Winston Churchill y la vida alienígena[1]
Por la historia,
sabemos que Winston Churchill fue un diplomático inglés durante los crudos
tiempos de la Segunda Guerra Mundial, fue primer ministro del Reino Unido en
dos periodos. Sin embargo, lo que muchos de nosotros no sabíamos hasta el
momento es que este hombre era también un hombre apasionado por la ciencia. Eso
lo podemos comprobar con su ensayo sobre la vida alienígena (el título de este
artículo se refiere a ello, precisamente). Él decía, en su escrito, que las
mismas leyes y procesos se daban en todo el universo, y esto ha sido
descubierto por los astrónomos hoy en día. Antes de entrar en materia, debo
decir que, inicialmente era un tema que pasaba por alto; luego supuse que en un
universo tan grande era imposible que no hubiera otras formas de vida distintas
a la nuestra y después llegue a la conclusión de que es posible, pero hasta
ahora no hemos encontrado nada…
La cuestión sobre la
vida alienígena ha sido una constante quizá de toda la historia pero, de manera
más recurrente en el siglo XX y también en este siglo XXI; de hecho, hay algunos
alienígenas mundialmente famosos como Superman y su prima, Superchica. Cuando
se hacen obras ciencia ficción con este tema (ya sean series o películas)
siempre nos encontramos que estos extraterrestres poseen muchas de nuestras
características humanas, como nuestra apariencia física, por ejemplo (a fin de
cuentas, solo podemos hablar de lo que conocemos; de lo que ignoramos, es mejor
callar) porque solamente podemos hablar o conjeturar sobre ese tema desde
nuestra perspectiva humana. Las emociones y sentimientos que estos seres
extraterrestres experimentan en su día a día son las mismas que podemos
albergar los seres humanos (de hecho, sabemos que Kal-El, en las historietas,
fue criado por unos granjeros de Kansas) en cualquier momento de nuestra vida. ¿Quién
no ha sentido enojo o tristeza por algo desagradable alguna vez?
Una de las razones por
las que series televisivas como Smallville
me parecen atractivas fue precisamente esa: el hecho de que un niño venido de las estrellas, procedente de un extinto planeta, aterrizase en un pueblo cualquiera
de la tierra en una lluvia de meteoritos empezase a convivir entre los humanos
y a pensar sentir como ellos, cuando sabíamos perfectamente que no lo era, habla mucho de que el termino alienígena resulta ser algo muy relativo
(lo dije antes, solo podemos hablar desde nuestra perspectiva humana y lo seguiré diciendo), pues
vemos que él cree que es un humano ‘diferente’ hasta que su padre adoptivo le
dice que llegó en una nave espacial en una lluvia de meteoritos algunos años
atrás. Sin embargo, para que pudiera proteger su secreto y así mantener a salvo
a las personas cercanas a él, tuvo que acostumbrarse y esconderse en las
sombras hasta que se revelase al mundo como El hombre de Acero que todos
conocemos…no obstante, el asunto no termina ahí. Hubo un arco argumental en
esta serie titulado ‘Alien’ en el
cual Superman revela su verdadera procedencia: ‘Soy Kal-El de Kriptón’, son las
palabras que utiliza al presentarse con el presidente de Estados Unidos en el
comic (me gustaría decir que fue mi primera experiencia leyendo comics y, de
hecho, me gustó mucho eso). Esta revelación para el mundo fue algo aterrador:
meses anteriores, me refiero al tiempo en la historieta, él había salvado la
tierra de sufrir el impacto de un planeta tan masivo o incluso mayor que
Saturno (uno de los más grandes de sistema solar exterior). Ellos creían que
era un super-humano por su apariencia física, pero después que su linaje
extraterrestre saliera a la luz los que
al principio lo admiraban como el más grande salvador de la tierra empezaron a
temerlo y preguntaron, inclusive: ‘¿hay más seres como tú?’. Algo que también
merece ser mencionado aquí es que, al principio de esta historieta, muchos
seres humanos estaban aterrados porque en el planeta que colisionaría en la
tierra encontraron creaturas foráneas por fotos que circularon como evidencia
en internet; el titular del periódico más popular entre los comics era el
siguiente: ‘¡no estamos solos!’. Lo merece porque es una reacción normal ante
un descubrimiento de tal naturaleza. Tanto
si estamos solos como si alguien más esta allá afuera: ambas posibilidades son
igual de aterradoras. Otros piensan
que el universo es tan grande que, si estuviéramos solos sería un enorme
desperdicio astronómico de espacio interestelar; es por esto que me resisto a
creer que estemos solos en el universo (una de las razones por las cuales la
astronomía es interesante es porque tiene que ver con nosotros mismos, pero eso
es otro cantar) y me atrevería a pensar que quizá ya existieron civilizaciones en
el pasado y que también existirán en el futuro (por supuesto, cósmicamente
hablando). No obstante, hay que ir paso por paso.
Una de las preguntas
que la astronomía no resuelve completamente aun es: ¿Cómo se formó el sistema solar? Existe la teoría nebular esta teoría
dice que el nuestro sistema solar y los demás sistemas solares se formaron a
partir de restos de otras nebulosas, pero centrémonos en la formación de
nuestro sistema solar. Sabemos, también gracias a la astronomía, que nuestro hogar cósmico se constituyó hace
4.600 millones de años y todos los cuerpos celestes que lo componen se
constituyeron en ese entonces: el sol, los planetas interiores y exteriores,
los cometas, ambos cinturones (el de asteroides y el de Kuiper) y todos los
demás. En breves palabras, algo desencadeno que la nebulosa estallase y se
formase el disco de acreción que, eventualmente, se convirtió en el sol. La
masa que estaba más cerca de la protoestrella término convirtiéndose en los
cuatro planetas menores de nuestro sistema solar: Mercurio, Venus, la Tierra y
Marte y, además, el cinturón de asteroides. Los planetas que se formaron más
allá de ese cinturón estaban tan lejanos del sol que se volvieron mundos fríos;
para terminar, hay que decir que esta teoría la propuso el científico y teólogo
sueco Emanuel Swedenborg, en 1734. Immanuel
Kant, que era conocedor del trabajo de Swedenborg, desarrolló su teoría y la
publicó en su Historia
general de la naturaleza y teoría del cielo (1755).
En este tratado, argumentaba que las nubes gaseosas rotaban lentamente,
colapsando y achatándose debido a la gravedad, dando lugar a la formación de
estrellas y planetas.[2]
Pero volvamos a nuestro asunto. Hay que destacar que, a
día de hoy, hemos descubierto muchos exoplanetas
(esto es, planetas que orbitan estrellas distintas a la nuestra). Hay que
decir, al respecto, que este término habla mucho desde la perspectiva humana, y
ya dije que es lo que eso significa más arriba… anteriormente, se creía que no
podía haber más planetas como la tierra (planetas rocosos o telúricos, como
prefieras llamarlos) o, simplemente, que no había planetas más allá de los
confines de nuestro sistema estelar. Bueno, una de las características de la
ciencia es que es descriptiva y verificable, por lo cual no hay que dar nada
por sentado, y esto lo comprobamos en este caso: de creer que no había planetas
en otras partes del universo creemos, y hemos descubierto, que hay miles de ellos allá afuera (hablando
desde nuestra perspectiva, lo reitero) parecidos a la tierra y a otros gaseosos
como Júpiter y los demás planetas exteriores. Con respecto al descubrimiento de
planetas como la tierra, tenemos el caso de nuestra estrella más cercana:
próxima Centauri y su planeta, próxima b. próxima Centauri es una estrella
enana roja de clase espectral M, que se encuentra a 4,2 años-luz de nuestra
estrella, pero ¿qué es lo que hace que el planeta orbitando esta estrella sea interesante? Un reciente estudio dice que
podría tener auroras verdes, lo cual sería un indicio certero de que posee una
atmosfera como nuestro mundo, pues este fenómeno se pude apreciar en las
latitudes templadas de la tierra[3].
Volvamos a tocar el tema del sistema solar. Se creía
que el sistema solar era una rareza cósmica pues, a diferencia de otros
sistemas estelas con enanas amarillas, el sol es una estrella solitaria y,
aunque este fuera un sistema binario, el planeta sería igualmente habitable.
Más adelante, pudimos darnos cuenta que el sol pudo haber pertenecido a un
sistema binario en el pasado…
Si echamos un vistazo sobre las estrellas enanas rojas,
podemos encontrarnos con varios factores: en primera medida, son las estrellas
más abundantes del universo. En segundo lugar, las tres cuartas partes de
estrellas que componen nuestra galaxia son de este tipo. Tercero, en
comparación a las enanas amarillas, estas estrellas tienen una secuencia principal mucho más longeva
que aquellas: mientras las enanas amarillas pueden tener una secuencia
principal que dura miles de millones de
años, la de las enanas rojas dura billones de años (es una cifra mareante,
¿verdad?).
Volvamos a examinar el presupuesto de la teoría nebular. Dado que ella dice que los sistemas estelares en el
universo se originaron a partir de los vestigios de otras nebulosas, podemos
aducir que podría existir (en un futuro cósmicamente hablando, desde luego) una
civilización alienígena o que pudo existir alguna en nebulosas como la Nebulosa
de Orión[4];
podemos deducir esto del hecho que nuestra estrella tendrá su propia nebulosa
en unos 8000 millones de años (para entonces nuestra estrella será polvo y gas
interestelar que dará origen a otro sistema solar).
Esto significa que los ritmos o los tiempos (por decirlo de alguna
manera) en los que la vida se desarrolla o surge en el universo son o pueden
ser marcadamente distintos y somos nosotros aquellos a quienes corresponde
existir en este momento de la historia del universo. Un ejemplo más claro de
ello es el sistema solar Epsilon Eridani[5],
un sistema solar en constitución. Podemos pensar que, en algún momento de su
existencia, podrá tener las condiciones favorables para la vida. Otra prueba de
lo mismo podría ser el sistema estelar Wasp-121[6],
que posee junto a su estrella un planeta denominado por nosotros un Júpiter
caliente por la cercanía con su estrella. En base a esto, los astrónomos teorizan
que, en el pasado, Júpiter se encontraba en la misma distancia de aquel planeta
y posteriormente se trasladó a su órbita actual[7]
impidiendo, de esta manera que se formasen más planetas rocosos en nuestro
vecindario cósmico.
Volviendo ahora hacia la remota posibilidad de que pudo existir vida en
el pasado en nuestra galaxia y, por ende, en el universo surge un interrogante:
¿Por qué no hay o por qué no sabemos de los indicios o vestigios de la
existencia de otra posible vida inteligente como la del ser humano? ¿Será que,
en caso de que hayan existido estas hipotéticas civilizaciones, no pudieron
alcanzar el nivel de desarrollo tecnológico necesario y suficiente para
intentar comunicarse con nosotros o con otros seres? Mejor aún, en caso de que
existan ¿tienen los medios precisos para hacerlo? viendo que los tiempos de
desarrollo de la vida en todo el universo tienen un ritmo marcadamente
distinto, no podemos dar una respuesta certera a estos interrogantes. Valga la
verdad: no tiene tampoco por qué coincidir nuestro tiempo biológico con el de
los alienígenas, cuya existencia aun esta la ciencia por determinar. Tenemos
que recordar, ante todo, que el asunto de la vida alienígena no es interesante
por sí mismo. Nos interesa en tanto que nos ayuda a mejorar nuestra visión y
comprensión del universo; a la astronomía le interesa, primeramente, este
asunto solo en función del concepto del universo. Si así fuese, entonces
tendría que decir que la astronomía no ha avanzado en lo absoluto, lo cual es,
desde todo punto de vista, falso. Pongamos este asunto en perspectiva. Hace
unos cuarenta años, se percibió una misteriosa señal: la señal Wow![8],
y hasta el momento no se ha podido determinar que es o que fue aquella extraña
señal de radio; se podrá corroborar que es eso en el futuro…
Y no podría ser de otro modo si traemos a colación las 234 señales de
radio percibidas el año pasado por el telescopio Sloan Digital Sky Survey[9]. Al
principio, unos astrónomos creyeron que se trataba de alienígenas, pero después
se pudo corroborar que pertenecían a las llamaradas solares que esas estrellas
enanas rojas inestables emitían. Con respecto a ellas, considero suficiente lo
que acabo de mencionar en este artículo. De hecho, siempre que percibimos este tipo de
pulsos creemos que se trata de alienígenas y también nos damos cuenta (para
decepción de algunos, hay que decirlo así) que se trata solamente de objetos
celestes. Una vez hecha esta precisión, es un buen momento para hablar sobre
las características que debe tener un planeta para que lo consideremos
potencialmente habitable. En estos dos ejemplos, de tantos que quizás muchos
conozcamos, hay una cosa en común: hay algunos que quieren convencernos de que
si existen (lo cual no es nada reprochable, por cierto), pero no aducen las
pruebas necesarias para demostrarlo. Recuerdo que, en febrero de este año, se hizo
el descubrimiento de TRAPIST-1, y enseguida algunos medios de comunicación, con
su habitual sensacionalismo, supusieron que existía vida en ese sistema solar. Tiempo
después, y como la ciencia misma es verificable, se descubrió que, en las
condiciones actuales, la vida no se puede desarrollar allí tal y como la
conocemos, claro está… todo parece indicar que existe una cierta predisposición
ante un potencial o hipotético encuentro
de vida alienígena. En ese orden de ideas, no hay lugar en el conocimiento para
la pseudociencia denominada como ufología[10]pues,
como hemos dicho ya, se carece de pruebas al respecto.
Por otra parte, en nuestra búsqueda de vida alienígena y de la potencial
habitabilidad de otros planetas en el universo, destacan un factor muy
importante:
¿Qué es la zona habitable?[11] Definimos como zona habitable el lugar con respecto
a una estrella (enana roja o enana amarilla) en el que es posible que exista el
agua en estado líquido en la superficie de un objeto celeste (un planeta rocoso
como la tierra, por supuesto). De modo que el planeta no esté tan lejos de la
influencia de su estrella que su agua se congele ni que este tan cerca de ella
para que se evapore. Esta zona de habitabilidad es relativa al tipo de estrella
del que se esté hablando. Por ejemplo, la zona habitable de una enana amarilla
como la nuestra es de unos 150 millones de kilómetros, aproximadamente. En el
caso de las enanas rojas, dado que son menos masivas que nuestra estrella, su
zona habitable está más cerca de la estrella. Nosotros creemos que son
necesarios tres elementos para que la aparición de la vida, tal y como la
conocemos, sea un proceso que se esté realizando: agua, energía y moléculas
orgánicas. No obstante, también hay que tener otros factores para la
habitabilidad de un planeta. Estos son: la composición del
planeta que orbita la estrella, su tamaño, qué elementos ha podido retener,
cómo es su campo magnético, la composición de su atmósfera y un largo etcétera
para determinar si, aun estando en la zona habitable, puede dar lugar a la
vida, entre otros. Como un detalle novedoso a todo esto, hay que añadir que
algunos científicos teorizan sobre la existencia
de una zona galáctica habitable. Para entender esto, recurro a una
analogía: si hablamos sobre la habitabilidad planetaria hay que decir que ese
planeta debe estar a una distancia adecuada para la vida. Si hablamos de la
habitabilidad de un sistema solar, es necesario deducir que una estrella se
encuentra en una distancia adecuada del centro galáctico para que ese sistema
sea habitable[12]. En base a esto, podemos deducir que si
queremos hallar un planeta habitable en nuestra galaxia en teoría debería estar
orbitando una estrella que se encuentre a la misma distancia del centro
galáctico y, así, nuestras concepciones
sobre la habitabilidad se expanden de manera sorprendente.
Esto, sin embargo, es
visto desde nuestra perspectiva humana, pues no podemos hablar de lo que
ignoramos. Si no sabemos nada sobre como surgió la vida en nuestro planeta, tampoco
podremos hablar sobre cómo surgió (en caso de que haya existido, claro está) la vida en otros mundos… para saber si un
planeta puede albergar vida, es necesario saber cuántos planetas caben en la
zona habitable de una estrella en concreto, y se ha buscado en las estrellas
enanas rojas (las más abundantes en el universo) pero, por su inestabilidad se
descarta que pueda haber condiciones propicias para la vida.
Como vemos, la zona habitable de por si no nos da una pista concluyente
sobre la vida en otros mundos. Asimismo, he planteado que, supuestamente, se
han percibido señales alienígenas mas no existen pruebas contundentes de que hay
vida más allá de la tierra. Al menos, no hemos encontrado nada aun.
Rotación sincrónica y rotación sidérea[13]. La rotación sincrónica es la que da un planeta en cada uno de
sus periodos orbitales con respecto a su estrella en el que su misma cara
siempre observa a la estrella, es decir, no gira sobre sí mismo. Es un fenómeno
conocido también como acoplamiento de marea. Esta es una cualidad muy frecuente
en los exoplanetas encontrados hasta el momento e indica que en uno de los hemisferios
hay calor perpetuo y en el otro frio perenne. En cambio, la rotación sidérea es
aquella en que el planeta gira sobre sí mismo, como sucede en la tierra en un
lapso de 24 horas (es lo que conocemos como día terrestre); es, precisamente,
esto lo que hace que la vida sea posible en la tierra por la modulación de las
temperaturas en su superficie. Además, esta es la principal causa de que
nuestro mundo sea achatado en sus polos. En los demás planetas del sistema
solar, la rotación sidérea solo se realiza en cuestión de horas. Por ejemplo,
en Júpiter un día es de 10 horas, mientras que su periodo orbital consta de
doce años terrestres. Entonces empezamos a ser conscientes de que miramos el
universo desde nuestra propia perspectiva.
Volviendo al meollo del asunto, dos científicos han propuesto dos cosas:
la ecuación de Drake y la paradoja de Fermi, que son los intentos más
sobresalientes por descubrir el porqué
de la aparente ausencia de la vida extraterrestre. Mientras el uno afirma que
pude haber miles de civilizaciones allí afuera, el otro excluye totalmente la
posibilidad. Sin embargo, ambos intentos por dilucidar esta cuestión están lejos
de ser concluyentes; tal parece que no se ha llegado a un punto intermedio al
respecto. Ahora, al hablar de esto, surgen varios interrogantes: ¿es posible
que, en universo tan grande como este estemos solos? En caso de que la respuesta
a esta pregunta, hipotéticamente hablando, sea negativa aparece otra: ¿Por qué no
hemos encontrado algún síntoma de que quieran comunicarse con nosotros? Algunos
conjeturan que las civilizaciones
extraterrestres sean belicosas, pero tampoco se puede mirar como enemigos a
quienes ignoramos que existen ¿si no existe rival como podemos señalarlo como
enemigo? ‘De lo que no se puede hablar,
es mejor callar’, dije antes y esta
es una oportunidad evidente para hacerlo.
¿Entraríamos en conflicto con la religión si hallásemos vida
extraterrestre o tan solo con el hecho de tocar el tema? Pues, aunque a algunos
les parezca extraño, la respuesta es no. No podríamos entrar en conflicto con
ella. Los que creemos en un Dios creador del universo también podemos imaginar
que Dios perfectamente haya querido hacer otras creaturas distintas y distantes
de nosotros, y está en perfecto uso de libertad creadora para hacerlo, pero
corresponde a la ciencia averiguar la respuesta. No sabemos que encontraremos
en una década o dos… Es más, el hecho de que la ciencia haya sido vetada por algunos eclesiásticos en la historia, no debe significar que estas deban estar contrapuestas en ninguna medida. Ni siquiera la ciencia debe contraponerse con la filosofia, pues aquella parte de esta por la curiosidad que encierra y que motiva a la filosofía a pesar de que hayan adquirido un terreno propio con el avance de la Edad Media y el comienzo de la Edad Moderna.
En conclusión, mientras estamos a la espera de algo que nos ayude a dar
con uno de los tantos fines de una ciencia como la astronomía hay que disfrutar
de nuestros días soleados y tardes lluviosas, de la brisa que nos acaricia cada
vez que el viento sopla y del sol que cada mañana alumbra nuestros días con las
personas que queremos y aquellas a las que les importamos…
[1] http://www.nature.com/news/winston-churchill-s-essay-on-alien-life-found-1.21467
[2] https://www.astrobita(cora.com/como-se-formo-el-sistema-solar/
[3] https://www.astrobitacora.com/proxima-b-podria-tener-auroras-verdes/
[4] https://www.astrobitacora.com/los-objetos-fallidos-de-la-nebulosa-de-orion/
[5] https://www.astrobitacora.com/epsilon-eridani-un-joven-espejo-del-sistema-solar/
[6] https://www.astrobitacora.com/wasp-121b-una-estratosfera-infernal/
[7] https://www.astrobitacora.com/la-gran-travesia-de-jupiter/
[8] https://www.astrobitacora.com/la-enigmatica-senal-wow/
[9] https://www.astrobitacora.com/descubren-senales-extranas-de-234-estrellas/
[10] https://www.astrobitacora.com/hay-vida-extraterrestre/
[11] https://www.astrobitacora.com/la-zona-habitable-y-la-busqueda-de-la-vida/
[12] https://www.astrobio.net/news-exclusive/galactic-habitable-zones/
[13] https://www.astrobitacora.com/exoplanetas-habitables-en-rotacion-sincrona-abundantes/
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