jueves, 2 de noviembre de 2017

Winston Churchill y la vida alienígena


Winston Churchill y la vida alienígena[1]


Por la historia, sabemos que Winston Churchill fue un diplomático inglés durante los crudos tiempos de la Segunda Guerra Mundial, fue primer ministro del Reino Unido en dos periodos. Sin embargo, lo que muchos de nosotros no sabíamos hasta el momento es que este hombre era también un hombre apasionado por la ciencia. Eso lo podemos comprobar con su ensayo sobre la vida alienígena (el título de este artículo se refiere a ello, precisamente). Él decía, en su escrito, que las mismas leyes y procesos se daban en todo el universo, y esto ha sido descubierto por los astrónomos hoy en día. Antes de entrar en materia, debo decir que, inicialmente era un tema que pasaba por alto; luego supuse que en un universo tan grande era imposible que no hubiera otras formas de vida distintas a la nuestra y después llegue a la conclusión de que es posible, pero hasta ahora no hemos encontrado nada…
La cuestión sobre la vida alienígena ha sido una constante quizá de toda la historia pero, de manera más recurrente en el siglo XX y también en este siglo XXI; de hecho, hay algunos alienígenas mundialmente famosos como Superman y su prima, Superchica. Cuando se hacen obras ciencia ficción con este tema (ya sean series o películas) siempre nos encontramos que estos extraterrestres poseen muchas de nuestras características humanas, como nuestra apariencia física, por ejemplo (a fin de cuentas, solo podemos hablar de lo que conocemos; de lo que ignoramos, es mejor callar) porque solamente podemos hablar o conjeturar sobre ese tema desde nuestra perspectiva humana. Las emociones y sentimientos que estos seres extraterrestres experimentan en su día a día son las mismas que podemos albergar los seres humanos (de hecho, sabemos que Kal-El, en las historietas, fue criado por unos granjeros de Kansas) en cualquier momento de nuestra vida. ¿Quién no ha sentido enojo o tristeza por algo desagradable alguna vez?

Una de las razones por las que series televisivas como Smallville me parecen atractivas fue precisamente esa: el hecho de que un niño venido de las estrellas, procedente de un extinto planeta, aterrizase en un pueblo cualquiera de la tierra en una lluvia de meteoritos empezase a convivir entre los humanos y a pensar sentir como ellos, cuando sabíamos perfectamente que no lo era,  habla mucho de que el termino alienígena resulta ser algo muy relativo (lo dije antes, solo podemos hablar desde nuestra perspectiva humana y lo seguiré diciendo), pues vemos que él cree que es un humano ‘diferente’ hasta que su padre adoptivo le dice que llegó en una nave espacial en una lluvia de meteoritos algunos años atrás. Sin embargo, para que pudiera proteger su secreto y así mantener a salvo a las personas cercanas a él, tuvo que acostumbrarse y esconderse en las sombras hasta que se revelase al mundo como El hombre de Acero que todos conocemos…no obstante, el asunto no termina ahí. Hubo un arco argumental en esta serie titulado ‘Alien’ en el cual Superman revela su verdadera procedencia: ‘Soy Kal-El de Kriptón’, son las palabras que utiliza al presentarse con el presidente de Estados Unidos en el comic (me gustaría decir que fue mi primera experiencia leyendo comics y, de hecho, me gustó mucho eso). Esta revelación para el mundo fue algo aterrador: meses anteriores, me refiero al tiempo en la historieta, él había salvado la tierra de sufrir el impacto de un planeta tan masivo o incluso mayor que Saturno (uno de los más grandes de sistema solar exterior). Ellos creían que era un super-humano por su apariencia física, pero después que su linaje extraterrestre  saliera a la luz los que al principio lo admiraban como el más grande salvador de la tierra empezaron a temerlo y preguntaron, inclusive: ‘¿hay más seres como tú?’. Algo que también merece ser mencionado aquí es que, al principio de esta historieta, muchos seres humanos estaban aterrados porque en el planeta que colisionaría en la tierra encontraron creaturas foráneas por fotos que circularon como evidencia en internet; el titular del periódico más popular entre los comics era el siguiente: ‘¡no estamos solos!’. Lo merece porque es una reacción normal ante un descubrimiento de tal naturaleza. Tanto si estamos solos como si alguien más esta allá afuera: ambas posibilidades son igual de aterradoras.  Otros piensan que el universo es tan grande que, si estuviéramos solos sería un enorme desperdicio astronómico de espacio interestelar; es por esto que me resisto a creer que estemos solos en el universo (una de las razones por las cuales la astronomía es interesante es porque tiene que ver con nosotros mismos, pero eso es otro cantar) y me atrevería a pensar que quizá ya existieron civilizaciones en el pasado y que también existirán en el futuro (por supuesto, cósmicamente hablando). No obstante, hay que ir paso por paso.

Una de las preguntas que la astronomía no resuelve completamente aun es: ¿Cómo se formó el sistema solar? Existe la teoría nebular  esta teoría dice que el nuestro sistema solar y los demás sistemas solares se formaron a partir de restos de otras nebulosas, pero centrémonos en la formación de nuestro sistema solar. Sabemos, también gracias a la astronomía,  que nuestro hogar cósmico se constituyó hace 4.600 millones de años y todos los cuerpos celestes que lo componen se constituyeron en ese entonces: el sol, los planetas interiores y exteriores, los cometas, ambos cinturones (el de asteroides y el de Kuiper) y todos los demás. En breves palabras, algo desencadeno que la nebulosa estallase y se formase el disco de acreción que, eventualmente, se convirtió en el sol. La masa que estaba más cerca de la protoestrella término convirtiéndose en los cuatro planetas menores de nuestro sistema solar: Mercurio, Venus, la Tierra y Marte y, además, el cinturón de asteroides. Los planetas que se formaron más allá de ese cinturón estaban tan lejanos del sol que se volvieron mundos fríos; para terminar, hay que decir que esta teoría la propuso el científico y teólogo sueco Emanuel Swedenborg, en 1734. Immanuel Kant, que era conocedor del trabajo de Swedenborg, desarrolló su teoría y la publicó en su Historia general de la naturaleza y teoría del cielo (1755). En este tratado, argumentaba que las nubes gaseosas rotaban lentamente, colapsando y achatándose debido a la gravedad, dando lugar a la formación de estrellas y planetas.[2]
Pero volvamos a nuestro asunto. Hay que destacar que, a día de hoy, hemos descubierto muchos exoplanetas (esto es, planetas que orbitan estrellas distintas a la nuestra). Hay que decir, al respecto, que este término habla mucho desde la perspectiva humana, y ya dije que es lo que eso significa más arriba… anteriormente, se creía que no podía haber más planetas como la tierra (planetas rocosos o telúricos, como prefieras llamarlos) o, simplemente, que no había planetas más allá de los confines de nuestro sistema estelar. Bueno, una de las características de la ciencia es que es descriptiva y verificable, por lo cual no hay que dar nada por sentado, y esto lo comprobamos en este caso: de creer que no había planetas en otras partes del universo creemos, y hemos descubierto,  que hay miles de ellos allá afuera (hablando desde nuestra perspectiva, lo reitero) parecidos a la tierra y a otros gaseosos como Júpiter y los demás planetas exteriores. Con respecto al descubrimiento de planetas como la tierra, tenemos el caso de nuestra estrella más cercana: próxima Centauri y su planeta, próxima b. próxima Centauri es una estrella enana roja de clase espectral M, que se encuentra a 4,2 años-luz de nuestra estrella, pero ¿qué es lo que hace que el planeta orbitando esta estrella  sea interesante? Un reciente estudio dice que podría tener auroras verdes, lo cual sería un indicio certero de que posee una atmosfera como nuestro mundo, pues este fenómeno se pude apreciar en las latitudes templadas de la tierra[3].
Volvamos a tocar el tema del sistema solar. Se creía que el sistema solar era una rareza cósmica pues, a diferencia de otros sistemas estelas con enanas amarillas, el sol es una estrella solitaria y, aunque este fuera un sistema binario, el planeta sería igualmente habitable. Más adelante, pudimos darnos cuenta que el sol pudo haber pertenecido a un sistema binario en el pasado…
Si echamos un vistazo sobre las estrellas enanas rojas, podemos encontrarnos con varios factores: en primera medida, son las estrellas más abundantes del universo. En segundo lugar, las tres cuartas partes de estrellas que componen nuestra galaxia son de este tipo. Tercero, en comparación a las enanas amarillas, estas estrellas tienen una secuencia principal mucho más longeva que aquellas: mientras las enanas amarillas pueden tener una secuencia principal  que dura miles de millones de años, la de las enanas rojas dura billones de años (es una cifra mareante, ¿verdad?).
Volvamos a examinar el presupuesto de la teoría nebular. Dado que ella dice que los sistemas estelares en el universo se originaron a partir de los vestigios de otras nebulosas, podemos aducir que podría existir (en un futuro cósmicamente hablando, desde luego) una civilización alienígena o que pudo existir alguna en nebulosas como la Nebulosa de Orión[4]; podemos deducir esto del hecho que nuestra estrella tendrá su propia nebulosa en unos 8000 millones de años (para entonces nuestra estrella será polvo y gas interestelar que dará origen a otro sistema solar).
Esto significa que los ritmos o los tiempos (por decirlo de alguna manera) en los que la vida se desarrolla o surge en el universo son o pueden ser marcadamente distintos y somos nosotros aquellos a quienes corresponde existir en este momento de la historia del universo. Un ejemplo más claro de ello es el sistema solar Epsilon Eridani[5], un sistema solar en constitución. Podemos pensar que, en algún momento de su existencia, podrá tener las condiciones favorables para la vida. Otra prueba de lo mismo podría ser el sistema estelar Wasp-121[6], que posee junto a su estrella un planeta denominado por nosotros un Júpiter caliente por la cercanía con su estrella. En base a esto, los astrónomos teorizan que, en el pasado, Júpiter se encontraba en la misma distancia de aquel planeta y posteriormente se trasladó a su órbita actual[7] impidiendo, de esta manera que se formasen más planetas rocosos en nuestro vecindario cósmico.
Volviendo ahora hacia la remota posibilidad de que pudo existir vida en el pasado en nuestra galaxia y, por ende, en el universo surge un interrogante: ¿Por qué no hay o por qué no sabemos de los indicios o vestigios de la existencia de otra posible vida inteligente como la del ser humano? ¿Será que, en caso de que hayan existido estas hipotéticas civilizaciones, no pudieron alcanzar el nivel de desarrollo tecnológico necesario y suficiente para intentar comunicarse con nosotros o con otros seres? Mejor aún, en caso de que existan ¿tienen los medios precisos para hacerlo? viendo que los tiempos de desarrollo de la vida en todo el universo tienen un ritmo marcadamente distinto, no podemos dar una respuesta certera a estos interrogantes. Valga la verdad: no tiene tampoco por qué coincidir nuestro tiempo biológico con el de los alienígenas, cuya existencia aun esta la ciencia por determinar. Tenemos que recordar, ante todo, que el asunto de la vida alienígena no es interesante por sí mismo. Nos interesa en tanto que nos ayuda a mejorar nuestra visión y comprensión del universo; a la astronomía le interesa, primeramente, este asunto solo en función del concepto del universo. Si así fuese, entonces tendría que decir que la astronomía no ha avanzado en lo absoluto, lo cual es, desde todo punto de vista, falso. Pongamos este asunto en perspectiva. Hace unos cuarenta años, se percibió una misteriosa señal: la señal Wow![8], y hasta el momento no se ha podido determinar que es o que fue aquella extraña señal de radio; se podrá corroborar que es eso en el futuro…
Y no podría ser de otro modo si traemos a colación las 234 señales de radio percibidas el año pasado por el telescopio Sloan Digital Sky Survey[9]. Al principio, unos astrónomos creyeron que se trataba de alienígenas, pero después se pudo corroborar que pertenecían a las llamaradas solares que esas estrellas enanas rojas inestables emitían. Con respecto a ellas, considero suficiente lo que acabo de mencionar en este artículo.  De hecho, siempre que percibimos este tipo de pulsos creemos que se trata de alienígenas y también nos damos cuenta (para decepción de algunos, hay que decirlo así) que se trata solamente de objetos celestes. Una vez hecha esta precisión, es un buen momento para hablar sobre las características que debe tener un planeta para que lo consideremos potencialmente habitable. En estos dos ejemplos, de tantos que quizás muchos conozcamos, hay una cosa en común: hay algunos que quieren convencernos de que si existen (lo cual no es nada reprochable, por cierto), pero no aducen las pruebas necesarias para demostrarlo. Recuerdo que, en febrero de este año, se hizo el descubrimiento de TRAPIST-1, y enseguida algunos medios de comunicación, con su habitual sensacionalismo, supusieron que existía vida en ese sistema solar. Tiempo después, y como la ciencia misma es verificable, se descubrió que, en las condiciones actuales, la vida no se puede desarrollar allí tal y como la conocemos, claro está… todo parece indicar que existe una cierta predisposición ante un potencial o hipotético  encuentro de vida alienígena. En ese orden de ideas, no hay lugar en el conocimiento para la pseudociencia denominada como ufología[10]pues, como hemos dicho ya, se carece de pruebas al respecto.
Por otra parte, en nuestra búsqueda de vida alienígena y de la potencial habitabilidad de otros planetas en el universo, destacan un factor muy importante:
¿Qué es la zona habitable?[11]  Definimos como zona habitable el lugar con respecto a una estrella (enana roja o enana amarilla) en el que es posible que exista el agua en estado líquido en la superficie de un objeto celeste (un planeta rocoso como la tierra, por supuesto). De modo que el planeta no esté tan lejos de la influencia de su estrella que su agua se congele ni que este tan cerca de ella para que se evapore. Esta zona de habitabilidad es relativa al tipo de estrella del que se esté hablando. Por ejemplo, la zona habitable de una enana amarilla como la nuestra es de unos 150 millones de kilómetros, aproximadamente. En el caso de las enanas rojas, dado que son menos masivas que nuestra estrella, su zona habitable está más cerca de la estrella. Nosotros creemos que son necesarios tres elementos para que la aparición de la vida, tal y como la conocemos, sea un proceso que se esté realizando: agua, energía y moléculas orgánicas. No obstante, también hay que tener otros factores para la habitabilidad de un planeta. Estos son: la composición del planeta que orbita la estrella, su tamaño, qué elementos ha podido retener, cómo es su campo magnético, la composición de su atmósfera y un largo etcétera para determinar si, aun estando en la zona habitable, puede dar lugar a la vida, entre otros. Como un detalle novedoso a todo esto, hay que añadir que algunos científicos teorizan sobre la existencia de una zona galáctica habitable. Para entender esto, recurro a una analogía: si hablamos sobre la habitabilidad planetaria hay que decir que ese planeta debe estar a una distancia adecuada para la vida. Si hablamos de la habitabilidad de un sistema solar, es necesario deducir que una estrella se encuentra en una distancia adecuada del centro galáctico para que ese sistema sea habitable[12].  En base a esto, podemos deducir que si queremos hallar un planeta habitable en nuestra galaxia en teoría debería estar orbitando una estrella que se encuentre a la misma distancia del centro galáctico  y, así, nuestras concepciones sobre la habitabilidad se expanden de manera sorprendente.
Esto, sin embargo, es visto desde nuestra perspectiva humana, pues no podemos hablar de lo que ignoramos. Si no sabemos nada sobre como surgió la vida en nuestro planeta, tampoco podremos hablar sobre cómo surgió (en caso de que haya existido, claro está)  la vida en otros mundos… para saber si un planeta puede albergar vida, es necesario saber cuántos planetas caben en la zona habitable de una estrella en concreto, y se ha buscado en las estrellas enanas rojas (las más abundantes en el universo) pero, por su inestabilidad se descarta que pueda haber condiciones propicias para la vida.
Como vemos, la zona habitable de por si no nos da una pista concluyente sobre la vida en otros mundos. Asimismo, he planteado que, supuestamente, se han percibido señales alienígenas mas no existen pruebas contundentes de que hay vida más allá de la tierra. Al menos, no hemos encontrado nada aun.
Rotación sincrónica y rotación sidérea[13]. La rotación sincrónica es la que da un planeta en cada uno de sus periodos orbitales con respecto a su estrella en el que su misma cara siempre observa a la estrella, es decir, no gira sobre sí mismo. Es un fenómeno conocido también como acoplamiento de marea. Esta es una cualidad muy frecuente en los exoplanetas encontrados hasta el momento e indica que en uno de los hemisferios hay calor perpetuo y en el otro frio perenne. En cambio, la rotación sidérea es aquella en que el planeta gira sobre sí mismo, como sucede en la tierra en un lapso de 24 horas (es lo que conocemos como día terrestre); es, precisamente, esto lo que hace que la vida sea posible en la tierra por la modulación de las temperaturas en su superficie. Además, esta es la principal causa de que nuestro mundo sea achatado en sus polos. En los demás planetas del sistema solar, la rotación sidérea solo se realiza en cuestión de horas. Por ejemplo, en Júpiter un día es de 10 horas, mientras que su periodo orbital consta de doce años terrestres. Entonces empezamos a ser conscientes de que miramos el universo desde nuestra propia perspectiva.
Volviendo al meollo del asunto, dos científicos han propuesto dos cosas: la ecuación de Drake y la paradoja de Fermi, que son los intentos más sobresalientes por descubrir  el porqué de la aparente ausencia de la vida extraterrestre. Mientras el uno afirma que pude haber miles de civilizaciones allí afuera, el otro excluye totalmente la posibilidad. Sin embargo, ambos intentos por dilucidar esta cuestión están lejos de ser concluyentes; tal parece que no se ha llegado a un punto intermedio al respecto. Ahora, al hablar de esto, surgen varios interrogantes: ¿es posible que, en universo tan grande como este estemos solos? En caso de que la respuesta a esta pregunta, hipotéticamente hablando, sea negativa aparece otra: ¿Por qué no hemos encontrado algún síntoma de que quieran comunicarse con nosotros? Algunos conjeturan  que las civilizaciones extraterrestres sean belicosas, pero tampoco se puede mirar como enemigos a quienes ignoramos que existen ¿si no existe rival como podemos señalarlo como enemigo? ‘De lo que no se puede hablar, es mejor callar’,  dije antes y esta es una oportunidad evidente para hacerlo.
¿Entraríamos en conflicto con la religión si hallásemos vida extraterrestre o tan solo con el hecho de tocar el tema? Pues, aunque a algunos les parezca extraño, la respuesta es no. No podríamos entrar en conflicto con ella. Los que creemos en un Dios creador del universo también podemos imaginar que Dios perfectamente haya querido hacer otras creaturas distintas y distantes de nosotros, y está en perfecto uso de libertad creadora para hacerlo, pero corresponde a la ciencia averiguar la respuesta. No sabemos que encontraremos en una década o dos… Es más, el hecho de que la ciencia haya sido vetada por algunos eclesiásticos en la historia, no debe significar que estas deban estar contrapuestas en ninguna medida. Ni siquiera la ciencia debe contraponerse con la filosofia, pues aquella parte de esta por la curiosidad que encierra y que motiva a la filosofía a pesar de que hayan adquirido un terreno propio con el avance de la Edad Media y el comienzo de la Edad Moderna. 

En conclusión, mientras estamos a la espera de algo que nos ayude a dar con uno de los tantos fines de una ciencia como la astronomía hay que disfrutar de nuestros días soleados y tardes lluviosas, de la brisa que nos acaricia cada vez que el viento sopla y del sol que cada mañana alumbra nuestros días con las personas que queremos y aquellas a las que les importamos…




[1] http://www.nature.com/news/winston-churchill-s-essay-on-alien-life-found-1.21467
[2] https://www.astrobita(cora.com/como-se-formo-el-sistema-solar/
[3] https://www.astrobitacora.com/proxima-b-podria-tener-auroras-verdes/
[4] https://www.astrobitacora.com/los-objetos-fallidos-de-la-nebulosa-de-orion/
[5] https://www.astrobitacora.com/epsilon-eridani-un-joven-espejo-del-sistema-solar/
[6] https://www.astrobitacora.com/wasp-121b-una-estratosfera-infernal/
[7] https://www.astrobitacora.com/la-gran-travesia-de-jupiter/
[8] https://www.astrobitacora.com/la-enigmatica-senal-wow/
[9] https://www.astrobitacora.com/descubren-senales-extranas-de-234-estrellas/
[10] https://www.astrobitacora.com/hay-vida-extraterrestre/
[11] https://www.astrobitacora.com/la-zona-habitable-y-la-busqueda-de-la-vida/
[12] https://www.astrobio.net/news-exclusive/galactic-habitable-zones/
[13] https://www.astrobitacora.com/exoplanetas-habitables-en-rotacion-sincrona-abundantes/

No hay comentarios:

Publicar un comentario