Lecciones de Tolerancia: La discriminación en Colombia
A propósito de la manera de
refutar que tenemos, es cierto que, cuando discrepamos o diferimos en el pensar
o en el sentir de los demás solemos ser muy duros, pues nuestra subjetividad,
en la mayoría de las ocasiones, determina y condiciona nuestra visión de la
realidad y la acomodamos a ella de modo que, cuando confrontamos otra versión
de las cosas que nos rodean, solemos entrar en conflicto y, en los casos más
extremos, en la violencia que nos ha marcado y ha caracterizado, de forma más o
menos ponderante, a la sociedad colombiana. Se podría pensar, incluso, que esta
situación escandalosa, como lo es la publicación de estas cartillas de
“educación sexual” por parte del gobierno es un sofisma de distracción en este
marco de la firma de los acuerdos para la paz, que tanto quiere y conviene al
país. Si se habla de estratificación social se evidencia la falta de igualdad
que caracteriza a nuestra sociedad colombiana: hay unos que tienen más
posibilidades que otros porque el gobierno no ha prestado la suficiente
atención a la estructura social por estar pendiente de otras cosas que poco
influyen o tienen poca trascendencia en el desarrollo nacional. Con respecto al
regionalismo, la cuestión es algo evidente basta darse cuenta que a veces se
sobrevaloran unos para despreciar al otro. Es como si no se acabara de
aprehender el significado de la palabra diversidad en un país como el nuestro.
Hay algo que ha ganado relevancia, sin ninguna razón aparente, y es la cuestión
sobre la sexualidad, como si fuera el único aspecto o dimensión de la vida humana.
Esto se da en Colombia, e ignoramos si ocurre en el resto de Latinoamérica,
sino también en todo el mundo a raíz de la alevosía de la que se pueden servir
ciertos sectores para influir y subyugar a otros países. ¿Qué aportan las ideologías de género en la
construcción de un país? Absolutamente nada porque, si se degenera una
estructura básica en la sociedad como lo es la familia, no se podrá hablar de
un desarrollo social y nacional adecuado. De hecho, ni siquiera se puede hablar
de desarrollo en ningún sentido cuando se pretende, con motivaciones de las que
desconocemos su procedencia, destruir el fundamento de la sociedad humana.
Ahora bien, cuando se habla
de tolerancia el gobierno sacó, hace algunos meses o semanas, una propaganda a
esto. Se decía que “el estado reconoce la igualdad de todos ante la ley…” esto
cae en una rampante contradicción al promover políticas a favor de la ideología
de género o el aborto, que es un crimen abominable. Esto es solo la punta del
Iceberg. ¿Cuál es la importancia de conocer los derechos de la comunidad LGTBI
si, al hablar de derechos, los primeros que son dueños estos son los niños
pequeños y los nonatos, siendo que son el futuro de la sociedad que queremos
construir? Si queremos la paz, hay que empezar por la tolerancia, la capacidad
de tener respeto por los pensamientos del otro. Me da mucha rabia porque los
LGTBI exigen derechos como si se les hubieran vulnerado o quitado, lo cual no
es cierto. Nuestras tendencias, cualesquiera que sean, no son argumentos
objetivos para reclamar nuestros derechos y huir de los derechos como si
fuéramos seres exceptuados a la regla. ¿Es esto lo que queremos enseñarle a
nuestra infancia?
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