PRISIONEROS AMERICANOS EN VIETNAM:
La duda atroz de los Estados Unidos
Los
norteamericanos han logrado exorcizar lo que fue para ellos "la guerra
sucia” de Vietnam. Pero algunos demonios permanecen aún en el inconsciente
nacional, y uno de los más insidiosos es la idea que algunos soldados podrían
seguir como prisioneros en el sudeste asiático. Diecisiete años después de
finalizada la guerra de Vietnam, el 30 de abril de 1975, el Pentágono estimaba
que aún faltaba por encontrar el rastro de alrededor de 2.273 de sus muchachos,
De este número, 1.101 habían sido dados por muertos en combate y 1.172 son
considerados como perdidos en acción (Missing in Action, MIA), desaparecidos en
el combate sin que se pudiera comprobar fehacientemente su muerte. En 1990, una
fotografía proveniente de Asia y fechada el 25 de abril, mostraba a tres
hombres de unos sesenta años que fueron reconocidos por sus familiares como
antiguos MIA.
LOS FANTASMAS DE LA SELVA
En
1987, ciento diecinueve casos de MIA fueron presentados a las autoridades
vietnamitas como los más conflictivos. En los años siguientes, con la apertura
proclamada por ese régimen, Vietnam trató, con cierto grado de buena voluntad,
de solucionar el problema, puesto que la sospecha que algunos norteamericanos
pudieran seguir prisioneros ahí constituía el principal obstáculo en el proceso
de acercamiento tan deseado con los Estados Unidos.
De
hecho, la opinión pública y el Pentágono difieren radicalmente en su
apreciación sobre este tema. Algunos oficiales norteamericanos piensan que, en
el peor de los casos, una decena de compatriotas pudieron haber permanecido en
el teatro de las operaciones (Vietnam, Laos y Camboya) después de 1975, y que
murieron a manos de sus carceleros. Sin embargo, en 1979, después de terminada
la guerra, reapareció un soldado, pero el enemigo lo había convencido de
colaborar. Por el contrario, una encuesta realizada por la cadena Time-CNN en
1991 mostró que un 60% de las personas interrogadas pensaban que algunos
soldados norteamericanos todavía estaban cautivos en Vietnam o en los países
fronterizos. La foto de 1990 permitió dar algunos nombres, al identificar a los
tres hombres como el coronel J. L Robertson, el mayor A. L. Lundy Jr. y el
teniente L. Stevens, desaparecidos entre 1966 y 1970.
Durante
el verano de 1991, otra fotografía, supuestamente reciente, de un MIA, el
capitán Donald G, Carr, cuyo avión fue abatido en 1971 en Laos, publicada en la
primera plana de los diarios, obligó al Ministerio de Defensa a prestar ayudas
a la organización privada de búsqueda llamada Operación Rescate, que la había
difundido, Pero el coronel Jack Bailey, responsable de la Operación Rescate no
pudo proporcionar ninguna prueba adicional, ni siquiera un informante. Sin
embargo, este asunto provocó una reacción de la comisión del Senado encargada
de los prisioneros de guerra la que ordenó efectuar una investigación
definitiva sobre el tema.
UN COMERCIO RENTABLE
Como
una nueva variante en el mercado del dolor humano, la industria de los MIA,
como la llamó el propio Time, es un asunto beneficioso para los Estados Unidos.
Esta se alimenta con La producción periódica de fotografías que dicen
representar a hombres blancos o negros prisioneros de tribus de la selva o en
campos secretos de los vietnamitas. Hasta ahora, nadie ha podido probar que
estas instantáneas correspondan a unos MIA y, en cambio, la mayoría han
resultado ser fotografías trucadas o retocadas de nativos con un aire vagamente
europeo o retratos de consejeros soviéticos sacados de antiguas revistas o, por
último, montajes realizados a partir de folletos distribuidos en el sudeste
asiático por las familias de los desaparecidos. En los Estados Unidos, el
escaso celo mostrado por el gobierno por efectuar investigaciones serias ha
provocado la proliferación de organizaciones privadas, financiadas con
donaciones de las familias de los MIA y cuya confiabilidad no ha sido,
lamentablemente, siempre muy clara. Catorce de ellas fueron acusadas en 1989 de
entregar información falsa o deformada, a fin de presionar a las familias para
obtener más dinero. Finalmente, el cine se ha beneficiado con la explotación de
lo que podría considerarse un mito, obteniendo ganancias de la idea del
"Regreso del infierno"; filmada en 1983, o de la búsqueda de los
“Reportados Desaparecidos" de 1984.
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