sábado, 21 de enero de 2017

Elementos preliminares para la formación de la ciudadanía autónoma en educación virtual. Dignora Páez

Elementos preliminares para formación ciudadanía autónoma en educación virtual. Dignora Páez.[1]

En esta reflexión quiero presentar, en el orden establecido en el libro por su autora, Dignora Páez, los pilares fundamentales de esta obra, que son, a saber, tres: 

1. Un breve recorrido histórico del concepto de CIUDADANÍA desde la Antigua Grecia hasta la sociedad colombiana actual.  
2. Un breve análisis sobre la visión de los teóricos de la pedagogía en que la escuela debe reflexionar en torno a los procesos formativos para educar en la ciudadanía y la autonomía. 
3. Apuestas pedagógicas para la UNAD en cuanto a la ciudadanía y la autonomía, dado que los resultados de las encuestas aplicadas durante el proceso investigativo mostraron aspectos a mejorar en los cursos de formación. 


I. Una aproximación al concepto de ciudadanía

Ahora bien, entrando en materia salta a primera vista el interrogante ¿Qué es la ciudadanía? y también ¿Qué es ser ciudadano?  En las grandes civilizaciones de la antigüedad,  como la griega, la romana, el ser ciudadano era una cualidad detentada por las personas privilegiadas socialmente, aquellas que poseían el poder político y económico. Con el paso del tiempo, este derecho y la connotación de ciudadano se fue ampliando y otorgando sus beneficios gracias a las luchas de actores políticos y sociales que exigían IGUALDAD y JUSTICIA SOCIAL. Al realizar una mirada histórica a algunas sociedades como la antigua Grecia, se infiere que el concepto de ciudadanía estuvo ligado a ciertas prerrogativas de grupos sociales que  disfrutaban de algunos derechos  en las polis o ciudades-Estado,derechos del que estaban exentas mujeres, extranjeros.El concepto adquirió una mayor cobertura, sólo a finales del siglo XVIII, con la promulgación de la Declaración de Virginia (Carta de Derechos de 1776)  y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano como efecto social de la Revolución Francesa (1789) con las que surge la idea de Estado-Nación y el concepto de ciudadano como protagonista de la vida pública.  

Aquí podemos ver la lentitud con la que han avanzado ciertos procesos humanos en la Historia Universal. Para que se pudiera considerar a cualquier persona tuvimos que llegar al siglo XVIII (escasos 300 años hace) lo cual denota que el concepto de ciudadanía es relativamente nuevo o mejor, la conciencia universal de ciudadanía se ha extendido poco; diversos factores históricos han incidido en esta lentitud: la colonización de América, la prohibición del ejercicio de cargos públicos por parte de los criollos en las colonias españolas por parte del pueblo dominante (lo que después sería una de las razones que gestaron los movimientos independentistas) entre otra cosas. 

A este respecto cabe mencionar que Marshall Bottomore consideraba que ciudadanía es "una condición otorgada a aquellos que son miembros" plenos de una comunidad.  Todos los que poseen la condición, son iguales con  respecto a los derechos y deberes de que está dotada esa condición. 
En consecuencia de las luchas sociales se producen en estas democracias nuevas rupturas del paradigma de la ciudadanía. Movimientos sociales y políticos reivindican y amplían los espacios de inclusión en los que se incorpora el derecho a la diversidad cultural y étnica, el respeto a las  inmigraciones sociales.  Por otro lado, el concepto de espacio y fronteras geográficas es revalidado como consecuencia de la globalización cultural y la interconexión tecnológica con las que los ciudadanos establecen nuevas relaciones de interculturalidad e hibridación social. En ese sentido, el concepto de ciudadanía no se limita exclusivamente al vínculo de la persona con el contexto territorial y el disfrute de derechos garantizados por el Estado.  Como fruto de este proceso transfronterizo surge la ciudadanía cosmopolita, categoría que demanda o exige a los diversos Estados la promulgación de políticas y normas supranacionales que respondan a las exigencias de las nuevas dinámicas y procesos de interculturalidad, diversidad y multiculturalidad global.  Es como si, con el correr de los días, la concepción de CIUDADANÍA se estuviera acomodando a los conceptos y sucesos relevantes que ocurren actualmente en contextos internacionales, pues se está adquiriendo desde hace tiempo una concepción unitaria de los hombres; es una búsqueda hacia la unidad: todos somos seres humanos.  
Un particular enfrentamiento se vio durante la época colonial. Por una parte, el fraile Bartolomé de las Casas propugnaba por la defensa de los derechos de los indígenas frente a las ambiciones europeas de dominio representadas por  Ginés Sepúlveda. Es conocida por muchos de nosotros las reclamaciones que hacía De las Casas por instituciones españolas como la Encomienda, la mita y los Resguardos, en donde se privaba a los indígenas de la libertad inherente a su dignidad de seres humanos y también a toda forma de vejación por parte de los conquistadores. Hay que destacar que la Mita era un sistema de trabajo obligatorio utilizado por los incas y que los españoles aprovecharon para acentuar su dominio en tierra extranjera. No obstante, no hay que juzgar anacrónicamente los errores del pasado trayéndolos al presente: estos quedan ya como lecciones oportunas de humanidad de la que aún se carece en muchas partes del mundo, y no es mi intención traerlos a colación aquí. 
Volviendo al tema en cuestión, sucesos históricos como la Ilustración nutrieron la noción de ciudadanía(este fue un acontecimiento acaecido en la tardía Edad Moderna), que defendieron conceptos como justicia, libertad y fraternidad; así preparaban el terreno para la Revolución francesa, que ocurriría unos cuantos años más tarde. Otros sucesos como la Declaración independentista estadounidense, en 1776, el periodo de la Patria Boba 1811-1816 y la Promulgación de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789.  
En Colombia, los Derechos del Hombre y del Ciudadano fueron conocidos gracias a la traducción que hizo Nariño del texto original en francés(esto le valió el exilio y posterior muerte en Cádiz, en 1823), y su divulgación se dio por el periódico La Bagatela. Esto incitó a los neogranadinos desde 1810 a ondear ideales del régimen colonizador hispánico, proceso político en el que la ciudadanía se tomó como parte de las arengas  y documentos políticos nacionalistas. Gracias a la Constitución del Estado de Antioquia, en 1812, el concepto de ciudadanía se asoció al término patriotismo. Era una concepción fundamentalmente militar. A pesar de que el concepto de ciudadanía configuraba una unidad que ayudó al proceso independentista por parte de indígenas, negros y mestizos, en la práctica esto nunca fue real.  Solo los hombres libres gozaron de este privilegio ciudadano.  
En 1843 el país estableció una nueva constitución, cuyas medidas seguían siendo excluyentes. El derecho de la ciudadanía solo podían ejercerla las personas que tuviese al menos veintiún años de edad y que poseyeran bienes raíces ubicados en el país que valiesen por lo menos $300; rentas de $150 al año, formación (saber leer y escribir) y pago al fisco de la contribución respectiva. Se estima que en 1843 existían 1682 votantes en una población de cerca de dos millones de habitantes (Pérez 1883, p. 179).  
En la época republicana, los hijos de los criollos  con formación ilustrada, continuaron  detentando privilegios con la administración pública . Fueron estos hombres, es decir, los criollos los que coparticiparon  en la promulgación  de las constituciones liberales de 1851, 1853 y 1863 las que aboliendo algunas medidas de tipo colonial como la esclavitud y resguardos, proclamaron derechos fundamentales como el derecho al voto masculino,  libertad de prensa y religiosa, abolieron  la pena de muerte, impulsaron la libertad individual, de prensa y religiosa. Sin embargo, los prejuicios raciales  y de género permanecieron ligados a la visión etnocentrista hispánica que  imperaba en la clase dirigente de finales del siglo XIX.  La Constitución política de 1991 promovió (como sigue haciéndose ahora) e introdujo mecanismos de participación política como el plebiscito, el referéndum,  la consulta popular, la revocatoria del mandato, y otorgó iniciativas legislativas a los ciudadanos y opciones de cabildo abierto para trascender el mero derecho de elegir y ser  elegido. Introdujo igualmente el voto programático pese a que  aún no ha sido apropiado en su integridad por los ciudadanos.   En conclusión, se puede afirmar que la construcción  de la ciudadanía ha sido un proceso complejo de largas luchas  sociales y políticas, con las que diversos actores, y  movimientos sociales han reivindicado derechos que en el pasado eran privilegios de grupos o clases sociales. Más allá de la normatividad que consagra el derecho a la ciudadanía y el disfrute y el respeto de los derechos, la ciudadanía, debe convertirse en un estilo de vida, en el que los sujetos políticos deben asumir nuevas actitudes y prácticas de participación social frente a la defensa de lo público, del bien común, del control político, la sana convivencia, la resolución de los conflictos de manera pacífica y dialogada, el respeto por las diferencias étnicas, culturales y la   conservación del medio ambiente, entre otras.      


II. Pedagogía y autonomía: bases para una educación en libertad.  

Como todo en la historia humana, la educación también ha sufrido y tenido algunos cambios: durante la mayor parte del siglo pasado estuvo dirigida por las comunidades religiosas, amparadas por la Carta Magna del 1886  y el Concordato de 1887. Estos modelos educativos han determinado la filosofía y la conducta de muchos de nosotros. Gracias a estos sistemas punitivos de educación conocemos cosas como los reglazos por desobedecer y el escarnio público rebajando la dignidad de los estudiantes. También es conocido el lema "Cállate y escucha" en muchas aulas contemporáneas como si se tratara nada más de llenar de conocimientos una mente como si fuera un balde de agua y no un fuego que hay que encender. Afortunadamente las cosas cambiaron con la promulgación de la Constitución del 1991 y también con la Ley General de Educación de Febrero 8 de 1993 con la cual se hizo una revisión al sistema educativo colombiano y la pedagogía utilizada en ella. Desde aquí empezó a tomar fuerza la consigna de "educación integral",  debido que la formación vincula a la vida, tiene en cuenta las opciones, intenciones, posturas y prioridades de quienes hacen parte del  proceso educativo, dicho de otra forma, unas relaciones entre maestros-estudiantes y estudiantes -maestros, alejados de la jerarquía, pero cercanos a la articulación de la experiencia del uno con el otro (Vásquez, 2007). 

Una de las principales preocupaciones del sistema educativo actual es que los estudiantes adquieran conocimientos que le sirvan para la vida, para responder asertivamente a las realidades de sus contextos, del mundo globalizado. Es una educación interesada por el saber y el saber-hacer. Esta forma de concebir la educación permite entender que los maestros tienen presente la existencia de uno criterios de actuación de sus estudiantes, criterios  que llamaremos autonomía. Al que la educación y la pedagogía deben tener presente en el desarrollo del proceso de enseñanza-aprendizaje.   

La autonomía es entonces el ejercicio de libertad y el fundamento de la dignidad humana, pues el ser humano se destaca de las demás criaturas gracias al ejercicio de su racionalidad y en consecuencia a la capacidad de darse la propia ley. En este sentido, la escuela tiene el deber de potenciar la construcción de individuos capaces asumir los principios libertad. No obstante, educar, tradicionalmente fue concebida como sinónimo de “conducir”, “dirigir” y “formar”, entonces bajo esta coyuntura ¿se puede pensar que una persona bajo un sistema educativo vertical pueda actuar libremente?, la respuesta es no. 

Sin embargo, en los actuales momentos la incorporación en los currículos de  ideales como libertad y responsabilidad vienen propiciando experiencias positivas en la formación de sujetos críticos y propositivos. Es pertinente preguntarse ¿qué significa para la escuela educar para la libertad? Significa por un lado, entender la libertad como punto de llegada, y por el otro, como punto de partida.  Es decir, se educa para que los individuos sean seres libres y la escuela es el escenario propicio para ejercer la libertad con responsabilidad.   

Una escuela con principios de libertad y  autonomía, implica recorrer caminos desde la pe
dagogía para obtener experiencias que inicialmente tendrían  pequeñas vicisitudes, pero en la marcha  se formarán unos sujetos capaces de afrontar riesgos con autonomía y libertad. Sería una escuela que apunte en el educando a “construirse a sí mismo como un sujeto es dar sentido y unidad a la propia vida” (Touraine & Khosrokhvar, 2002, p. 208).  La   autonomía es la esencia de los procesos de formación, es un fin valioso porque garantiza la realización del máximo sentido de la vida humana. Es también una condición individual necesaria para quienes tienen la responsabilidad de organizar ambientes de aprendizaje y contribuir al desarrollo humano, es el maestro, actor social que incita buscar el deseo por ir más allá de lo dado. 

Educar no es solamente impartir unos conocimientos determinados, pues de lo contrario sería como el limosnero que, en vez de ayudar verdaderamente a una persona, le genera una dependencia a esa limosna sin posibilidades reales de que supere esa situación que atraviesa. 

Educar en y para la autonomía, es educar desde la pregunta y no desde la respuesta; la pregunta moviliza la necesidad en los estudiantes de hacer uso del propio entendimiento y buscar por sí mismos las respuestas, bien sea en su contexto cultural y/o en la práctica del diálogo permanente y nutrido con los saberes elaborados.    Esto implica para el maestro una opción intencional hacia una práctica educativa basada en la experimentación, en el desarrollo del pensamiento crítico y en la  confrontación permanente de  las formas de  ver las cosas de los participantes en el acto educativo. 
 De la misma forma, Freire (2004), desde ámbito educativo afirma que:  
“El respeto a la autonomía y a la dignidad de cada uno es un imperativo ético y no un favor que podemos o no concedernos unos a los otros (…) por eso es imprescindible dejar claro que la posibilidad del desvío ético no puede recibir otra designación que la de transgresión. El profesor que menosprecia la curiosidad del educando, su gusto estético, su inquietud, su lenguaje, más precisamente, sus sintaxis y su prosodia; el profesor que trata con ironía al alumno, que lo minimiza, que lo manda “ponerse en su lugar” al más leve indicio de su rebeldía legitima, así como el profesor que elude el cumplimiento de su deber de poner límites a la libertad del alumno, que esquiva el deber de enseñar, de estar respetuosamente presente en la experiencia formadora del educando, transgrede los principios fundamentales éticos de nuestra existencia (p. 16).  

De acuerdo con Freire, es preciso considerar que los maestros deben respetar las apreciaciones  que los estudiantes llevan a la escuela, considerar significativamente sus habilidades intelectuales, pues, desde sus vivencias postulan criterios propios de pensadores autónomos y coherentes en su condición de ser. Por ello, Paulo sostiene que la escuela es un espacio vital para potencializar esos criterios que ejercen una fuerza inimaginable siempre y cuando los docentes hagan desde su quehacer pedagógico  un ejercicio de transformación personal.  

Finalmente, Adela Cortina, en sus reflexiones filosóficas tiene una estrecha relación con Freile en las formas de concebir la educación para la autonomía. Arguye que a los niños y a los jóvenes  se les deben ir dando las herramientas necesarias para que sus juicios racionales le concedan poder de discernimiento  y decidan por sus propios medios. A juicio de Cortina (2012) “el ciudadano no nace, se hace” (p. 11), por ello, se debe empezar por la escuela y comprometer a los Estados en esta labor porque no solo son responsables los maestros, todos tienen un alto grado de responsabilidad, la educación es espacio de construcción colectiva, si todos los ciudadanos se comprometen con sus iguales en la búsqueda de la autonomía se alcanzará un futuro prometedor y seremos capaces de repudiar las debilidades de hombres que afectan negativamente el bien común.     

III. APUESTAS PEDAGÓGICAS PARA LA FORMACIÓN DE CIUDADANOS AUTÓNOMOS EN LA UNAD 

¿REPRESENTA UN AVANCE O UN ADELANTO A LA ERA TECNOLÓGICA QUE SE EMPIEZA A VIVIR LA EDUCACIÓN VIRTUAL A DISTANCIA Y LA PROMOCIÓN DE LOS AMBIENTES VIRTUALES DE APRENDIZAJE (AVA) EN UN MUNDO QUE ATRAVIESA UNA CENTURIA ALTAMENTE CARACTERIZADA Y CONDICIONADA POR LA TECNOLOGÍA?  

En mi caso particular, que soy un nativo digital, puedo decir que la tecnología y el uso de software y hardware han sido constantes en mi proceso educativo, pero no porque el computador o el internet hayan sido insustituibles sino porque han entrado poco a poco a formar parte de mi proceso como educando en esta universidad. Actualmente vemos que la presencia y el uso del internet se hace bastante necesario en la mayoría de las cosas que realizamos a diario ¿Acaso será que nos hemos vuelto tecnodependientes? Con el uso de otros aparatos electrónicos somos movidos a aprender muchas cosas y procedimientos informáticos que, como las distintas tendencias de la moda en su momento, se actualizan a medida que pasan los días. 

Muchas de las cosas que antes se hacían personalmente ahora se hacen virtualmente e inclusive ya se pueden tener como objetos electrónicos cosas tan personales y privadas como la tarjeta de crédito. Saber de ese adelanto me sorprendió mucho hasta el punto de recordarlo ahora como una de las características de nuestro contexto contemporáneo.  Algunos piensan, y con esto estoy de acuerdo, que la tecnología ha invadido muchos espacios personales de nuestras vidas que no tenían necesidad de ser vinculados a esto. Un ejemplo claro son aquellas personas que, para cualquier cosa que hagan en su día, se toman una autofoto y la cuelgan en sus perfiles en las redes sociales para que todos sepan lo que hace en cada momento de su día a día. Ahora nos preocupamos más de mostrar lo que hacemos más que de vivir esos momentos íntimos con las personas que nos rodean y nos importan. Esto denota la soledad que muchas personas viven y no se preocupan de vivir en tiempo real. No digo con esto que la tecnología sea un obstáculo para el progreso de los seres humanos sino que no se ha sabido utilizar correctamente, como muchas de las cosas que hemos llegado a inventar o descubrir. La acción humana ha convertido en amenazas potenciales que, en un principio, estaban destinadas para protegerlo y ayudarlo a conseguir una mejor calidad de vida, pero es como si cada vez más nos alejáramos de ese objetivo. 

Sin embargo, en el caso particular de nuestra Universidad nacional abierta y a distancia las tecnologías de la información y las comunicaciones procuran reparar la brecha que las dificultades de cualquier tipo ocasionan a muchas personas, pues los ayuda a disponer de los recursos que, por no asistir personalmente, no podrían aprovechar. En ese sentido, el Alma Mater cuenta con una ventaja enorme con respecto a otras instituciones: se encuentra en todo el país e incluso en el exterior. También intenta esta modalidad educativa a que los estudiantes esculpan y desarrollen un sentido de la responsabilidad con respecto a su proceso de aprendizaje. No obstante, el sentido de ciudadano autónomo en la marcha no solo se limita asumiendo responsabilidades frente a su proceso de formación, sino que la dinámica de la virtualidad los convierte en unos nuevos ciudadanos, unos ciudadanos del mundo de la virtualidad, competentes, críticos frente a los avances tecnológicos y ante las circunstancias de carácter político y económico en el marco de un mundo globalizado. 

¿Cómo se relaciona todo esto con la ciudadanía? Bueno, primeramente podemos decir que la consecución de información en un medio tecnológico a la mano facilita al estudiante estar al tanto de cuestiones que le interesen y lo afecten directa e indirectamente y en las que pueda participar de manera asertiva y eficaz. Este debería ser el principal objeto de toda educación virtual. 



[1] Directora nacional del curso de pedagogía de la escuela de ciencias de la educación, ECEDU – UNAD. COLOMBIA 

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