martes, 16 de noviembre de 2021

El dorado: El fabuloso país del oro

EL DORADO

El fabuloso país del oro

Después del descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492, numerosos aventureros y soldados españoles, los conquistadores, se lanzan a la conquista del nuevo continente, atraídos por su fama de inmensa riqueza, apoyados en el mito de Eldorado. Este fabuloso país, cuyo subsuelo estaría, según se dice, repleto de oro ejerce una fascinación extraordinaria sobre estos hombres ansiosos por enriquecerse. Además, la magnitud de los botines de Cortés en México y de Pizarro en el Perú parece confirmar la idea que ese reino existe realmente.

EL CACIQUE DE GUATAVITA

El mito de Eldorado encuentra su origen en la leyenda del "hombre dorado”. El cronista e historiador Gonzalo Fernández de Oviedo sitúa la primera aparición oficial de esta leyenda en 1534. Sin embargo, hace varios años ya que los españoles escuchan insistentes rumores sobre ese reino, situado en alguna parte al interior de las tierras.

Los indios chibchas, nativos de Cundinamarca, el “país del cóndor” (la actual Colombia), celebran cada año una extraña ceremonia. Durante esta ceremonia un cacique, o sea, un soberano local, se unta de grasa de tortuga y de polvo de oro y luego camina, resplandeciente, en medio de sus súbditos, que cantan su alegría y baten tambores. El rey y los nobles suben a una piragua y en medio del lago Guatavita lanzan oro y esmeraldas como ofrenda a los dioses, Finalmente, el cacique se sumerge en el lago y reaparece en medio de un estallido de aplausos. Así nace la leyenda del “hombre durado” llamada luego, simplemente, El Dorado, supuesto rey de un país mágico. Pero, a lo largo de los años, el mito sigue modificándose y Eldorado, en una sola palabra, se convierte en el reino mismo del oro, cuyas calles están pavimentadas con pepitas y donde casas y objetos están recubiertos con metales preciosos.

LA BÚSQUEDA DE LOS CONQUISTADORES

El primero en lanzarse a la búsqueda de Eldorado es un hombre cruel: el alemán Ambroise Alfinger. Financió sus expediciones, entre 1529 y 1538 vendiendo indios marcados con fuego como esclavos en Santo Domingo.

Este fracaso no disuade a los demás conquistadores. Uno sólo, sin embargo, alcanza el éxito: el español Gonzalo Jiménez de Quesada, un antiguo abogado fascinado por la aventura, que recibió del biógrafo Germán Arciniegas el sobrenombre de "el caballero de Eldorado".

Después de un largo y difícil periplo, durante el cual sus hombres son acosados por los indios y consumidos por las fiebres tropicales, penetra en enero de 1537 en Cundinamarca y conquista la capital, Bogotá. Encuentra, efectivamente, oro y diamantes, pero nada que se parezca a las inagotables reservas que el reino del oro poseía supuestamente. Esta desilusión convence a los conquistadores que Eldorado se encuentra en otro lugar. Por ello se dirigen en vano al este, hacia el Orinoco y las Guyanas (1559-1569). A pesar de los fracasos, el sueño de Eldorado sobrevive todavía en el siglo XVI. Los maravillosos relatos del explorador inglés sir Walter Raleigh contribuyen a propagarlo en los siglos XVII y XVIII; incluso Voltaire sitúa ahí una aventura de Cándido.

EL FIN DEL MITO

La leyenda muere definitivamente a principios del siglo XIX, a manos del sabio alemán Humboldt. A pedido de los españoles, que todavía creen en Eldorado, explora los valles del Apure y del Orinoco. Sus apuntes topográficos de gran precisión no dejan ninguna duda: Eldorado no existe. En 1954, unos arqueólogos colombianos establecen que un meteorito cayó hace miles de años en las aguas del lago Guatavita. La ceremonia del hombre dorado” conmemoraba, tal vez, ese acontecimiento, junto con rendir homenaje a un dios que se supone descendió al fondo del lago. Y los conquistadores españoles, pagando el precio de grandes sufrimientos, tal vez no hicieron más que perseguir una estrella fugaz, apagada hace siglos.

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