martes, 16 de noviembre de 2021

LA PAPISA JUANA: ¿Una mujer en el trono pontificio?

LA PAPISA JUANA: 

¿Una mujer en el trono pontificio?

A comienzos del siglo XIII se expande por Europa el rumor que una mujer habría dirigido a la Iglesia romana entre los años 855 y 958. Hasta el siglo XVI, la Iglesia acepta la existencia de esta papisa como un hecho establecido pero, luego, cambia de opinión y niega toda realidad a este personaje, a la vez inasible y molesto. Considerada por la mayoría de los historiadores como una leyenda no desprovista de segundas intenciones anticlericales, la historia de la papisa Juana está lejos de haber sido aclarada aún.

JUAN VIII EL ANGELICAL

Según las biografías medievales, Juana habría nacido en 822 en Ingelheim, cerca de Maguncia. Ávida de conocimientos, vive primero, por un tiempo, en Atenas.

En esa época, no se permite a las mujeres realizar estudios, por lo que se hace pasar por un joven y toma el nombre de Juan el Inglés. Este subterfugio le permite frecuentar desde entonces las más importantes abadías del siglo XII en Francia, entre ellas la de Saint Germain-des-Prés, y de adquirir allí grandes conocimientos. Cuando llega a Roma, se da inmediatamente a conocer por su sabiduría y su piedad así como por su gran belleza. Siendo ya cardenal, a la muerte del papa León IV es designada para sucederle en 855. Nadie conoce, por supuesto, su verdadera identidad y Juana accede al trono pontificio con el nombre de Juan VIII el Angelical. Desempeña su cargo con gran dedicación y se muestra, aparentemente, muy digna de él. Pero en abril del año 858, durante una fiesta de Rogativas, se desploma repentinamente en plena calle, da a luz poco después a un niño y muere en las horas siguientes. El escándalo entre los fieles es enorme y la Papisa es enterrada a escondidas en un lugar no consagrado.

LOS ENTRETELONES DE UNA HISTORIA OSCURA

El libro del siglo XIII que relata la historia de la Papisa se titula Chronicon pontificum et Imperatorum (Crónica de papas y emperadores) y fue escrito por el sacerdote dominico Martin de Troppau. Poco tiempo antes, otro dominico, Esteban de Borbón, menciona también el caso de una mujer que fue Papa, pero lo sitúa más tardíamente, alrededor del año 1100. Incluso existen relatos presentados como más antiguos, pero en realidad apócrifos, es decir, fabulosos, que se refieren a este hecho.

El mismo papa León II habría mencionado en una carta al Patriarca de Constantinopla, a mediados del siglo XI, a una mujer que ocupó el trono de los pontífices de Roma. Sólo hay un hecho cierto: a principios del siglo XV la existencia histórica de la Papisa es aceptada por todos, puesto que varios dignatarios de la Iglesia dan fe de ello en sus escritos, los que Roma no juzga necesario censurar. En ningún caso se puede sostener, en consecuencia, que la historia de Juana haya sido inventada por detractores de la Iglesia para asestar un golpe bajo a su reputación. Por el contrario, el primer autor que tomó definitivamente posición en contra de la existencia de una mujer pontífice es un protestante llamado David Blondel, en 1647...

LA PISTA DE BENITO III

¿Cuál podría ser la legitimidad de un relato que en verdad parece bastante fantástico? La teoría que refuta la existencia de la Papisa pretendiendo que una mujer no habría podido esconderse por tanto tiempo bajo ropajes masculinos se ve contradicha por un hecho esencial: la iglesia ha admitido la existencia de Juana durante siglos, además, muchas santas y beatas (Eufrasia, Hildegarda, Eugenia) parecen haber vivido de incógnito, entre monjes, vistiendo ropas masculinas hasta su muerte.

Por sobre todo, la confusión que reina en torno al Papa reconocido hoy día como el sucesor inmediato de León IV, Benito III, permite plantear estas hipótesis. La existencia de Benito no se menciona en el más antiguo ejemplar conocido del Liber pontificatis.

Los escasos cronistas que hablan de él le atribuyen un físico atractivo, una marcada aversión por aparecer en público así como una gran moderación. Prácticamente no se sabe nada más sobre él, sino que casi fue víctima de un antipapa, que murió súbitamente el 17 de abril de 858, y que fue enterrado fuera de la Basílica de San Pedro según su voluntad, ya que se habría juzgado a sí mismo “indigno de estar junto a los santos”. Todos estos hechos pueden adaptarse al reinado de la misteriosa Papisa, tan bien como al del incierto Benito, ¿La historia oficial de la Iglesia habría rebautizado a Juana, o Juan VIII el Angelical, llamándolo Benito para poder disimular mejor su sexo? Una última confusión también pudo haberse producido entre dos pontífices. En efecto, un poco más tarde, durante el siglo IX, otro Papa lleva en 872 el nombre de Juan VIII. Esta vez, su existencia ha sido verificada. Ahora bien, algunos documentos le dan el sobrenombre de “la Papisa”, por su debilidad frente a los sarracenos y sus modales amanerados. Los dos personajes no tienen tal vez ninguna relación entre sí o quizás se produjo a destiempo una confusión entre el poco conocido sucesor de León IV y un Papa histórico llamado Juan, cuyos modales eran afeminados.

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