musulmanes, cristianos o egipcios de la Antigüedad La fecha del
milagro varía casi tanto como el lugar. En el siglo XV, la resurrección se fija
el día viernes santo, aniversario de la muerte de Cristo. Sólo cambia la
duración del fenómeno. Puede extenderse por los tres días que preceden al
domingo de Pascua, que conmemora la resurrección de Cristo, y a veces se alarga
hasta dos o tres semanas después del viernes santo.
LOS MUERTOS VISITAN A LOS VIVOS
Según
los viajeros europeos, que constataron por ellos mismos los hechos, o
recogieron los relatos de los cairotes o de algún compatriota, los cuerpos
aparecen enteros o por pedazos: cabezas, manos, brazos, pierna, pies. Ni los
cuerpos ni los miembros se mueven; surgen bruscamente de la tierra o se quedan
en la superficie sin moverse por unos instantes. Luego, son tragados por la
arena.
Para
asistir a esta “cuestión admirable y espantosa”, según los términos de un
viajero de fines del siglo XVI, el público viene en masa sin importar su
religión. Cristianos, musulmanes, judíos, todos están ahí para contemplar el
milagro. Algunos rezan, mientras otros se arriesgan a tocar los cuerpos o los
miembros muertos. La mayoría, sin embargo, se contenta con mirar. El gentío es
similar al de una gigantesca feria y suscita un gran regocijo. Una parte del
público se queda por la noche. Mercaderes ambulantes venden comida y bebida y se
canta durante toda la velada.
DIOS O EL DIABLO
Es
posible que en el origen de estos sucesos ocurridos los viernes santos haya
otro milagro: la aparición de una luz, el sábado santo, en un viejo cementerio
copto o cristiano, que prefiguraba la resurrección el domingo de Pascua.
En
El Cairo se dice que los muertos que dejan su sepultura son escépticos que no
creían en la resurrección. Para castigarlos, o para advertir a los vivos, Dios
los ha condenado a que se entreguen a estas apariciones inquietantes.
Los
viajeros occidentales atribuyen una manifestación del diablo a estos
acontecimientos, más que la expresión de la voluntad divina. Algunas malas
lenguas dicen tener ciertas dudas y piensan que se trata sólo de supercherías.
Según opinan estas personas, los cuerpos y los huesos aparecen siempre que el
observador está de espaldas... Algunos dicen, incluso que son los propios
boteros quienes ponen en escena las resurrecciones para tener más clientes que
crucen el río Nilo.
LOS COMEDORES DE CADÁVERES
La mumia. Mientras los cairotas se
maravillan frente a los cadáveres de sus antepasados y los más audaces, cuando
mucho, se atreven a tocar sus huesos, los europeos no dudan en consumir, como
remedio, los cuerpos más o menos desecados de las antiguas momias. El remedio,
llamado mumia, se fabrica en un principio a partir de momias. Aparece en las
boticas bajo tres formas: pedazos de cadáveres, pasta negruzca o en un polvo
obtenido por la incineración de cuerpos. Algunos fabricantes consideran que la
búsqueda de momias es demasiado fastidiosa y encuentran mucho más práctico usar
para su siniestro comercio cadáveres de acceso más inmediato, pero también más
frescos... Un remedio soberano. Es a fines de la Edad Media cuando empieza a
consumirse la mumia. Se considera a esta sustancia como un remedio para todo
tipo de males, como los dolores gástricos y las heridas, y se prescribe para
toda ocasión. El rey Francisco I es uno de sus consumidores más famosos. El
comercio es floreciente hasta fines del siglo XVII. En esa época en Egipto, los
fabricantes tenían que pagar grandes sumas de impuestos, por lo que dejan poco
a poco esta actividad. Un célebre detractor. Ambroise Paré, el célebre cirujano
francés de la segunda mitad del siglo XVI, denuncia drásticamente en sus
escritos el uso de a mumia. Después de haber tratado de dar a entender a sus
contemporáneos que los antiguos egipcios no embalsamaban a sus parientes y
amigos para facilitar sus problemas de digestión, insiste en el hecho de que el
remedio es peor que el mal. No es tomado en cuenta; ni siquiera después de
contar el relato de su colega Guy de la Fontaine, quien visitó los talleres
donde se fabricaba la mumia en Alejandría y conoció algunos secretos de su
fabricación...
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